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Samaritanos al rescate: Nadie quería lidiar con coronavirus

BHAKTAPUR, Nepal (AP) — Cuando la mujer falleció en un hospital el mes pasado poco después de dar a luz, su bebé fue llevada a un sector aislado. Era la primera víctima del coronavirus que moría en Nepal.

Ni el personal del hospital ni los conductores de ambulancias querían hacerse cargo de ella, temerosos de contagiarse, y no había quién trasladase el cadáver del hospital al crematorio, donde sería cremada según las tradiciones hindúes.

Las autoridades llamaron entonces al RYC-16, como se hacen llamar tres hombres y una mujer que lucen chalecos azules y son conocidos por su trabajo desinteresado como voluntarios en Bhaktapur, al este de la capital Katmandú,

RYC-16 es la abreviatura de “Rescate y Conocimiento” y el número 16 alude a la cantidad de desastres con los que pueden lidiar. Intervinieron en el terremoto del 2015, en accidentes viales y en muchos tipos de situaciones. Su aporte durante la pandemia, no obstante, exige un sacrificio mucho más grande, según médicos, empleados del hospital y líderes cívicos.

“Son nuestros héroes. Hacen lo que nadie se anima a hacer. Cuando hasta el personal médico tenía miedo, ellos se animaron a ayudar a la gente en la pandemia”, expresó el concejal capitalino Kiran Thapa.

Reciben apoyo de empresarios y han sido muy elogiados por dar una mano en medio de una pandemia para la cual sistema sanitario no estaba preparado.

Desde que se informó del primer caso en Nepal, el equipo ha estado acampando en una carpa instalada en el techo de una farmacia de un hospital en Bhaktapur.

“Apenas se dispuso la cuarentena, decidimos acampar aquí para poder ayudar. Suponíamos que mucha gente iba a venir a hacerse pruebas”, dijo el líder del grupo Arun Sainju en declaraciones a la Associated Press desde su carpa.

Sainju, de 31 años, es instructor de medidas de seguridad en una escuela. Formó el equipo después del devastador terremoto del 2015. Pese a estar enfermo con fiebre alta, dejó su cama en el hospital para ayudar al personal, que estaba abrumado.

“Separaba los muertos de los heridos y los catalogaba para los médicos”, relató Sainju. “En ese momento cambió mi vida y decidí ayudar a la gente”.

Nhuja Kaiju, de 20 años, trabaja en computación en una oficina del gobierno y Rajesh Gaiju, de 28, es maestro de historia. Solo Punam Karmacharya, una enfermera de 22 años, tiene conocimientos de medicina.

Cuando surgió el brote del virus en la vecina China este año, el equipo se entrenó con el ejército nepalés para prepararse para la pandemia. Aprendió a manejar muestras del virus y a disponer de cadáveres infectados.

Y cuando la mayor parte del personal de emergencias se negó a transportar pacientes que se sospechaba tenían el COVID-19, RYC-16 convirtió una camioneta prestada en una ambulancia y empezó a atender llamados de Bhaktapur y localidades vecinas de gente que quería hacerse pruebas para saber si había contraído el virus.

Además de la carpa donde duermen, instalaron otras dos en terrenos del hospital en la que ellos y enfermeras guardan las muestras de las pruebas. Unas 80 personas se presentan a diario para hacerse pruebas. Voluntarios los hacen formar cola, recaban información y toman sus muestras.

El mes pasado intervinieron cuando murió una joven madre.

“Cuando llegamos a la morque, había sangre por todo el piso y el cadáver no estaba envuelto debidamente. Tuvimos que volver a colocarlo en una bolsa, llevarlo al vehículo y trasladarlo al templo de Pashupati para su cremación”, contó Sainju.

En el crematorio el personal tampoco quería acercarse al cadáver, de modo que el equipo fue el que lo llevó al horno mientras la familia observaba a la distancia. Los miembros de RYC-1, dijo Sainju, “fuimos la procesión funeraria de la señora”.

Después de esta intervención se declararon en cuarentena por 11 días. Sainju confiesa que sintió mucha ansiedad.

Su preocupación era que, al no estar ellos, mucha gente necesitada sufriría.