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REPORTE ESPECIAL-Cómo EEUU empeoró sus problemas con Putin

Por David Rohde y Arshad Mohammed WASHINGTON Y NUEVA YORK (Reuters) - En septiembre del 2001, cuando Estados Unidos estaba conmocionado por los ataques terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono, Vladimir Putin apoyó la inminente invasión de Washington a Afganistán, algo que habría sido inconcebible durante la Guerra Fría. Putin accedió a que aviones estadounidenses con ayuda humanitaria volaran por el espacio aéreo ruso. Dijo que el Ejército estadounidense podía usar las bases aéreas situadas en ex repúblicas soviéticas en Asia Central y ordenó a sus generales que informaran a sus pares estadounidenses de la fallida ocupación rusa de Afganistán en la década de 1980. Durante la visita de Putin a la granja en Texas del presidente George W. Bush dos meses después, el entonces líder estadounidense, hablando en una escuela secundaria, describió al mandatario ruso como "un nuevo estilo de líder, un reformista (...) un hombre que hará una gran diferencia en lograr un mundo más pacífico al trabajar de cerca con Estados Unidos". Por un momento, pareció que la desconfianza y la antipatía de la Guerra Fría desaparecían. Pero sólo semanas después, Bush anunció que Estados Unidos se retiraba del Tratado sobre Misiles Antibalísticos para poder construir un sistema en Europa del Este con el fin de proteger a los aliados de la OTAN y a sus bases de un ataque iraní. En un discurso, Putin advirtió que la decisión socavaría el control de armas y los esfuerzos de no proliferación. "Este paso no ha sido una sorpresa para nosotros", dijo Putin. "Pero creemos que es una decisión equivocada", agregó. La secuencia de los eventos en la relación de Washington con Putin refleja la dinámica que persistió en los siguientes 14 años y en la actual crisis en Ucrania: las acciones estadounidenses, algunas intencionales y otras no, generaron una reacción exagerada de un ofendido Putin. Con la concentración de miles de soldados rusos en la frontera con Ucrania, Putin ha frustrado lo que según el Kremlin es un complot estadounidense para rodear a Rusia de vecinos hostiles. Expertos dicen que también está promoviendo el "putinismo" -una forma conservadora y ultranacionalista de capitalismo estatal- como una alternativa global a la democracia occidental. ¿SIN PRESTAR ATENCION? Es también una dinámica que, según algunos actuales y ex funcionarios estadounidenses, refleja el hecho de que Washington no reconoce que, si bien la Unión Soviética desapareció como un enemigo ideológico, Rusia continúa siendo una potencia que demanda el mismo nivel de atención de política exterior que China y otros países, una relación que no debería ser un medio para un fin, sino un fin en sí mismo. "No creo que le estemos prestando atención realmente", dijo James F. Collins, quien fue embajador estadounidense en Moscú a finales de la década de 1990. La relación bilateral "no era vista como algo grande". Putin nunca iba a ser un socio fácil. Es un nacionalista ruso con tendencias autoritarias que, como sus predecesores durante siglos, abriga una profunda desconfianza hacia Occidente, según funcionarios estadounidenses de alto nivel. Formó gran parte de su visión del mundo como funcionario de la KGB en el ocaso de la Guerra Fría y como cuadro gubernamental en la caótica Rusia post soviética de la década de 1990, que Putin y muchos otros rusos ven como un período en el que Estados Unidos se aprovechó reiteradamente de su debilidad. Desde que se convirtió en presidente en el 2000, Putin hizo de la restauración de la fuerza de Rusia -y su tradicional esfera de influencia- su meta central. También cimentó su poder aplastando sistemáticamente las discrepancias y usando los suministros energéticos como una palanca económica con sus vecinos. Ayudado por los altos precios del crudo y el poder de veto de Rusia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Putin perfeccionó el arte de fastidiar a presidentes estadounidenses, a veces obstaculizando las políticas de Washington. Funcionarios de los gobiernos de los presidentes Bush y Barack Obama dijeron