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Rumbo a Augusta: Abel Gallegos, el amateur argentino que cuenta los meses para jugar en el Masters

Si el mundo no hubiese quedado patas para arriba, Abel Gallegos estaría jugando esta semana el Masters. El primer major de golf del año se pospuso y se disputará del 12 al 15 de noviembre, con lo que se postergó la ilusión del aficionado de Veinticinco de Mayo,que había obtenido la clasificación para Augusta y el Open en el último Latin American Amateur Championship. Allí en el campo mexicano de El Camaleón, en Playa del Carmen, el chico de 18 años se convirtió en el argentino más joven de la historia en acceder a ambos torneos grandes, pero todo se mantiene en un compás de espera debido al poder destructor del coronavirus.

"Cuando me enteré de la postergación del Masters estaba jugando el torneo de Sage Valley en Carolina del Sur y me dio tristeza. Solo basta imaginarse la ansiedad que tenía, aunque lo mismo les ocurre al resto de los participantes. Pero bueno, la decisión es por el bien de todos y hay que pensar en cuidarnos", reflexiona el joven formado en Las Mulitas Golf Club. Respecto del Open, cancelado el lunes pasado y previsto para julio de 2021, solo le resta entregarse a una expresión de deseo: "Rezo para que me inviten".

Más allá de que el Masters saltó siete meses en el calendario, Abelito utilizó ya el permiso que Augusta National les otorga a los clasificados. No dudó: a principios de marzo practicó la cancha del Masters con el coach Hernán Rey, que trabaja para la AAG y ayuda a los golfistas argentinos aficionados de las universidades de Estados Unidos, más allá de que Gallegos es una excepción en este rubro. "Caí en la cuenta de lo que significa el club cuando entré por la puerta de Magnolia Lane. Sentí una emoción tremenda, porque pasé de ver este major en mi casa a estar ahí y jugar la cancha. Lo que más me sorprendió fueron los movimientos del campo. En la tele no se ve ni de cerca cómo es realmente, pero es una característica que te impresiona a primera vista", revela Gallegos, que en épocas normales se entrena en Pilar Golf Club y eligió por ahora no incorporarse a un claustro norteamericano.

Fueron cuatro jornadas en el mágico campo de magnolias y azaleas, del 1 al 4 de marzo. El primer día pasearon por la cancha y Rey le aconsejó: "Hoy disfrutá, casi no te preocupes por el golf". La idea era que el joven asimilara el shock del lugar y solo respirara aquella atmósfera con tanta historia. Apenas pegó unos tiros. Ya el segundo día anotó 72 -par de la cancha- con una pelota en serio, entreverando muchos tiros de práctica. Entre los dos fueron armando la estrategia de cada hoyo: a dónde tirar y por donde "no ir". Rey describe: "Abel necesita poca información, es muy simple, intuitivo y con mucho talento. Salvando las diferencias, es muy parecido al Pato Cabrera, que solo quería que le dieras la distancia, a dónde había que tirar y listo. Yo también le llevé los palos a Vicente Fernández y el Chino te preguntaba cuánto había desde el borde derecho, cuánto atrás, qué tan profundo estaba el bunker; es decir, te pedía toda la info para definir una estrategia".

El tercer día en Augusta fue el más emocionante. A Abel le había gustado una gorra que vendían en el inmenso Pro-Shop del club, una tentación a la hora de comprar productos con la marca Masters. Y Rey lo desafió: "Okey, Si hacés bajo par, yo pago la gorra; si firmás el par de campo empatamos y si anotás por arriba de 72 me la comprás vos". El Gordo de ojos achinados y cachetes rosados asumió el reto y cumplió con creces: empleó 69 golpes (-3) con una sola pelota. Jugó la cancha al revés: arrancó por el hoyo 10 y concluyó en el 9. En el primer trayecto hizo 33 y completó luego la ida con un score de 36. Rindió de manera impecable, pero con una salvedad: la cancha se exhibía accesible, no estaba preparada para el campeonato. Además, se encontraba mojada luego de algunas lluvias fuertes y los greens estaban más lentos.

