Represión y espíritu de revuelta en Irán, dos años después de la muerte de Mahsa Amini

Una mujer con el rostro pintado con la icónica Marianne liderando un levantamiento se manifiesta en apoyo a la iraní Mahsa Amini, muerta bajo custodia policial, el 2 de octubre de 2022 en París (Stefano Rellandini)
Una mujer con el rostro pintado con la icónica Marianne liderando un levantamiento se manifiesta en apoyo a la iraní Mahsa Amini, muerta bajo custodia policial, el 2 de octubre de 2022 en París (Stefano Rellandini) (Stefano Rellandini/AFP/AFP)

El balance de la revuelta popular que hace dos años levantó vientos de cambio en Irán bajo el lema "Mujer, Vida, Libertad" es particularmente sombrío, aunque los activistas, encarcelados o en el exilio, se aferran a la esperanza de que no todo ha sido en vano.

Las ejecuciones en gran escala se multiplican, sus autores gozan de impunidad y los familiares de las víctimas son perseguidos por las fuerzas de seguridad de la República Islámica.

El movimiento se desencadenó por la muerte en detención el 16 de septiembre de 2022 de Mahsa Amini, una joven kurda iraní de 22 años arrestada por presunto desacato del estricto código indumentario islámico.

Los manifestantes denunciaban el uso obligatorio por las mujeres del hiyab (que cubre la cabeza) y el conservadurismo religioso vigente desde la revolución islámica de 1979.

Las marchas, lideradas por mujeres, duraron meses, pese a una represión implacable que se saldó con 551 muertes y miles de detenciones, según organizaciones de defensa de los derechos humanos.

La intensidad de las protestas disminuyó, aunque el gobierno sigue castigando a quienes lo desafiaron. Diez hombres condenados a muerte por su implicación en el levantamiento fueron ejecutados; el último de ellos, Gholamreza Rasaei, de 34 años, fue ahorcado en agosto.

Las oenegés denuncian también el incremento de ejecuciones por todo tipo de infracciones y lo atribuyen a una voluntad de crear miedo para disuadir cualquier atisbo de descontento.

Desde la prisión de Evin, cerca de Teherán, la nobel de la paz Narges Mohammadi, detenida desde noviembre de 2021, anunció el domingo que 34 reclusas se declararon en huelga de hambre "en solidaridad con el pueblo iraní que protesta contra las políticas opresivas del gobierno".

Según la organización Iran Human Rights (IHR), con sede en Noruega, al menos 402 personas fueron ejecutadas en los primeros ocho meses del año, un centenar de ellas en agosto.

"Un número incalculable de personas sigue sufriendo en Irán las consecuencias de la brutal represión", afirma Diana Eltahawy, de Amnistía Internacional (AI).

- "Golpes", "bofetadas" -

Según Human Rights Watch (HRW), los familiares de personas asesinadas, ejecutadas o detenidas en las protestas son objeto de amenazas, acoso e incluso encarceladas bajo falsas acusaciones.

Las autoridades castigan a la gente por partida doble: ejecutan o matan a alguien de su familia y luego detienen a sus allegados por pedir explicaciones", subraya Nahid Naghshbandi, una investigadora de HRW.

Mashallah Karami fue condenado a 6 años de cárcel en mayo, elevados a 9 años en agosto, tras haber dirigido una campaña para salvar a su hijo Mohammad Mehdi Karami, detenido por participar en las manifestaciones y ejecutado en enero de 2023, cuando tenía 22 años.

Las autoridades acentuaron además la represión para impedir cualquier desafío al uso obligatorio del hiyab.

AI observa un "aumento visible de patrullas a pie, en motocicleta, en coche y en furgonetas policiales".

El Parlamento debería adoptar próximamente una ley destinada a "apoyar la cultura de la castidad y el hiyab".

Los vehículos personales constituyeron durante mucho tiempo un espacio seguro para las mujeres iraníes, que ahora se ve amenazado por las tecnologías de reconocimiento.

Expertos de la ONU acusan a Irán de "intensificar" la represión contra las mujeres, en particular mediante el uso recurrente de "golpes" o "bofetadas" como medidas de castigo.

- "Legitimidad perdida" -

AI denuncia el caso de Arezou Badri, una mujer de 31 años que quedó paralizada tras ser baleada por la policía en julio cuando conducía en el norte de Irán, en un incidente relacionado con las normas de vestimenta.

Una misión de investigación de la ONU determinó en marzo que en la represión de las protestas se produjeron "crímenes contra la humanidad", pero ningún responsable ha tenido que rendir cuentas de su actos.

Dos años después de las manifestaciones, los dirigentes de la República Islámica "no han recuperado su legitimidad perdida" y "muchas jóvenes siguen siendo contestatarias", afirma Roya Boroumand, cofundadora del Centro Abdorrahman Boroumand, con sede en Estados Unidos.

Las protestas sacudieron al régimen, pero también evidenciaron las divisiones de la oposición, dentro de Irán y en el exilio.

El movimiento "mostró el fracaso absoluto de las alternativas de oposición al régimen", observa el investigador Arash Azizi, autor del libro "Lo que quieren los iraníes".

Sin embargo, añade: "Sigo creyendo que Irán no volverá a la situación de antes de 2022. En los próximos años, la República Islámica probablemente experimente trastornos fundamentales".

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