que sus colegas inicialmente sobreestimaron las potenciales áreas de cooperación con Putin. Así, a través de una mezcla de exceso de confianza, desinterés y torpeza ocasional, Washington contribuyó a una profunda espiral descendente de las relaciones con Moscú. CAUSA COMUN La camaradería entre Putin y Bush tras el 2001 colapsó por un asunto estratégico: la relación de Rusia con sus vecinos. En noviembre del 2002, Bush respaldó la invitación de la OTAN a siete naciones -incluyendo a las ex repúblicas soviéticas de Estonia, Letonia y Lituania- para que iniciaran negociaciones destinadas a integrarse a la alianza occidental. En el 2004, siempre con el respaldo de Bush, los siete países de Europa Oriental se sumaron a la OTAN. Putin y otros funcionarios rusos se preguntaron por qué la OTAN seguía expandiéndose cuando el enemigo contra el cual fue creada, la Unión Soviética, había dejado de existir. Más tarde cuestionaron qué función podría tener la alianza frente a otros peligros, como el terrorismo y la proliferación nuclear. "Esta expansión puramente mecánica no nos deja enfrentar las actuales amenazas", dijo Putin, y "no nos permite evitar cosas como los ataques terroristas en Madrid ni restaurar la estabilidad en Afganistán". Thomas E. Graham, quien se desempeñó como director para Rusia en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, dijo que se debería haber hecho un esfuerzo adicional para crear una estructura de seguridad europea post soviética que reemplazara a la OTAN y que incluyera a Rusia. "Lo que deberíamos haber hecho y lo que deberíamos estar haciendo en este momento (...) es crear una estructura de seguridad basada en tres pilares: Estados Unidos, una Europa más o menos unificada y Rusia". Graham dijo que, por ejemplo, esfuerzos por poner a prueba las intenciones de Rusia a inicios de la década del 2000 en Afganistán, habrían sido una forma poco riesgosa de medir la honestidad de Putin. "Nunca pusimos a prueba a Putin", agregó Graham. "Nuestra política nunca tanteó a Putin para saber si estaba realmente comprometido con un tipo diferente de relación". Pero el entonces vicepresidente Dick Cheney, el senador John McCain y otros políticos conservadores y demócratas de línea dura aún eran cautos en lo que se refería a Rusia y buscaban la expansión de la OTAN. Argumentaron que Moscú no debería contar con poder de veto para determinar quién podía ingresar a la alianza militar y que ningún presidente estadounidense debería rechazar las demandas de naciones de Europa del Este que buscaban escapar del dominio ruso. DEMOCRACIA A SU DEBIDO MOMENTO Otra disputa fundamental entre Bush y Putin se relacionó con la democracia. Lo que Bush y otros funcionarios estadounidenses vieron como la democracia extendiéndose por el ex bloque soviético fue considerado por Putin como un cambio a regímenes favorables a Estados Unidos. La invasión estadounidense a Irak en el 2003, que ocurrió sin autorización de Naciones Unidas y pese a las objeciones de Francia, Alemania y Rusia, fue un punto de quiebre para Putin. El mandatario ruso dijo que la guerra dejaba en ridículo las afirmaciones de Estados Unidos de que promueve la democracia y respeta la ley internacional. Putin también era profundamente escéptico de los esfuerzos de Estados Unidos por alentar la democracia en el ex bloque soviético, donde el Departamento de Estado y grupos estadounidenses sin fines de lucro ofrecieron capacitación y fondos a agrupaciones civiles locales. En discursos públicos, acusó a Washington de intervenir en la región. A fines del 2003, protestas callejeras en la ex república soviética de Georgia, en un movimiento conocido como la Revolución de las Rosas, impulsaron la elección de un líder pro occidental. Cuatro meses más tarde, manifestantes en Ucrania llevaron a otro líder amigo de Occidente al poder, en un episodio llamado la Revolución Naranja. Putin vio ambos episodios como bofetadas y conspiraciones alentadas por Estados Unidos, fraguadas justo después de haber ayudado a la intervención en Afganistán, según altos funcionarios estadounidenses. En el 2006, la confrontación entre Bush y Putin por la democracia se intensificó. En una rueda