Rusia planeaba importantes reformas militares y Ucrania es una muestra del resultado

Un militar ruso sobre un tanque en el pueblo georgiano de Igoeti, el 16 de agosto de 2008. (Justyna Mielnikiewicz/The New York Times)
Un militar ruso sobre un tanque en el pueblo georgiano de Igoeti, el 16 de agosto de 2008. (Justyna Mielnikiewicz/The New York Times)

Los vehículos del Ejército estaban tan decrépitos que los equipos de reparación se encontraban cada 24 kilómetros. Algunos militares tenían tan mala condición física que el Ejército contaba con un presupuesto de 1,5 millones de dólares para ajustar de talla los uniformes normales.

Así era el Ejército ruso hace más de una década, cuando el país invadió Georgia, según el ministro de Defensa de aquel entonces. Las deficiencias, grandes y pequeñas, eran tan notorias que el Kremlin anunció una modernización completa del Ejército para crear una fuerza profesional más esbelta y flexible.

Sin embargo, ahora, casi tres meses después de la invasión de Rusia a Ucrania, está claro cuán lamentablemente lejos se quedó el Kremlin de crear una maquinaria eficaz de combate. Las fuerzas rusas en Ucrania han decepcionado a un grado que ha sorprendido a la mayoría de los analistas de Occidente, quienes han considerado la posibilidad de que la operación militar del presidente de Rusia, Vladimir Putin, termine siendo un fracaso.

Según cualquier medida, a pesar de haber capturado territorios en el sur y el este, el Ejército ruso ha sufrido un golpe significativo en Ucrania. Se ha visto forzado a abandonar la que esperaba que fuera una guerra relámpago para tomar por la fuerza todo el país en unos pocos días. Sus fuerzas fueron obligadas a retirarse de los alrededores de Kiev, la capital. El buque insignia de la flotilla del mar Negro, el Moskva, fue hundido; nunca ha controlado los cielos, y, según algunos estimados de Occidente, han muerto decenas de miles de rusos.

Esta guerra ha expuesto el hecho de que, para detrimento de Rusia, todavía sobrevive una gran parte de la cultura militar y la conducta aprendida de la era soviética: la inflexibilidad en la estructura de mando, la corrupción en el gasto militar, el ocultamiento de las cifras de bajas y la repetición del mantra de que todo avanza según lo planeado.

Las señales de los problemas estaban a la vista de todos. Apenas el verano pasado, Rusia realizó unos juegos de guerra que, según el Ministerio de Defensa, mostraron su capacidad para coordinar un despliegue de 200.000 hombres de distintas divisiones del Ejército en un simulacro para combatir a la OTAN. El ministerio señaló que iba a ser uno de los ejercicios más grandes de la historia.

El viceministro de Defensa, el teniente general Yunus-Bek Evkunov, les dijo a los reporteros que los ejercicios demostraron la capacidad de Rusia para desplegar con rapidez fuerzas conjuntas de tal manera que “haría reflexionar a cualquier enemigo”.

Los restos quemados de hasta nueve tanques rusos y vehículos blindados de combate a lo largo de un camino a la salida del pueblo de Dmytrivka, Ucrania, el 2 de abril de 2022. (Ivor Prickett/The New York Times)
Los restos quemados de hasta nueve tanques rusos y vehículos blindados de combate a lo largo de un camino a la salida del pueblo de Dmytrivka, Ucrania, el 2 de abril de 2022. (Ivor Prickett/The New York Times)

Todo el ejercicio estuvo planeado. No había ninguna fuerza opositora; las principales divisiones involucradas habían practicado su coreografía durante meses y cada uno de los ejercicios comenzaba y se detenía en un momento preestablecido. La cantidad de militares que participaron probablemente fue la mitad de la cifra anunciada, según analistas militares.

“En esencia, es el Ejército soviético”, comentó Kamil Galeev, un analista ruso independiente y otrora investigador del Centro Wilson en Washington. “Las reformas aumentaron la eficacia del Ejército, pero solo lo hicieron a medias”.

Después del conflicto con Georgia en 2008, cuando Rusia intentó modernizar su Ejército, la idea era deshacerse del Ejército rígidamente centralizado de la era soviética que en teoría podía reunir a 4 millones de militares en un santiamén. En cambio, los oficiales de campo tuvieron más responsabilidades, las divisiones aprendieron a sincronizar sus habilidades y todo el arsenal fue arrastrado a la era digital.

