Ruth Bader Ginsburg, una rockstar del feminismo y el progresismo de EE.UU. en la Corte Suprema

Ruth Bader Ginsburg murió ayer a los 87 años por un cáncer de páncreas
Fuente: Archivo

WASHINGTON.- Un cartel comenzó a verse en algunos barrios de Washington durante la pandemia con una de las fotos más famosas de Ruth Bader Ginsburg -conocida en el mundo por sus siglas, "RBG"-, cubierta por un barbijo. "RBG trabaja a menos de cinco millas de acá. Si no usás barbijo para proteger a tus amigos, hacelo para proteger a RBG", decía. Una tienda feminista en el centro de la ciudad vende medias con su cara, y bidones para agua y remeras con la leyenda: "Plank like RBG", un homenaje a la devoción de la jueza por su rutina de ejercicios, un hábito inmortalizado en su documental en Netflix, RBG.

Ruth Bader Ginsburg, quien murió ayer a los 87 años, logró en su vida algo muy extraño para un juez de la Corte Suprema de Estados Unidos -o de cualquier otro país, por caso- que nadie jamás consiguió antes: alcanzar la estatura de rockstar, un ícono cultural cuya vida y legado quedaron inmortalizados en fallos y opiniones judiciales históricos que cambiaron el día a día de la gente y el rumbo del país, pero, también, en murales en las calles, remeras, pegatinas, tatuajes y libros para niños.

Conmoción en EE.UU.: murió la jueza de la Corte Ruth Bader Ginsburg

Nacida en Brooklyn en 1933 durante la Gran Depresión en una familia de inmigrantes judíos rusos, Ginsburg construyó una carrera dedicada a la igualdad y, sobre todo, al reconocimiento de los derechos de las mujeres que la llevó hasta el máximo tribunal, y la convirtió en una heroína del movimiento feminista y el progresismo de Estados Unidos. Ginsburg logró abrirse camino en una era en la cual las mujeres enfrentaron obstáculos que ella se encargó de derrumbar para las generaciones futuras.

Amante de la ópera, una vez confesó que su único gran lamento era no haber sido una diva en los escenarios. Al final, logró de todos modos un tardío estrellato al forjar un legado legal a favor de la igualdad, un hilo que recorrió su larga trayectoria en los tribunales del país.

"Siempre ha sido que las niñas deben tener la misma oportunidad de soñar, aspirar y lograr, hacer lo que sea que los talentos dados por Dios les haya permitido hacer, como los niños", definió Ginsburg, al hablar sobre la igualdad de género, en una conversación de 2015 en la American Constitution Society. "No debería haber ningún lugar donde no haya una alfombra de bienvenida para las mujeres -definió en ese momento-. De eso se trata todo, mujeres y hombres, trabajando juntos, deberían ayudar a hacer de la sociedad un lugar mejor de lo que es ahora."

RBG comenzó sus estudios en la Universidad Cornell, donde conoció a quien luego sería su marido, Martin Ginsburg, el primer hombre al que le importó lo que tenía en su cabeza, recordó muchos años después. En 1956, se inscribieron juntos en la facultad de derecho de Harvard en 1956. Ella era una de las nueve mujeres en una clase de más 500 personas. Tres años después, Ginsburg se mudó a Nueva York para graduarse en la Universidad de Columbia, y luego comenzó a dar clases en la Universidad Rutgers, de Nueva Jersey.

Derechos de las mujeres

Su trabajo a favor de los derechos de las mujeres ganó notoriedad en la década del 70, cuando se puso al frente de un equipo de abogado en la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, según sus siglas en inglés) al convertirse, en 1972, en la primera directora del Proyecto de Derechos de las Mujeres.

"Pocas personas han tenido un efecto tan dramático y duradero en un área particular del derecho como la jueza de la Corte Suprema Ruth Bader Ginsbur", dijo Anthony Romero, director Ejecutivo de ACLU. "Ella deja un país cambiado debido al trabajo de su vida", agregó.

Durante los 70, Ginsburg lideró las batallas legales arraigaron la garantía constitucional a favor de la igualdad al eliminar discriminaciones contra la minoría y las mujeres, y sentaron las bases para fallos históricos, como la legalización del matrimonio gay en la Corte Suprema, en 2015, un fallo en el que votó a favor. Para 1974, el proyecto liderado por Ginsburg había participado en más de 300 casos de discriminación sexual, y entre 1969 y 1980, la ACLU participó en el 66 por ciento de los casos de discriminación de género que fueron decididos por la Corte Suprema.

En 1981, el entonces presidente demócrata Jimmy Carter la nominó para ocupar una de las sillas en la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia, uno de los tribunales más influyentes y prestigiosos del país, largamente visto como un trampolín a la Corte Suprema. En 1993, otro presidente demócrata, Bill Clinton, la nominó para convertirse en la segunda mujer en llegar al máximo tribunal. El Senado aprobó su nominación con un abrumador respaldo de 93 voto a favor, y sólo tres en contra.

Uno de los fallos más significativos de su carrera ocurrió apenas tres años después de su llegada a la Corte. En 1996, Ginsburg fue la autora de un fallo que ordenó al Instituto Militar de Virginia admitir mujeres, eliminando una tradición de 157 años de educación exclusivamente masculina en una escuela estatal. Esa decisión, dijo Ginsburg, fue "la culminación del esfuerzo de la década de 1970 por abrir puertas para que las mujeres pudieran aspirar y lograr logros sin restricciones artificiales".

"Su gran don no fue sólo ser una brillante abogada, litigante, y juez, sino también un ser humano cálido y empático. Ella sintió la pérdida de derechos y respeto que sus clientes sintieron. Y ella se sintió obligada a intentar corregir esas injusticias", dijo Hillary Clinton. "Es una pérdida devastadora para tantos. Pero, más que eso, es una pérdida devastadora para el país", agregó.

Ginsburg y Antonin Scalia, otro ícono de la Corte Suprema que falleció en 2016, causando la misma conmoción para el conservadorismo de Estados Unidos que la muerte de Ginburg generó en el progresismo, compartieron una muy estrecha amistad, además de su pasión por la ópera. Ambos se conocieron en la Corte de Apelaciones, antes de ser colegas en la Corte Suprema.

"Fue la mejor de los colegas, y la mejor de los amigos", dijo Scalia en los 90, antes de que Ginsburg se sumara al máximo tribunal, al confesar cuánto la extrañaba tras haber dejado la corte de apelaciones. "Le deseo unos 100 años."