de prensa durante la primera cumbre del G-8 organizada por Rusia, ambos presidentes tuvieron un intercambio desagradable. Bush dijo que Estados Unidos estaba promoviendo la libertad en Irak, cuando se vivían los peores días de violencia sectaria, y Putin se burló abiertamente de él. "Ciertamente no querríamos tener la misma clase de democracia que tienen en Irak", dijo Putin con una sonrisa, mientras la audiencia estallaba en risas. "Lo digo honestamente", agregó. Bush trató de salir dignamente de la situación. "Sólo espera", respondió, en referencia a Irak. ¿BREVE PARADA EN MOSCU? Graham sostiene que el Gobierno de Bush emitió pequeños pero contundentes mensajes para señalar que otros países, particularmente Irak, eran más importantes que las relaciones bilaterales con Moscú. Por ejemplo, la Casa Blanca le pidió en el 2006 al Kremlin permiso para que Bush hiciera una parada de reabastecimiento de combustible en Moscú durante su camino a una cumbre del Asia Pacífico. Sin embargo, dejó en claro que Bush no quería reunirse con Putin, a quien vería durante el encuentro. Luego de que diplomáticos rusos se quejaron, Graham fue enviado a Moscú para determinar si Putin realmente quería reunirse con Bush y para dejar en claro que, de haber un encuentro, éste no tendría mayor importancia. Al final, los dos presidentes se reunieron y acordaron pedirle a sus subordinados trabajar en un paquete de no proliferación de armas. "Cuando el equipo ruso vino a Washington en diciembre del 2006, en un grupo de muy alto nivel, no teníamos nada que ofrecer", dijo Graham. "No teníamos tiempo para pensar sobre eso. Seguíamos enfocados en Irak", agregó. Graham consideró que el enfoque del Gobierno de Bush fue un desaire para Moscú. "Nos perdimos algunas oportunidades en los años iniciales del Gobierno de Bush para poner esto en un carril diferente", comentó. "Y posteriormente, algunas de nuestras acciones, de forma intencional o no, enviaron un mensaje claro a Moscú de que no nos importaba". TRES TRENES DESCARRILADOS La relación de Bush con Putin siguió empeorando en el 2008. En febrero, Kosovo declaró unilateralmente su independencia de Serbia con el apoyo de Estados Unidos, una decisión que Rusia, antiguo socio de Serbia, había intentado bloquear diplomáticamente por más de una década. En abril, Bush obtuvo el apoyo en una cumbre de la OTAN en Bucarest para instalar un sistema de defensa antimisiles en Europa del Este. Bush pidió a la OTAN ofrecer a Ucrania y Georgia un plan de medidas para convertirse en miembros, un proceso formal que los pondría en camino a unirse a la alianza. Francia y Alemania bloquearon la medida y advirtieron que una mayor expansión de la OTAN desataría una postura más agresiva de Rusia. Finalmente, la alianza emitió una declaración en la que dijo que ambos países "se convertirán en miembros de la OTAN". Ese compromiso arriesgó lo peor de ambos mundos: antagonizar a Moscú sin darle a Kiev y a Tiflis una estrategia clara para ingresar a la alianza. El funcionario estadounidense dijo que estas medidas representaban "tres trenes descarrilados" desde el punto de vista de Putin, exacerbando el sentido de victimización del líder ruso. "Hacer esas tres cosas relativamente cerca -la independencia de Kosovo, los misiles de defensa y las decisiones de expandir la OTAN- alimentaron su percepción de que querían sacar ventaja de Rusia", declaró. En agosto del 2008, Putin contraatacó. Luego de que Georgia lanzó una ofensiva para recuperar el control de la región separatista prorrusa de Osetia del Sur, Putin inició una operación militar que expandía el control ruso sobre esa región y una segunda zona separatista, Abjasia. El Gobierno de Bush, atado de manos y pies por los despliegues en Irak y Afganistán, protestó públicamente, pero no quiso intervenir militarmente en Georgia. Putin emergió como el claro ganador y logró su objetivo de hacerle frente a Occidente. UN SOLO GRAN ASUNTO Tras ganar las elecciones presidenciales del 2008, Barack Obama llevó a cabo una exhaustiva revisión de la política sobre Rusia. Su principal arquitecto fue Michael McFaul, un profesor de la Universidad de Stanford y defensor de una mayor democracia