Ya en la cuarta y última jornada siguieron descubriendo los secretos del campo pergeñado por Alister MacKenzie en la década del '30. "Todo el recorrido es un paraíso, pero me gustaron sobre todo los pares 3 de los hoyos 12 y 16 porque son claves en el recorrido. Me encantan sus diseños y me gustó jugarlos. En aquella vuelta de 69 toqué muy preciso con el putter y anduve bien con todos los palos. Fue una linda experiencia, porque cuando participe en el torneo pensaré que fui capaz de hacer esa cantidad de golpes y que puedo repetir ese score, si Dios quiere", cuenta Gallegos, que enseguida se ambientó al manto verde de 18 hoyos: "Soy de pegar el drive al fade y hay muchos hoyos de Augusta hacia la derecha. Los únicos dos que doblan para la izquierda son el par 5 del 2 y el par 4 del 10, donde usé madera 3. Pero realmente me sentí a gusto desde el tee y eso fue fundamental".

Confiesa Abel que pararse en el tee de Augusta durante el torneo será una victoria en sí misma. "Pero saldré a jugar y daré mi mejor versión -aclara-. Habrá que ver: capaz que el score es muy bueno o tal vez no me alcance, pero trataré de rendir al máximo", se entusiasma. Antes de que se desatara la pandemia, el amateur tenía previsto jugar en Córdoba con Angel Cabrera, el campeón del Masters en 2009: "La idea era charlar con él y jugar un poco, aunque no fue posible. Salir al campo con el Pato me va a ayudar mucho, tratándose de un ganador del torneo. Y hablar con él me servirá también para perfilar el futuro de mi carrera".

No solo se trató de ensayar golf: para el campeón de LAAC, el objetivo fue asimilar el entorno de Augusta National y el espíritu simbólico que emanan sus instalaciones: "Al club lo ves muy sencillo; ese rasgo lo hace diferente. Uno de los días, el profesional de Augusta (Tony Sessa) nos invitó a su casa y nos mostró unos libros de hace 20 años y era todo igual: las estructuras, las mismas mesas de afuera, todo tal cual, y eso es lo convierte en un lugar distinto. Además me trataron de manera increíble, tanto los socios como los empleados del club. Fue algo lindo". En esa cena, los dos se dieron el gusto de comer en los mismos platos de edición limitada de la tradicional Cena de Campeones.

Rey, ex jugador del Tour Europeo, entiende que el golf argentino cuenta con un diamante en bruto: "Su técnica es muy buena. Tiene un swing parecido al de Jon Rahm, con un backswing corto y una muñeca en flexión o cóncava. Es de físico grandote, con el mismo poder de impacto del español y una velocidad de palo similar. Ahora Abel mejoró el juego corto, pero tiene espacio para seguir puliéndolo. Y me gusta lo tranquilo que es, siempre va a su ritmo. Es una característica de personalidad conveniente para el golf, a lo Ernie Els". Además, el coach habló de la experiencia de ambientación que adquirió el amateur: "Fue clave que ya conociera las instalaciones. En todo torneo en el que debutás, el primer día necesitás saber en dónde está el locker, cómo hacés para ir al driving range, etcétera. Ahora llegará al torneo conociendo todo: donde está el baño, a dónde tiene que ir a tirar pelotas, cuanto tarda de acá para allá y todo ese tipo de detalles".

Lógicamente, Gallegos cumplió la rigurosa cuarentena una vez que regresó de Estados Unidos: partió desde Atlanta con Matías Anselmo, director de la Escuela de Alto Rendimiento de la AAG y juntos se alojaron en un departamento de Pueblo Polo prestado por la familia Pieres, en General Rodríguez. Luego, el aficionado siguió el aislamiento en su casa en Pilar, donde tiene un espacio verde lo suficientemente amplio como para tirar hasta con el hierro 9. "Haber ganado el LAAC en México me dejó muchas enseñanzas y me otorgó fe en mi juego, hoy siento que le puedo ganar a cualquiera", se convence Gallegos, que ahora mismo pone énfasis en dos cuestiones: el postergado aprendizaje del idioma inglés y el acondicionamiento físico, más allá de las dificultades de estos tiempos. Pero el Masters lo espera en el horizonte.