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Juan Carlos I se va dejando el marrón de su hipotético funeral de Estado

El rey Juan Carlos I ya se encuentra en la República Dominicana. (AFP)
El rey Juan Carlos I ya se encuentra en la República Dominicana. (AFP)

El rey Juan Carlos I se va de España. Bueno, para ser exactos, ya se ha ido. Pues hoy se ha sabido que cogió un coche con nocturnidad hasta Sanxenxo (Pontevedra) para, desde allí, desplazarse posteriormente a Portugal. A partir de ahí se apelotonan las versiones. Parte de la prensa española señala que cogió en Oporto un vuelo al Caribe -a la República Dominicana-, mientras que los medios portugueses lo sitúan en Estoril.

Pese a que su abogado, Javier Sánchez-Junco, mantiene que "está a disposición de la Justicia, sobre todo a la de la Fiscalía del Tribunal Supremo" que tiene abiertas diligencias sobre el rey emérito y sus negocios, cuesta creer que haber cruzado el océano sea lo más sencillo para facilitar el esclarecimiento judicial de sus negocios opacos y del origen de su fortuna secreta amasada tanto en Suiza como en otros paraísos fiscales. Más aún si tenemos en cuenta que no hay acuerdo de extradición entre España y la República Dominicana y que cualquier solicitud judicial al respecto se articularía sobre una reglamentación tan laxa que los abogados de don Juan Carlos podrían esquivarla fácilmente.

Tal vez la idea sea haber extendido un primer cordón de seguridad para ver si con él basta para que amaine la tormenta y el rey Felipe VI se libre de la crisis institucional de la monarquía. Pero con la escapada de Juan Carlos no basta. Hace falta desposeerle de sus títulos salvo que España, donde cada vez hay menos monárquicos, quiera protagonizar uno de los episodios más deshonrosos que se puedan imaginar.

Porque si el emérito muere sin haber sido despojado de su título de Rey, y sin haber sido excluido oficialmente de la Casa Real mediante un real decreto que anule el emitido el 13 de junio de 2014 y por el que se estableció que "Don Juan Carlos de Borbón, padre del Rey Don Felipe VI, continuará vitaliciamente en el uso con carácter honorífico del título de Rey, con tratamiento de Majestad", su funeral puede ser de lo más incómodo y bochornoso.

La ley señala que habría que organizar una despedida con todos los honores. Con la máximo pompa y boato. Incluyendo una repatriación en un avión de las Fuerzas Armadas y una capilla ardiente en el Palacio Real. Porque por mucho que se intentara destacar su figura como el 'rey de la transición', del intento del golpe de estado, estarían muy presentes sus desmanes amorosos y económicos. La ceremonia sería retransmitida por multitud de cadenas internacionales y allí tendrían que estar en primera fila los principales mandatarios rindiendo homenaje a un hombre perseguido por la Justicia por haber desvalijado parte de sus reservas económicas o, por lo menos, por haberse hecho rico a costa de España.

Igual de mal lo pasarían los representantes de otras monarquías y los jefes de Estado de los países vecinos. ¿A quién mandar para un espectáculo tan ruborizante? ¿A sus máximas autoridades para honrar a un tipo al borde del procesamiento judicial o a una expedición de saldo para salvar el tipo sin desairar a la Corona española?

El escándalo de don Juan Carlos, el cuarto Borbón que acaba en el exilio, sigue siendo una patata caliente mientras no se le retiren títulos y privilegios.

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