en Rusia, quien asumió el cargo en el Consejo de Seguridad Nacional que anteriormente tenía Thomas Graham. Durante una entrevista reciente, McFaul dijo que cuando el nuevo equipo de seguridad nacional de Obama revisó los objetivos principales de política exterior del Gobierno, encontraron que pocos involucraban a Rusia. Sólo uno tenía que ver con relaciones bilaterales con Moscú: un tratado de reducción de armas nucleares. El resultado, dijo McFaul, era que las relaciones con Moscú eran vistas como importantes en términos de lograr otras metas de política exterior y no significativas en términos de Rusia en sí misma. "Por lo tanto, ese fue nuestro enfoque", manifestó. La nueva estrategia de Obama respecto a Rusia fue llamada "reinicio". En julio del 2009, viajó a Moscú para empezar a implementarla. Durante una entrevista con Associated Press pocos días antes de abandonar Washington, Obama criticó a Putin, quien se había convertido en el primer ministro de Rusia en el 2008 tras cumplir con el límite constitucional de dos mandatos como presidente. Obama dijo que Estados Unidos desarrollaba una "muy buena relación" con el hombre que Putin nombró como su sucesor en la presidencia, Dmitry Medvedev, y acusó a Putin de emplear "enfoques parecidos a los de la Guerra Fría" en sus relaciones con Washington. "Creo que Putin tiene un pie en las formas antiguas de hacer negocios y otro en las nuevas", sostuvo el presidente demócrata. En Moscú, Obama pasó cinco horas reunido con Medvedev y apenas una hora con Putin, quien era ampliamente considerado como el verdadero líder del país. Tras reunirse, Putin dijo que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia habían pasado por varias etapas. "Hubo periodos en los que nuestras relaciones florecieron bastante y también hubo periodos, podríamos decir, de un ánimo gris entre nuestros países y de estancamiento", dijo, con Obama sentado a cierta distancia. Al comienzo, la idea del "reinicio" funcionó bastante bien. Durante la visita de Obama, Moscú aceptó expandir la capacidad de Washington para enviar suministros militares a Afganistán a través de Rusia. En abril del 2010, Estados Unidos y Rusia firmaron un nuevo tratado START, reduciendo aún más los arsenales nucleares de ambos países. Posteriormente ese año, Rusia apoyó nuevas sanciones económicas de Naciones Unidas contra Irán y bloqueó la venta de sofisticados sistemas de misiles antiaéreos S-300, de fabricación rusa, a Teherán. Los expertos dicen que la luna de miel de dos años fue el resultado del compromiso del Gobierno de Obama con Rusia en temas en los que ambos países compartían intereses, como la reducción de armas nucleares, el combate al terrorismo y la no proliferación. Los asuntos esenciales que desataron las marcadas tensiones durante el Gobierno de Bush -la democracia y la influencia sobre los países vecinos de Rusia- quedaron desatendidos. UNA RELACION HECHA PEDAZOS En el 2011, Putin acusó a la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, de organizar en secreto manifestaciones callejeras, luego de las disputadas elecciones parlamentarias de Rusia. Putin dijo que Clinton alentó a "mercenarios" enemigos del Kremlin y que gobiernos extranjeros entregaron "cientos de millones" de dólares a grupos rusos de oposición. "Ella fijó el tono de algunos activistas de oposición, les dio una señal, ellos la escucharon y comenzaron a trabajar", dijo Putin. McFaul consideró las declaraciones como una gigantesca exageración. El Gobierno estadounidense y grupos sin fines de lucro del país habían entregado decenas de millones de dólares en apoyo a grupos civiles en Rusia y países del antiguo bloque soviético desde 1989, dijo. Putin fue elegido para un tercer mandato como presidente en el 2012 e inició una feroz represión contra el disenso y una recentralización del poder. McFaul, quien entonces era el embajador de Estados Unidos en Moscú, criticó públicamente las medidas en discursos y actualizaciones de su cuenta en Twitter. Durante la entrevista, McFaul culpó a Putin por el colapso de las relaciones. Aseguró que el líder ruso rechazó reiteradas invitaciones para visitar Washington cuando era primer ministro y