Rivera reformará Cs para convertirlo en un club de fans

Albert Rivera, durante la última reunión del órgano de dirección del partido.
Albert Rivera, durante la última reunión del órgano de dirección del partido. (AP Photo/Paul White)

A la vista de que la crisis de Ciudadanos sigue sin cerrarse, Albert Rivera ha optado por la calle de en medio para buscar una solución. Harto de las quejas, en público y en privado; cansado de los pulsos del sector crítico para alejarse de Vox y acercarse al PSOE; y hastiado de tener que dedicar demasiadas energías de puertas hacia dentro... ha decidido reorganizar el partido a su gusto convirtiéndolo en un cortijo a su imagen y semejanza.

Para ello se espera un cambio de calado en los estatutos internos del partido, así como una modificación del reglamento del máximo órgano entre congresos. ¿En qué se van a concretar? Solamente Rivera lo sabe, porque en la convocatoria de última hora realizada entre los suyos no aparece ningún orden del día. Simplemente se habla de una segunda reunión del Consejo General del partido en menos de un mes. Este secretismo se debería, por tanto, a evitar dar munición a los díscolos para que no torpedeen la operación de su líder.

Sin embargo, algunos movimientos sospechosos están poniendo sobre aviso a los disidentes. Varias de las últimas incorporaciones realizadas por Rivera en las pasadas elecciones -como el empresario, ex de Coca Cola, Marcos de Quinto; el abogado del Estado destituido por el Gobierno, Edmundo Bal; y el ex director general de la Policía y de la Guardia Civil, Joan Mesquida- están adquiriendo mucho protagonismo y cariño por parte de la cúpula. ¿Entrarán a formar parte de ella para arrinconar a los miembros más molestos?

Rivera puede expulsar a quien considere oportuno, sin necesidad de someterlo a votación. Se trata de un privilegio que se reservó para sí mismo en la anterior renovación de los estatutos del partido. Sin embargo, Rivera quiere evitar mala publicidad. En lugar de cortar cabezas, simplemente ampliará el número de miembros -de 34 a 50- para que las quejas que puedan hacer los críticos sean fácilmente silenciadas. De esta manera Rivera convertirá a la cúpula del partido en un club de fans suyo, donde solamente se escucharán loas a su líder.

Y quien esté disconforme, que se vaya por su propio pie evitando que sea expulsado. Así ocurrió con Toni Roldán, exportavoz de Economía de Cs, y Xavier Pericay, portavoz autonómico de Baleares y uno de los fundadores del partido, que dijo que tiraba la toalla por “falta de motivación para seguir adelante”. Y así podría ocurrir con el responsable de fiscalidad, el diputado Francisco de la Torre o el jefe de la Delegación de Cs en el Parlamento Europeo, Luis Garicano. La guerra fría ha empezado en Ciudadanos y puede que no tardemos en ver más de un destierro.

Mientras todo eso ocurre, Rivera disimulará su golpe de mano en el partido en la necesidad de adaptar el órgano al crecimiento del partido naranja y al mayor poder territorial que han conseguido en las elecciones.