Muchos tradicionalistas se resistieron a la reforma, pues preferían el antiguo modelo de una enorme fuerza concentrada. Sin embargo, otros factores también contribuyeron a la incapacidad de cambio en el Ejército. Los índices de natalidad se desplomaron en la década de 1990, lo cual redujo la cantidad de hombres que podían ser reclutados. Esto y que se mantuvieron los salarios bajos demoraron los objetivos de reclutamiento. La corrupción endémica obstaculizó los esfuerzos de reforma.

No obstante, para los analistas, el problema de base fue que perduró la cultura militar de la Unión Soviética, a pesar de la falta de hombres y medios para sostenerla.

“El Ejército soviético fue creado para generar millones de hombres que llenaran muchísimas divisiones con una cantidad interminable de reservas de equipo”, comentó Michael Kofman, director de Estudios de Rusia en CNA, un instituto de investigación en Arlington, Virginia. “Fue diseñado para la tercera guerra mundial, la guerra con la OTAN que nunca llegó”.

A final de cuentas, el programa de reformas se postergó y, como resultado, quedó una versión híbrida del Ejército, algo entre una movilización masiva y una fuerza más flexible, según analistas. El Ejército sigue favoreciendo una artillería significativa por encima de soldados de infantería que pueden tomar y controlar territorios.

El guion que usa el Ejército para las prácticas de guerra, el que se exhibió en los ejercicios del verano pasado, es revelador. “A nadie se le pone a prueba la capacidad de pensar en el campo de batalla”, mencionó William Alberque, el director radicado en Berlín del programa de control de armas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. En cambio, los oficiales son evaluados según su habilidad para cumplir órdenes, comentó Alberque.

A Rusia le gustaría que el mundo viera a su Ejército como aparece durante el desfile anual del Día de la Victoria, un instrumento bien aceitado de militares en forma vestidos con uniformes elegantes que marchan al unísono y están plagados de armas amenazadoras.

“Usan las fuerzas militares como una maquinaria de propaganda”, opinó Gleb Irisov, de 31 años, un teniente retirado de la fuerza aérea que dejó el Ejército en 2020 después de cinco años. Luego, Irisov trabajó como analista militar para la agencia oficial de noticias TASS antes de renunciar y salir del país porque se oponía con vehemencia a la invasión.

Los altos comandantes militares arguyen que las recientes fuerzas expedicionarias, en especial en Siria, mostraron un entrenamiento de combate real, pero los analistas consideran que esa afirmación es inflada.

Los militares rusos no enfrentaron a ningún adversario real en Siria; en su mayor parte, la guerra fue una operación de la fuerza aérea en la que los pilotos podían volar a voluntad sobre los blancos. Rusia no ha peleado una guerra terrestre a gran escala desde la Segunda Guerra Mundial.

No obstante, los líderes de Rusia exageraron el éxito del país. En 2017, en una reunión con otros ministros en Filipinas, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, presumió que Rusia había “liberado” 503.223 kilómetros cuadrados en Siria. El problema es que el área que Shoigú aseguró haber liberado de los milicianos es más del doble del tamaño del país, según Proekt, un medio informativo independiente.

Rusia ha invertido cientos de miles de millones de dólares en su Ejército y, bajo el Programa de Armamento del Estado ha producido un mar de nuevos aviones, tanques, helicópteros y otros materiales bélicos. El gasto militar no ha sido menor al 3,5 por ciento del producto interno bruto durante buena parte de la última década, según cifras del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos, en una época en la que la mayoría de las naciones europeas tuvo dificultades para invertir un 2 por ciento del PIB. Y esa solo es la porción pública del presupuesto militar de Rusia.

Gracias a este tipo de inversión financiera, Rusia ha obtenido sus logros en Ucrania.

Johan Norberg, un analista especializado en Rusia de la Agencia Sueca de Investigación de Defensa, comentó que Rusia y su Ejército están demasiado extendidos como para esperar que resuelvan todos los problemas, incluso en una década. La guerra en Ucrania expuso el hecho de que el Ejército ruso “no mide 3 metros de alto, pero tampoco medio metro”, mencionó.

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