El mejor discípulo de Guardiola: Rodri copia el discurso moralista de su entrenador

Pep Guardiola le da indicaciones a Rodri Hernández durante un partido.
Guardiola (derecha) dando indicaciones a Rodri durante un partido del Manchester City. Foto: David S. Bustamante/Soccrates/Getty Images.

“Ganar y ganar y ganar y volver a ganar y ganar y ganar... ¿queréis que me tire media hora? ¡Eso es el fútbol!”. Con semejante sencillez lo explicó el añorado Luis Aragonés en una rueda de prensa durante su última etapa como entrenador del Atlético de Madrid, hace ya casi dos décadas. Y no le faltaba razón: la estética en el fútbol, el jogo bonito que dicen los brasileños, está muy bien, el espectador lo agradece, pero en el fondo esto del balompié no deja de ser una competición en la que unos vencen, otros pierden, y a nadie le gusta estar en el segundo grupo.

El mediocentro español Rodrigo Hernández, actualmente en las filas del Manchester City, pasó mucho tiempo de rojiblanco (una sola temporada en el primer equipo, bastantes más en la cantera), pero parece que el discurso del Sabio de Hortaleza no llegó a calar en él. Al menos así se deduce de sus declaraciones tras el último partido de su equipo en la Premier League. Los celestes cayeron en casa (aunque, con esto del coronavirus y los estadios sin público, los conceptos “local” y “visitante” han quedado un tanto desvirtuados) contra el Leicester por un contundente 2-5.

“Para mí, tuvieron suerte. El fútbol no ha sido justo con nosotros. Quizás sea nuestra culpa, quizás su fuerza, pero es muy difícil de explicar. Hicimos muchas cosas buenas para ganar el partido, un equipo como el Leicester viene aquí y juega con once tíos detrás de la pelota. Soy joven y trato de aprender de cada partido, pero tras encuentros como este, en el que el rival no hace nada, acabas un poco confundido. No es la manera en que me gusta jugar”, dijo a los reporteros de la BBC.

Semejante justificación tras haberse llevado cinco goles no sabemos si a Luis le habría dado más risa o vergüenza ajena. Es poco probable que Rodri haya aprendido estas excusas de Diego Pablo Simeone, su entrenador en su última etapa colchonera, a quien se le puede criticar por muchas cosas pero raramente se le ve caer en tales niveles de autocomplacencia. No, su maestro en este sentido lo tiene más cerca: hablamos de su actual jefe, Pep Guardiola.

¿Exagerado? Veamos lo que dijo el catalán tras sufrir la derrota. “El Leicester no quería jugar. Defendían muy profundo y solo querían contraatacar”, recoge ESPN. “Marcaron la primera vez que llegaron y tuvieron en total tres penaltis, así que fue muy difícil para nosotros. La falta de oportunidades creativas nos puso nerviosos y ansiosos”. “Empezamos a pensar que estábamos jugando mal cuando era al revés. Les dijimos [a los jugadores del City] que fueran pacientes. Pero a veces nos cuesta trabajo. No se trata de ganar durante 10 o 15 minutos. A veces marcas pronto, a veces necesitas más tiempo”.

Las estadísticas del partido dejan muy claro lo que ocurrió. El City tuvo un 72 % de posesión de la pelota, con la que aparentemente no sabía qué hacer más allá de moverla entre sus jugadores sin conseguir avanzar: hasta 680 pases, más de 400 por encima de su rival. En todo el partido, aunque disparó 16 ocasiones, solo 5 fueron a portería. Mientras tanto, el Leicester, que solo tuvo el balón el 28 % del tiempo, chutó entre los tres palos en siete ocasiones.

Por si quedaba alguna duda, Brendan Rodgers, entrenador de los foxes, lo explicó: “[El City] son un gran equipo. Cuanto más arriba les presiones, con el talento que tienen, más van a explotar el espacio que les dejes. Todo el mundo sabe cómo jugamos, pero pensé que era importante sacar a su portero hasta la línea de tres cuartos, y después, cuando ellos presionaran, dejarles sin espacios. Afortunadamente fuimos capaces de hacerlo”. Lo que a Guardiola y sus seguidores les parece antifútbol del más desagradable es en realidad un modelo táctico estudiado al milímetro.

