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Las reuniones pequeñas propagan el virus, pero ¿son las causantes de la ola?

Sí, el coronavirus puede propagarse en fiestas y cenas, pero estas reuniones no explican el enorme aumento de casos que se observa en estos momentos, según los datos. (Justin Cook/The New York Times).
Sí, el coronavirus puede propagarse en fiestas y cenas, pero estas reuniones no explican el enorme aumento de casos que se observa en estos momentos, según los datos. (Justin Cook/The New York Times).

A medida que los estados luchan por detener el resurgimiento del coronavirus, muchos funcionarios encuentran a un inesperado culpable: las personas que se reúnen con sus familiares y amigos.

Sin duda, las reuniones familiares favorecen la transmisión comunitaria del virus. Por supuesto, el reciente Día de Acción de Gracias en Canadá contribuyó al aumento de casos; dicho aumento podría ocurrir también en Estados Unidos ya que se avecina una temporada festiva como ninguna otra. Por eso los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos advirtieron con tanta insistencia el jueves que no se hicieran reuniones con otras personas fuera del núcleo de su propia casa durante el Día de Acción de Gracias.

No obstante, ¿las cenas y las parrilladas en los patios son realmente el motor de la actual ola de infecciones? Los científicos afirman que la información disponible no sustenta esa afirmación. Aun así, la idea se ha repetido tantas veces que se ha convertido en una creencia popular, lo que ha llevado a restricciones significativas en muchos estados.

En docenas de declaraciones en las últimas semanas, los dirigentes políticos y los funcionarios de salud pública han dicho que, si bien las oleadas de contagio anteriores podrían estar relacionadas con los asilos para ancianos, las plantas empacadoras de carne o los restaurantes, el problema ahora es que las personas sin cubrebocas se sientan demasiado cerca en las cocinas y salas de estar, lo que provoca miles de incendios pequeños de COVID que se propagan por sus comunidades.

“Esas reuniones informales y privadas son las que detonan el aumento en el índice de contagio”, señaló el gobernador de Connecticut Ned Lamont a principios de este mes, cuando anunció que los eventos privados se limitarían a diez personas.

Las reuniones domésticas se han “convertido en un importante vector de propagación de enfermedades”, afirmó Alex Azar, secretario del Departamento de Salud y Servicios Humanos, en una entrevista para CNN a finales de octubre.

No obstante, muchos epidemiólogos están menos seguros y aseveran que hay poca evidencia que sugiera que las reuniones familiares fueron el origen de la mayoría de los contagios desde el verano. De hecho, se ha vuelto mucho más difícil detectar el origen de cualquier brote, ahora que el virus está tan diseminado y los estadounidenses pueden estar expuestos de muchas maneras.

“Alguien dice algo, otro más lo repite y entonces se convierte en verdad”, comentó Julia Marcus, epidemióloga de enfermedades infecciosas de la Universidad de Harvard. “Me preocupa este discurso que no parece estar sustentado en datos aún”.

Es casi imposible comparar la contribución relativa de las reuniones sociales con el número de casos en diferentes estados, o incluso encontrar una definición coherente de lo que constituye una reunión.

Rhode Island, que limitó las reuniones privadas a diez personas, definió el término de manera útil, e incluyó reuniones familiares, fiestas de cumpleaños, “baby showers” y pijamadas, pero algunos estados también añaden a la categoría eventos más grandes como bodas y funerales.

Por supuesto, estas reuniones, en especial si se celebran en lugares cerrados, pueden provocar contagios. En la zona rural de Maine, una boda con 55 invitados tuvo como consecuencia 177 casos, mientras que una boda en el estado de Washington provocó al menos diecisiete. Los brotes en comunidades con redes sociales muy unidas, como los amish y la población judía jasídica, también se generaron en eventos sociales de gran tamaño.

Sin embargo, no se puede decir lo mismo de las pequeñas reuniones privadas con amigos y familiares. En Colorado, solo 81 casos activos se atribuyen a reuniones sociales, en comparación con más de 4000 en centros correccionales y cárceles, 3300 en colegios de estudios superiores y universidades, casi 2400 en instituciones de residencia asistida y 450 en restaurantes, bares, casinos y boliches.

En Luisiana, los eventos sociales representan solo el 1,7 por ciento de los 3300 casos sobre los que el estado tiene información clara de exposición.

“Sin duda alguna, es importante dar buenos consejos de salud pública acerca de lo que se avecina en las fiestas”, afirmó Tom Inglesby, director del Centro para la Seguridad de la Salud de la Facultad de Salud Pública Bloomberg en la Universidad Johns Hopkins. “Pero no es bueno sugerir que ahora son el elemento preponderante del origen de la propagación”.

Las reuniones sociales se han convertido en un chivo expiatorio conveniente para los líderes políticos desconcertados por el aumento de las cifras, según algunos expertos.

“Parece que les están transfiriendo la responsabilidad de controlar el brote a los ciudadanos y a sus decisiones personales”, señaló Ellie Murray, epidemióloga de la Universidad de Boston. “Una pandemia es más un fracaso del sistema que el fracaso de las decisiones personales”.

En septiembre hubo un debate similar cuando las universidades avergonzaron y expulsaron a unos estudiantes por irse de fiesta en lugar de proporcionarles directrices y recursos claros, dijo Marcus.

Indicó que “es una forma de distraernos del trabajo de salud pública más difícil que tenemos que hacer”, por ejemplo, hacer cumplir el uso obligatorio de cubrebocas, atender las desigualdades sociales y garantizar el equipo de protección personal suficiente para los trabajadores de la salud.

Afirmó que una insistencia constante acerca de los peligros de las reuniones sociales puede ayudar a comunicar la seriedad de la ola actual. Por otra parte, en algunos estados esta percepción errónea ha derivado en políticas draconianas que no concuerdan con la ciencia.

El miércoles, el gobernador de Minnesota Tim Walz tomó la extraordinaria decisión de prohibirles a las personas en diferentes hogares que se reunieran en interiores o exteriores, a pesar de que las pruebas han demostrado de manera sistemática que el exterior es relativamente seguro.

No obstante, la orden ejecutiva permite que los lugares de culto, funerarias y recintos para bodas tengan un aforo de hasta 250 personas en interiores, aunque se les anima a celebrar eventos virtuales.

Vermont también prohibió que las personas se reunieran con sus vecinos para dar un paseo con distancia social y cubrebocas, pero les permitió cenar al interior de restaurantes hasta antes de las diez de la noche.

Estas recomendaciones no tienen un sustento científico y son “extrañas”, dijo Ashleigh Tuite, creadora de modelos de enfermedades infecciosas en la Universidad de Toronto.

“Si la gente se va a reunir, hacerlo al aire libre quizá es la manera más segura de hacerlo”, aseguró. “Decirle a la gente que no puede pasar tiempo de forma segura al aire libre no es un enfoque racional. Las personas se van a dar cuenta de eso y van a rechazarlo”.

Las políticas discordantes también corren el riesgo de fomentar la desconfianza y el resentimiento en un público que ya está cansado de la pandemia y la política, advirtió Tuite.

“Si eres una persona promedio que analiza lo que está permitido y lo que no, puede que no te parezca muy lógico”, dijo. “Puedo reunirme con nueve de mis mejores amigos y sentarnos alrededor de una mesa en un restaurante. Así que, ¿por qué no puedo hacer lo mismo en mi casa?”.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company