De los sándwiches de prosciutto de Froilán en Italia a estos atletas que no se cansan

Un gran premio de Fórmula 1 implica un desafío mental y físico para los pilotos, aunque hay quienes entienden que existe margen para exprimir del selecto grupo de 20 nombres que conforman la grilla. Lewis Hamilton, con 14 temporadas y seis coronas, abona la teoría. "Un piloto debería terminar físicamente destrozado después de una carrera; así es como debería ser un deporte. La F. 1 no es tan física, por eso vemos a un joven de 18 años conducir sin problemas. Los autos no son exigentes", argumenta la estrella de Mercedes y puntero del campeonato 2020.

Diseñar autos que demanden mayor desgaste físico tampoco garantizaría ese deseo de Hamilton. Los pilotos, además de contar con autos con dirección asistida, tienen una trabajosa preparación y se ajustan a dietas que en nada se parecen a las costumbres alimentarias de quienes eran parte de la categoría en las décadas pasadas. Treinta años atrás, Nigel Mansell y Nelson Piquet, dos campeones del mundo, llegaron a bajar del auto casi desmayados por el cansancio. "Nunca vieron un gimnasio desde dentro y algunos fumaban. No estaban lo suficientemente en forma", razona Franz Tost, director del equipo Alpha Tauri, sobre los comportamientos de aquellos tiempos.

El trazado de Sepang, en Malasia, conlleva un reto físico por las elevadas temperatura y humedad. Max Verstappen se mareó, a causa de una deshidratación, tras el primer ensayo en 2016; once años antes, Fernando Alonso apenas se mantuvo en pie en el podio, después de firmar su segunda victoria en Fórmula 1. "El sistema de hidratación no funcionó y estuve en problemas. Las últimas 15 vueltas se me hicieron eternas. Terminé en el límite, pero terminé", dijo el asturiano, que a diferencia de Hamilton considera que la F. 1 tiene un desgaste mayor que conducir en el Rally Dakar, aventura que protagonizó este año.

"Los corredores éramos todos pesos pesados. Cuando vivíamos en Galliate, con el equipo argentino salíamos a andar en bicicleta hasta Novara, unos 20 kilómetros. Pero cada tanto me perdía en alguna rotisería y me mandaba unos sándwiches de prosciutto, y los esperaba a la vuelta. Y cuando íbamos a correr a Inglaterra cargábamos el camión con fideos, el chianti...", recordaba José Froilán González, en una anécdota que resulta todo un reflejo del cambio de hábito de los pilotos de Fórmula 1.