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Dos señoras para un hito del fútbol mundial

A partir de ahora, cada 21 de agosto se celebra el Día de las Futbolistas, como tributo a una goleada a Inglaterra

El fútbol femenino tiene en el país una historia más larga de lo que muchos imaginan. Y tiene también un gran hito, el que se produjo el 21 de agosto de 1971, cuando la Selección argentina goleó 4 a 1 a la inglesa en un Estadio Azteca colmado por más de cien mil personas. Ese día, Elba Selva hizo los cuatro goles del combinado nacional, un equipo que llegó al Mundial de México como pudo -sin botines, sin cuerpo médico, sin masajista y sin dirección técnica-, pero que consiguió igual la hazaña deportiva de ser el primer seleccionado argentino en derrotar a uno de Inglaterra en el marco de un Mundial. Y se volvió al país con la frente en alto.

Las argentinas jugaron otros dos partidos en ese torneo: el primero lo perdieron con el equipo local, 3 a 1, y en el otro cayeron frente a Dinamarca, una potencia de la época que, de hecho, se quedó con la Copa. Si bien ese torneo no es considerado oficial, marcó un jalón en la historia del fútbol femenino y, además, fue un éxito absoluto en términos de convocatoria. Dinamarca también había ganado el primer Mundial no oficial, jugado en Italia un año antes. La primera Copa Mundial femenina aprobada por la FIFA se jugó mucho más tarde, en China: fue en 1991, participaron doce selecciones y la ganó Estados Unidos, que derrotó a Noruega en la final, 2 a 1.

Unos cuantos años después, en 2018, Lucila Sandoval, una exarquera de All Boys, San Lorenzo, Ferro, Independiente y Excursionistas, llevó adelante una convocatoria general a las futbolistas que jugaron entre los 50 y los 90 para conformar Las Pioneras del Fútbol Argentino, una organización destinada a reunir a las mujeres que practicaron alguna vez un deporte durante mucho tiempo monopolizado por los hombres.

Además de las once de aquel Mundial de México (un 4-2-4 integrado por Soler; Suárez, Cardozo, Feito y Gómez; Troncoso y Andrada; Lembesi, García, Selva y Brúcoli), son muchas las chicas que se animaron a darle a la redonda: desde Ana Maradona, hermana mayor de Diego que se prendía en algunos picados cuando daba para sumarse, hasta Las Inmortales que hace unos meses nos hicieron emocionar en ese partidazo contra Escocia en el que perdían 3 a 0 hasta que faltaban 20 minutos para el cierre y finalmente terminaron empatando. El pasado Mundial de Francia visibilizó notablememente el fútbol femenino en la Argentina. Es una realidad que se viene construyendo hace años, no hay dudas, pero de la que empezó a notarse una conciencia colectiva recién ahora, como se reflejó en los medios durante esta última Copa.

La legisladora porteña Andrea Conde, de Unidad Ciudadana, es la promotora del proyecto para que el 21 de agosto, la fecha de la goleada a Inglaterra, sea declarado Día de las Futbolistas en Argentina. Dos de las heroínas de aquel partido fueron Betty García y la goleadora Elba Selva. Betty tiene 77 años, vive en Villa Crespo y hoy dirige el Norita Fútbol Club, un equipo que lleva ese nombre en homenaje a Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Elba, afincada hoy en General Rodríguez, sigue practicando deportes: juega al fútbol, al newcom (vóley adaptado para adultos mayores) y participó en el pentatlón de la etapa regional de los Juegos Bonaerenses, hace unas semanas, en San Antonio de Areco.

Para Elba, lo que está pasando hoy es como un cuento de hadas: "Sí, es como un sueño. Es muy emocionante ver a tantas chicas interesadas por el fútbol. Cuando yo empecé, éramos poquitas -recuerda-. Pero las cosas cambiaron mucho: antes me decían 'andá a lavar los platos' y hoy me aplauden. Una vez, estaba con una amiga paseando por Mataderos. Íbamos en bicicleta y pasamos por un potrero donde había un grupo de chicos jugando. Nos gritaron: '¡Eh, vengan a jugar con nosotros!', pero sobrándonos. Mi amiga quería irse, pero yo la convencí de quedarnos. Jugamos una para cada lado y los pibes se quedaron helados. Cuando terminó el picado, nos felicitaron. 'No pensábamos que jugaban tan bien', nos dijeron. No me lo olvido más".

Betty se prendía en partidos de varones que se jugaban en las playas de Quilmes en la década del 50. Después, entró a All Boys, uno de los primeros clubes que le dieron lugar al fútbol femenino, y más tarde pasó a Piraña, en Parque Patricios. "A esos partidos de la playa me acompañaba mi papá. En Bernal, conocí una chica que jugaba en All Boys. Fue ella la que me llevó a ese club y muy pronto quedé en el equipo. Hacía poquito había perdido a mi mamá, y mi papá no me ponía trabas para que jugara al fútbol. Sabía que era una distracción necesaria para mí. En la cancha, yo me olvidaba de todo, pensaba solo en el juego".

No está claro cuándo se jugó el primer partido de fútbol femenino en el país, pero hay registros de uno de 1923, al que el diario La Vanguardia le dedicó un generoso espacio. Fue organizado por un empresario que lo pensó como un espectáculo exótico y terminó 4 a 3: las Argentinas les ganaron a las Cosmopolitas.

