Anuncios

El rey Pelayo y la Reconquista, historia y leyenda

Hace unos años, en un largo viaje que realicé en busca de mis raíces asturianas, visité las ciudades de Gijón, Cangas de Onís, Covadonga y Oviedo. Así, en ese orden. Recién había descubierto que uno de mis abuelos paternos no solo había nacido en Gijón, sino que había partido desde allí en 1912 hacia Cuba. Hasta sabía el nombre del vapor en que había hecho la travesía: Reina María Cristina.

En realidad todo lo que yo quería era ver el lugar donde había comenzado la historia de mi familia. De manera que lo primero que hice al llegar a esa ciudad fue dirigirme al área del puerto desde donde yo suponía que, a principios del siglo XX, partían los barcos hacia las Américas. Sin embargo, todo allí era tan moderno que me resultó imposible encontrar el lugar. Lo que sí encontré justo en el centro de la Plaza del Marqués, fue la estatua del rey Pelayo y también la historia de la Reconquista.

Se denomina Reconquista al período de la historia de la península ibérica que abarca desde la conquista árabe de Hispania en 711 y la caída del reino nazarí de Granada en 1492. En numerosos textos que he consultado sobre el tema se afirma que esta comenzó con la batalla de Covadonga, la primera victoria de las fuerzas cristianas desde que los árabes, lidereados por Musa ibn Nusair y su lugarteniente Tariq ibn Ziyad, cruzasen el Estrecho de Gibraltar y avanzasen hasta llegar al río Guadalete donde, el 19 de julio del 711, derrotaron al rey Rodrigo, el último de los monarcas visigodos, quien murió en la batalla. Esos mismos documentos también afirmaban que junto a él, formando parte de la guardia real, se encontraba su primo Don Pelayo, quien sobrevivió al sangriento encuentro y logró escapar hacia Toledo, desde donde se dirigió hacia las tierras asturianas del norte.

En sus comienzos, la ocupación árabe no fue total. Se asentaron en Andalucía, Levante y el Valle del Ebro, y en el norte establecieron guarniciones cuyas principales funciones eran las de recaudar impuestos. Fue en esos territorios, dominados todavía por astures y cántabros, donde surgió la resistencia a los invasores. Y fue Don Pelayo quien la propició en el 718 cuando se negó a pagar los impuestos musulmanes y encabezó una revuelta por la que fue apresado y enviado a Córdoba como rehén desde donde escapó y se refugió en Cangas de Onís, siendo proclamado rey.

Estatua del Rey Pelayo en la Plaza del Marqués.
Estatua del Rey Pelayo en la Plaza del Marqués.

Unos años después, Pelayo, acompañado por sus hombres se dirigió al monte Auseva, cerca de la que hoy se conoce como la Santa Cueva de Covadonga, desde donde se dispuso a enfrentar al ejército árabe, comandado por el general Al Qama.

Y es aquí donde el rigor historiográfico y la leyenda se confunden. Según la Crónica de Alfonso III, la Virgen María se le apareció a Pelayo justo antes de comenzar la batalla para asegurarle que la victoria sería cristiana y un ermitaño le entregó una cruz hecha de madera para que la llevase en alto como estandarte. Y no solo eso, sino que durante el combate las flechas y piedras que los árabes les lanzaban rebotaban misteriosamente en las rocas de la montaña y caían de vuelta sobre los atacantes.

Son estos elementos de índole sobrenatural los que han hecho que algunos estudiosos consideren que esas crónicas, tanto la Albeldense como la Rotense, deban ser vistas como textos de poca credibilidad, más literarios que reales. Sin embargo, como quiera que haya sido, lo cierto es que el Rey Pelayo y la Reconquista están, tanto en la historia como en la leyenda, indisolublemente unidos. Quizás no fueron cien mil soldados los que formaban el ejército de Al Qama al que Pelayo derrotó en Covadonga, pero la batalla -o escaramuza como la califican algunos- sí existió.

En Covadonga, una estatua del Rey Pelayo se levanta en medio de la Plaza y frente a los Picos de Europa.
En Covadonga, una estatua del Rey Pelayo se levanta en medio de la Plaza y frente a los Picos de Europa.

Como también existió la Reconquista. No importa que el término haya sido considerado inexacto por el solo hecho de que “los reinos cristianos que reconquistaron el territorio peninsular se constituyeron con posterioridad a la invasión islámica”, como afirman los historiadores Abilio Barbero y Marcelo Vigil en su libro, Sobre los origines sociales de la Reconquista, ya que otros académicos, por su parte, consideran que el término es más que adecuado porque la finalidad de la Reconquista era restablecer el catolicismo en toda la región.

Durante el resto de mi viaje continué descubriendo, entre la leyenda y la realidad, el pasado de mi familia y el de su país de origen. Así, en Cangas de Onís, primera capital del Reino de Asturias, frente a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, volví a ver otra estatua del rey Pelayo. Y a pocos metros de ella, colgando del Puente Romano, volví a ver otra Cruz de la Victoria.

Basílica Santa María la Real de Covadonga.
Basílica Santa María la Real de Covadonga.

Las estatuas y las cruces siguieron apareciendo. En Covadonga, en la explanada de la Basílica de Santa María la Real de Covadonga, se levanta una estatua del Rey Pelayo con una Cruz de la Victoria sobre su cabeza y en su pedestal la siguiente inscripción: “Nuestra esperanza está en Cristo”. A solo unos pasos de allí, en la Santa Cueva, al lado de una capilla incrustada en la roca y junto a una imagen de la Virgen, se halla su sepultura y en la cual puede leerse, en un español antiguo y con faltas de ortografía, lo siguiente: “AQVI YAZE EL S REY DON PELAIO ELLE TOEL ANO DE 716 QVE EN ESTA MILACROSA CVEBA COMENZO LA RESTAURACION DE ESPANA BENZIDOS LOS MOROS FALLECIO ANO 737 Y LE ACOPANAS A MVSER Y ERMANA.

La tumba del Rey Pelayo en la Santa Cueva de Covadonga.
La tumba del Rey Pelayo en la Santa Cueva de Covadonga.

Ya en Oviedo, en la Cámara Santa de la Catedral, pudimos ver la Cruz de la Victoria, laminada en oro y cubierta de piedras preciosas recubriendo la original de madera, que, según la tradición, es la que Rey Pelayo enarboló en la tan discutida batalla de Covadonga y que representó el comienzo de la Reconquista.

El guía que nos acompañaba, sin saber que en mi recorrido había acumulado más preguntas que respuestas, nos brindó una extensa explicación sobre la cruz que estaba ante nuestros ojos y también, de paso, una sobre Pelayo y la Reconquista. Es verdad que muchos de los datos que nos ofreció coincidían, en muchas partes, con las versiones de las crónicas, pero reconoció los elementos de leyenda que contienen las mismas. Sin embargo, insistió en que, a pesar de eso, numerosos estudios corroboran muchos de los hechos que se cuentan en ellas. Y concluyó diciendo que, fue en Asturias donde nació la resistencia contra la invasión musulmana y donde comenzó, con Don Pelayo y la batalla de Covadonga, el largo período conocido como la Reconquista.

Quizás porque percibió alguna incredulidad de mi parte, ya cuando me disponía a salir de la Catedral, alcanzó a decirme: “Recuerde que Asturias es España y lo demás tierra conquistada”.