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‘Sales y no tienes nada’: Ya fuera de la cárcel, no hay programas de reinserción y sí rechazo y estigmas

María estuvo en prisión por el delito de narcomenudeo, primero en las Islas Marías y luego en el estado de Morelos. Aunque tenía un empleo y una situación económicamente estable, que le daba lo suficiente para vivir y mantener a su familia -a sus dos hijos y a su hija-, terminó involucrándose en el negocio de venta de drogas al que se dedicaba su pareja.

En la cárcel tomó distintas actividades que se ofrecen a las internas: desde cursos de repostería hasta talleres de encuadernación. Todo el tiempo imaginaba cómo sería su vida afuera, para volver a estar con su gente más querida.

Sin embargo, al salir, la realidad golpeó sus expectativas.

“En la cárcel tienes sueños, tomas el curso de aquí y de allá, pero sales y no tienes nada, es una impotencia porque realmente no tienes nada”, relata.

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Al recuperar su libertad por primera vez, se encontró con que no tenía dinero ni para comprar alimentos, ni para ella ni para su hija menor. Tampoco tuvo un apoyo social o económico, para ‘volver a empezar’.

“Fueron días de estar comiendo sopa de desayuno, comida y cena porque no alcanzaba para más. Era una locura decir: ‘bueno, pues nada más vendo poquito para poder volver a empezar’… sabía que al pedir trabajo me pedirían la carta de antecedentes no penales o me dirían que no, porque estuve en la cárcel”.

Aunque a trazos gruesos, ese fue el contexto en el que María reincidió tres veces. Siempre tuvo el miedo de “tener que volver a lo mismo”, pero aún así, lo hizo.

Como contó ella misma, “lo difícil no fue estar en la cárcel sino salir de ahí”, ya que “afuera es el verdadero campo de batalla”, sin opciones para la reinserción y un panorama adverso.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad 2021 (ENPOL) del INEGI, el 60.9% de mujeres privadas de la libertad consideran que al haber estado en la cárcel afectará su posibilidad de integrarse al ámbito laboral, y 31.2 % a su propio círculo familiar.

Las mujeres, en dicho estudio, mostraron tener menos expectativas de una reinserción exitosa, en comparación con los hombres, para seguir trabajando, estudiar o reencontrarse con sus amigos.

En historias y experiencias como la de María se ha encontrado que el proceso de retorno a barrios y comunidades está cargado de obstáculos, en gran medida por las distintas formas de discriminación, por haber estado en prisión; y en el caso de las mujeres, también porque hay una realidad machista que deben enfrentar.

María tuvo que recuperarse por su cuenta, emprendió ‘con sus propias uñas’ su negocio de encuadernación de libretas, lo que le permitió ir ahorrando de a poco para poner su negocio de comida.

Sin embargo, es un camino solitario, porque en general en el país no hay políticas públicas de apoyo y acompañamiento de atención post penal, considerando que cada año egresan aproximadamente 91 mil personas de algún centro penitenciario.

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En los datos recientes arrojados por la ENPOL 2021, sólo el 29.6 % de las personas encuestadas dijo conocer algún programa gubernamental de reinserción post penal, y el 92.8 % de este universo expresó su deseo de ser beneficiario de estos.

Y si bien tienen esas expectativas, en el informe “La Reinserción Social Comunitaria en México, diagnóstico, recomendaciones y rutas de acción” realizado por la organización CEA Justicia Social, se refiere que aunque a nivel estatal y federal existen instancias con atribuciones y obligaciones en la materia, como la Unidad de Apoyo al Sistema de Justicia dependiente de la Secretaría de Gobernación, en el país se carece de programas que atiendan a esta población una vez que egresan de la cárcel.

La oferta que reporta la Unidad de Apoyo dependiente de la Segob se centra en su mayoría en acciones que se llevan a cabo al interior de los centros penitenciarios, como bazares navideños o aulas digitales, dejando desprotegida a la población liberada que requiere de políticas que les restituyan sus derechos para, de esta forma, evitar que regresen a ser privados de la libertad.

Además de la necesidad de programas de reinserción laboral, los datos de la ENPOL muestran que la gente que sale de prisión también enfrenta dificultades para encontrar una vivienda, y para que sus propios familiares los acepten.

Un 17.4% de hombres y un 22% de mujeres mencionó que no tendría para pagar un lugar para vivir, al salir de la cárcel.

Un 21% de hombres y un 20.5% de mujeres cree que serían rechazados por las personas con quienes solían vivir. Y un 14.9% de hombres y un 11.4% de mujeres dijo que había perdido contacto con sus conocidos.

Los datos de esta nota son de la Encuesta Nacional de Población Privada de la Libertad, ENPOL 2021, que el INEGI presentó este 7 de diciembre.

Data Cívica, Intersecta, CEA Justicia y Animal Político realizaron el ejercicio #DatosParaLaLibertad para revisar sus resultados.

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