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El rostro más vulnerable: el riesgo de vivir en la calle durante la pandemia

San José, 29 may (EFE).- Durante los últimos cinco años, Xinia María Castillo ha sobrevivido con una única cobija y un colchón bajo la intemperie en el barrio Cristo Rey en San José, no puede caminar pero se aferra a su crucifijo con esperanza. Hoy se encuentra en un albergue para adultos mayores en condición de calle para protegerla de la pandemia.

“Estas son mis calles. Estuve durmiendo en una acera con Dios, María y Jesucristo, y mi compañero Rafael. Él no está a mi lado pero está en mi pensamiento y mi corazón”, afirmó Castillo, en entrevista con Efe tras cumplir 16 días dentro en el campamento.

Mientra veía televisión dentro de una amplia sala, contó que se encuentra preocupada por el COVID-19 y todo lo que está ocasionando, pero agradece que gracias al virus ha tenido un techo donde dormir. Además tiene la confirmación de que su prueba salió negativa y eso le da tranquilidad.

“Yo me siento muy bien aquí, demasiado contenta. Me ayudan a caminar, me dan comida y ropita limpia”, destacó Xinia, quien asegura tener 44 años, pero su rostro refleja muchos más. Junto con ella, hay otros nueve indigentes adultos mayores rescatados de las calles por la iniciativa Chepe se Baña, que trabaja con el apoyo de Ejército de Salvación.

Al igual que Castillo, hay cientos de indigentes que se encuentran en las calles, siendo los más vulnerables frente al COVID-19, ya que padecen de dificultades respiratorias y mala nutrición, así como problemas asociados al consumo de sustancias.

Por la noche, los voluntarios salen a buscar a los adultos mayores para transportarlos al albergue. Ahí les toman los signos vitales, cada persona es bañada, aseada, les cortan el cabello y se encuentran en cuarentena hasta que le realizan la prueba del COVID-19. No pueden recibir visitas, por su propia prevención y en caso de que salgan no pueden volver a ingresar.

Sin embargo, a algunos de ellos no les interesa ingresar porque significa iniciar un proceso de desintoxicación.

EL COVID-19 AGRAVA LA SITUACIÓN

Cifras del estatal Instituto Mixto de Ayuda Social indican que hay 3.753 habitantes de calle, el 65 % de ellos en el centro de la capital costarricense, aunque ahora con el coronavirus la situación se ha agravado.

Algunas organizaciones humanitarias por miedo a contagiarse han dejado de brindar ayuda, mientras que los dormitorios han tenido que reducir su capacidad al 50 % como medida de prevención.

“Yo siento que se ha incrementado bastante la cantidad (de indigentes) en los últimos meses. Estamos viendo llegar más personas que se nota que nunca han estado en calle, se les nota que no son adictos, que no han tenido problemas de calle anteriormente, sino que es una situación nueva, porque quizás viven del día a día y con esta situación todo les cambió”, explicó a Efe el coordinador del Ejército de Salvación, Luis Montenegro Calvo.

El comedor que gestiona Montenegro actualmente se encuentra cerrado como medida sanitaria, así que cada madrugada, unas 260 personas hacen fila para recibir su desayuno para llevar, puede que ese sea el único alimento que reciban en todo el día.

Por su parte, el programa Chepe se Baña ha implementado lavatorios móviles en varios puntos de San José y un autobús recorre durante varios días la ciudad para brindarles higiene y aseo personal, una necesidad básica para hacerle frente a la pandemia.

La municipalidad de San José y la Comisión Nacional de Emergencias habilitaron otros cuatro albergues temporales para atender a unas 230 personas en condición de calle.

“El tema del COVID-19 simplemente viene a ser otro problema que agrava más el diario vivir de ellos. Nuestros adultos mayores sufren de muchas dolencias crónicas, tenemos dos semanas y todos han salido con otras enfermedades. Somos un campamento medicalizado, poco a poco los vamos diagnosticando (…) Esto se ha convertido en un zona de protección para estas comunidades”, manifestó a Efe el director de Chepe se Baña, Mauricio Villalobos.

CUIDADOS PARA ADULTOS MAYORES

Dentro del albergue hay varias camas donde descansan una decena de habitantes de la calle rescatados. Cada uno de ellos tiene una silla al lado donde pueden colocar las pocas pertenencias que tienen.

“Aquí es solo bueno, nos dan todos los cuidados”, dijo Anabelle López a Efe.

Otros como Wilber aprovechan su tiempo para resolver sopas de letras y algunos más ven las noticias o se sientan a conversar respetando el distanciamiento social.

El sitio cuenta con un espacio especial para la cocina y lavandería. El personal en su mayoría es voluntario. Enfermeras, asistentes y encargados de mantenimiento que los acompañan en todo el proceso, velan por su salud y comparten con ellos.

Para la voluntaria Alexandra Galva, lo más importante en estos momentos para ellos es darles amor, respeto y acompañamiento.

“Tengo experiencias familiares que me hacen venir acá doblemente motivada, esta situación de los adultos mayores con el COVID-19 es una de las que me mueve en forma muy personal ayudando (…) Hay que darles una gran contención que requiere de un uno a uno estar ahí, por si lloran por si tienen cambios muy abruptos”, destacó Galva.

Por su parte, Daniel Fonseca, voluntario asistente de pacientes, indicó que ha aprendido mucho en este tiempo con ellos.

“Ayudamos a los que no se pueden movilizar, hablamos con ellos, nos ganamos su confianza para que puedan tener un amigo o compañero y los cuidamos más que nada. Me he dado cuenta que muchas personas en la calle necesitan de un lugar como este donde estén bien tratados, donde puedan tener una autonomía y se puedan sentir libres y seguros”, puntualizó Fonseca.

(c) Agencia EFE