Lo que sí está claro es que un momento clave fue el partido contra Inglaterra de 1971, en el que las argentinas usaron botines prestados en lugar de las zapatillas con las que habían viajado. "Era como caminar con tacos altos", grafica Elba. También tuvieron un DT que les faltó en el debut: Norberto Rozas, un argentino que había jugado al fútbol en México. "Nos ordenó un poco, pero lo importante fue que nosotras nos mentalizamos para ganar -subraya Betty-. Las candidatas eran las inglesas. Y la gente quería que ganemos nosotras, que éramos las más débiles. Jugamos con el público a favor y nos salieron todas. Yo jugaba de 9 de área, pero ese partido fui de zaguera. Arriba estaba Elba, que tenía una zurda fabulosa, como la de Messi".

Este año, Betty y Elba tuvieron la posibilidad de revivir la emoción de estar en un Mundial: fueron invitadas al que se jugó en junio pasado en Francia, donde Argentina perdió 1 a 0 con Inglaterra. Ellas y otras compañeras de la Selección del '71 estuvieron en el Stade Océane de Le Havre, vivieron intensamente las alternativas de ese partido y, al final, masticaron la tristeza de la derrota. Elba resalta la emoción que le produjo estar ahí: "Me acordé de los cuatro goles que hice en México, de cómo nos ovacionó todo el estadio aquella vez, y me conmoví". Betty coincide, aunque también señala que tuvo una discusión -corta, más cargada de picardía que de enojo genuino- con un hincha inglés: "Uno se me acercó para decirme: 'Y, ¿qué pasó?'. Le contesté: 'Lo mismo que les pasó a ustedes en el 71, pero la diferencia es que nosotras les hicimos tres más'".

A medida que avanza la charla, los recuerdos van apareciendo uno detrás del otro. "Lo que me entusiasma es que las chicas puedan hacer lo que les gusta, sin tener que esconderlo -dice Elba-. Cuando yo empecé a jugar, en el barrio me miraban como a un bicho raro. Mi mamá no quería saber nada. Mi papá sí, y me llevó a conocer un montón de canchas. Él apoyaba que yo hiciera deportes. Un día, jugando al básquet, tiré al aro y la pelota rebotó en el tablero. Cayó cerca de mí y le pegué un zurdazo tremendo que la hizo estallar contra una pared. Una chica vio eso y me dijo: 'Tenés que venir a jugar al fútbol con nosotras'. Y así la conocí a Betty. Eso fue en el 58. Yo vivía en Lugano y me fui a jugar con ellas a Pompeya".

Trece años después, Elba estaba en el Estadio Azteca haciendo de las suyas, un destino con el que su familia colaboró decididamente: "Mi marido y mi hija me apoyaron siempre -aclara-. Cuando él se enteró de que las chicas se iban a México, me dijo: '¿Y vos no vas a ir?'. Me alentó mucho con el fútbol, por eso le estoy muy agradecida. Porque ir a ese Mundial fue algo realmente hermoso. Se me aflojaron las piernas cuando vi cómo festejaba los goles la gente y se me aflojan hoy cuando lo recuerdo".

Aun siendo la figura de ese partido histórico, Elba no pudo dedicarse de lleno al fútbol como hubiera querido. Tuvo que seguir trabajando, e incluso sufrió un despido de la fábrica de medias en la que era empleada, por ausentarse unos días para jugar un partido en el interior. "Después, conseguí entrar al Sanatorio Güemes, donde trabajé muchos años como ayudante de servicio. Ahí me jubilé. Y hoy tengo tiempo para meterme de lleno en todo lo que me gusta: hacer caminatas, jugar al vóley, al tenis y al fútbol... El deporte es mi vida", afirma.

Betty ya dejó de lado la actividad física y se concentra en su rol de DT. "Dejé de jugar en el 83, porque tenía que trabajar muchas horas en una agencia de lotería de Villa Crespo", devela. Antes, había tenido una fábrica de guantes industriales a la que, justamente, le había quitado horas de dedicación para jugar al fútbol, algo que hoy, cuando las condiciones son levemente distintas, quizá podría haber resuelto de otra manera. "La profesionalización permite darle más tiempo a tu verdadera vocación. Creo que el fútbol femenino podría haber tenido una historia diferente en Argentina, pero a Julio Grondona no le gustaba mucho, porque no le veía la pata del negocio. Y eso que nosotras habíamos llenado el Estadio Azteca", opina Betty. También dice que las futbolistas de su camada fueron, a su manera, pioneras del feminismo: "Nosotras dimos esa pelea estando solas. Ahora es otra cosa. Pero las jóvenes feministas están haciendo mucho para que todo esto crezca. Ayudan dentro y fuera de la cancha".

En marzo de 2017, Betty vivió otro momento feliz: antes de un partido con Godoy Cruz en la cancha de Racing, la directiva de La Academia, el club de sus amores y donde además jugó, le entregó una placa de reconocimiento en medio de una ovación. Elba, en cambio, es hincha de Boca. Pero ambas coinciden en gustos futbolísticos, más allá de asuntos de camiseta: destacan a Estefanía Banini -la número 10 de la Selección argentina y actual figura del Levante de España-, a la delantera María Belén Potassa -hoy, en el Club Deportivo UAI Urquiza- y a la arquera Vanina Correa de Rosario Central. Y prefieren a Maradona, aunque elogien a Messi.