Guardiola se lleva la mano a la cabeza durante un partido del Manchester City.
Guardiola (derecha) lamentándose durante el partido del Manchester City contra el Leicester. Foto: Martin Rickett - Pool/Getty Imagesj.

El problema es que, aunque Rodri se ha subido al barco de las pataletas ahora, en el caso de Guardiola la cosa ya viene de lejos. Parece que solo hay un modelo válido de fútbol (casualmente, el suyo) y que todos los demás son indignos. Y no cede ni siquiera aunque, como ocurrió ayer, le derroten por paliza.

Ejemplos a lo largo de su carrera hay muchos. Repasemos alguno. Ya al frente del City hay uno muy sonado, en 2018, cuando el modestísimo Wigan, equipo entonces de la League One (tercera categoría del fútbol inglés), le eliminó de la FA Cup ganándoles 1-0, gol de Will Grigg en los últimos minutos, a pesar de que el equipo de Manchester había tenido hasta un 83 % de posesión de balón y chutó 29 veces (cinco a portería).

“Enhorabuena al Wigan por la clasificación. Anotaron en su único tiro a puerta, fue nuestro único error. Hicimos absolutamente todo, cometimos un error y este tipo de partidos es como una final. No me arrepiento de la forma en que jugamos, del rendimiento, del corazón. Juzgo a mis jugadores por sus intenciones y no por los resultados, y las intenciones fueron buenas”, dijo entonces Guardiola. Es difícil creer que la afición citizen fuera igual de comprensiva.

Si, por las circunstancias, no puede quejarse que el rival juega feo, se busca otro chivo expiatorio: el árbitro. Todavía se recuerda la eliminatoria de cuartos de final de la Champions de la temporada 2017/18, en la que su City se vio las caras contra el Liverpool. Los reds se impusieron con contundencia: 3-0 en Anfield, 1-2 en el Etihad (en ambos casos, no obstante, con una posesión de balón del 60 % a favor de los de Manchester.

¿Por qué pasó esto? Según Pep, el responsable fue el juez del partido de vuelta, Mateu Lahoz. “Le gusta ser especial, le conozco de España. No es lo mismo irse al descanso 1-0 que 2-0”, dijo en referencia a un gol anulado a favor de su equipo. Sus protestas le valieron la expulsión en el descanso y no pudo hacer nada para evitar que los de Klopp le marcaran dos goles en la segunda parte.

Y si no, en su repertorio cabe prácticamente cualquier cosa. Nos vamos a abril de 2016, en su época en el Bayern de Múnich. En el partido de ida de las semifinales de Champions, los alemanes caen derrotados contra el Atlético de Madrid, 1-0 con tanto de Saúl que aún se recuerda por su belleza. Los del Cholo salieron enchufadísimos, metieron su gol y poco a poco fueron cediendo terreno para acabar prácticamente encerrados alrededor de Oblak, pero al final se llevaron la victoria, que incluso pudieron ampliar en algún contraataque.

¿Cuál fue el factor determinante para Guardiola? El césped del estadio Vicente Calderón, que estaba “demasiado alto” e impidió desarrollar correctamente el juego germano. Que en la vuelta en el Allianz Arena, ya con la hierba a su gusto, no pudiera pasar del 2-1 que le dio la clasificación a los colchoneros quedó en un discreto segundo plano. El 68 % de posesión de aquella noche tampoco sirvió para gran cosa.

La colección, en realidad, es larguísima. Y si incluyéramos sus numerosos enganchones con José Mourinho la lista se haría interminable. Lo raro (aunque hay que reconocer que a veces también ocurre) es que Guardiola acepte que perder es parte del juego y que, por qué no, hay otras formas de plantear los partidos que son totalmente legítimas mientras no vayan más allá de lo que dice el reglamento.

Lo malo es que el todavía considerado como uno de los mejores entrenadores del mundo se ha enrocado en una posición determinada y no aparenta estar dispuesto a moverse de ahí. Lo preocupante es que, gracias a sus éxitos pasados, su influencia es tan grande que le están saliendo discípulos hasta en sus peores facetas. Por el bien de Rodrigo, que aún tiene 24 años y mucho margen para evolucionar, esperemos que sea capaz de abrir un poco su mente.

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