decidió no asistir a una reunión del G-8 en la capital estadounidense tras recuperar la presidencia. En la misma línea que funcionarios del Gobierno de Bush, McFaul dijo que era políticamente imposible que un presidente estadounidense negociara una cooperación con Rusia respecto, por ejemplo, a Irán, a cambio del silencio estadounidense sobre la democracia en Rusia y la presión de Moscú sobre sus vecinos. "No lo haremos si eso significa negociar sociedades o intereses de nuestros socios o aliados en la región", dijo McFaul. "Y no lo haremos si significa negociar nuestro discurso sobre la democracia y los derechos humanos", agregó. Andrew Weiss, un experto en Rusia del Fondo Carnegie para la paz internacional, dijo que las diferencias por los asuntos sobre la democracia acabaron con cualquier esperanza de un nuevo acercamiento entre ambas potencias, como ocurrió durante el Gobierno de Bush. "Esa batalla básicamente contamina la relación", dijo Weiss. En el 2013, las relaciones ruso estadounidenses se hundieron. En junio, Putin le otorgó asilo al hombre responsable de las filtraciones de las actividades de la Agencia de Seguridad Nacional, Edward Snowden. A su vez, Obama canceló una reunión con Putin en Moscú fijada para el otoño boreal. Fue la primera vez en 50 años que se suspendió una cumbre de Estados Unidos con el Kremlin. El otoño pasado, manifestantes en Kiev comenzaron a exigir que Ucrania se acercara a la Unión Europea. En ese entonces, la Casa Blanca tenía un profundo escepticismo frente a Putin y le prestaba poca atención al ex bloque soviético, según Weiss. Funcionarios de la Casa Blanca llegaron a considera a Rusia como un punto muerto de su política exterior y no una fuente de posibles avances. En un acto de deferencia con funcionarios europeos, el Gobierno de Obama apoyó un plan que habría acercado a Ucrania a la UE, alejándola de un bloque económico prorruso creado por Putin. Críticos dijeron que fue un error hacer que Ucrania tomara partido. Jack F. Matlock, quien fue embajador estadounidense en Moscú de 1987 a 1991, dijo que los reclamos de Putin por años dejaban en claro que creía que Occidente lo estaba rodeando de vecinos hostiles. Y por siglos, los líderes rusos han considerado que una Ucrania amistosa es vital para la defensa de Moscú. "La verdadera línea roja siempre ha sido Ucrania", dijo Matlock. "Cuando empiezas a presionarlos en el área más sensible, innecesariamente, sobre su seguridad, vas a obtener una reacción que los vuelve mucho menos cooperadores". ¿UNA RUSIA DOCIL? Expertos estadounidenses dijeron que era vital para la Casa Blanca establecer una nueva estrategia de largo plazo respecto a Rusia, que no culpe de la actual crisis sólo a Putin. Matthew Rojansky, un experto en Rusia del Wilson Center, argumentó que satanizar a Putin era un reflejo del continuo fracaso de funcionarios estadounidenses en reconocer el poder, interés e importancia de Rusia. "Putin es un reflejo de Rusia", dijo Rojansky. "Esta extraña noción de que Putin se irá y de pronto habrá una Rusia dócil es falsa", agregó. Un funcionario estadounidense que solicitó el anonimato dijo que falta una estrategia de largo plazo que explote las múltiples ventajas que Estados Unidos y Europa poseen sobre la Rusia de Putin. "Preferiría jugar nuestras cartas en vez de las suyas en el largo plazo", dijo el funcionario. "Porque él tiene, creo, varias desventajas estratégicas bastante serias: una economía unidimensional, un sistema político y una elite política bastante corroídos por la corrupción", explicó. Matlock, el ex embajador estadounidense, dijo que era vital para Washington y Moscú poner fin a un patrón destructivo de acciones desatinadas de Estados Unidos seguidas por una sobrerreacción de Rusia. "Varios de los problemas en nuestra relación diría que se relacionan en realidad con lo que calificaría de acciones estadounidenses poco consideradas", dijo Matlock. "Varias de ellas no tenían la intención de dañar a Rusia (...) Pero la interpretación rusa a menudo exageró el grado de hostilidad y sobrerreaccionó". (Traducido por Patricia Avila, Marión Giraldo y Nadia López Fuentes. Editado en español por Javier López de Lérida)