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El fascinante desafío de reparar un gasoducto submarino como el Nord Stream

Vista aérea de una de las fugas de gas en el gasoducto de Nord Stream 2. Foto: Swedish Coast Guard
Vista aérea de una de las fugas de gas en el gasoducto Nord Stream 2. Foto: Swedish Coast Guard

A finales de septiembre los principales medios de comunicación abrían sus portadas y noticiarios con la detección de importantes fugas de gas en los gasoductos Nord Stream que transcurren por el fondo del Mar Báltico desde Víborg (Rusia) hasta Greifswald (Alemania). Durante los siguientes días, la guardia costera fue informando de hasta cuatro fugas, la mayor alcanza los 900 metros de diámetro sobre Nord Stream 1 y la segunda en tamaño está en sobre Nord Stream 2, con aproximadamente 200 metros de diámetro.

La infraestructura Nord Stream se ha convertido en un elemento geopolítico decisivo en estos meses de guerra y, a estas alturas, ya quedan pocas dudas de que las roturas del gasoducto responden a un acto intencionado. La propia Presidente de la Unión Europea, Ursula von der Leyen, habla abiertamente de sabotaje y advierte que “cualquier interrupción deliberada de la infraestructura energética europea activa es inaceptable y conducirá a la respuesta más fuerte posible”.

Sin embargo, más allá de la indudable tensión política de estas fracturas o de las implicaciones económicas y sociales que puede provocar la interrupción de ese gas de camino a Europa, se abren también importantes cuestiones científicas sobre el impacto medioambiental de esas fugas o sobre la compleja labor de reparar una tubería que se encuentra en el fondo del mar. En este aspecto el célebre Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) ha publicado un interesante artículo en su Technology Review repasando las opciones más adecuadas para resolver el problema y reparar los gasoductos de Nord Stream… y ya os adelantamos que no será nada fácil (si es que se llega a conseguir).

Barco especializado en la instalación de gasoductos como el Nord Stream. Foto: Reuters
Barco especializado en la instalación de gasoductos como el Nord Stream. Foto: Reuters

El primer movimiento necesario para iniciar las reparaciones de estas líneas submarinas es, evidentemente, conocer el alcance real de los daños y aunque debería tratarse del paso más sencillo de todo el proceso, la actual situación política y la burocracia lo han convertido en todo un quebradero de cabeza. A raíz de los acontecimientos, las autoridades competentes han introducido una prohibición de navegación, fondeo, buceo, uso de vehículos submarinos y mapeo geofísico en la zona afectada por lo que los responsables de Nord Stream AG “no pueden inspeccionar las secciones dañadas del gasoducto debido a la falta de permisos necesarios”. Según la compañía las autoridades danesas informan que “el tiempo de procesamiento de la solicitud de encuesta de Nord Stream AG puede demorar más de 20 días hábiles”.

Tarde o temprano se solucionará el papeleo y los permisos y es entonces cuando se podrá realizar una evaluación de los daños… esta evaluación se puede realizar utilizando un robot de inspección, un vehículo operado a distancia o buzos especializados, y es aquí donde radica la principal dificultad.

Los gasoductos submarinos se instalan sobre el lecho marino utilizando un barco-plataforma (como el que aparece en la imagen superior) donde se alinea y suelda la tubería de acero antes de tenderla sobre el lecho marino a gran profundidad. Esto significa que, para su instalación y según avanza el barco, el gasoducto se va desplegando y descendiendo hasta que alcanza el lecho y se asienta sobre tierra firme en el fondo del mar. En las zonas cercanas a la costa o de poca profundidad, el gasoducto va enterrado (gracias a un barco-draga que va excavando una zanja y tapando la tubería mientras se instala), pero en el caso de Nord Stream, que además es el gasoducto más largo del mundo, las tuberías se extienden por el lecho marino a profundidades que requieren profesionales muy cualificados.

La mayor parte de la tubería afectada se encuentra en profundidades de entre 80 y 100 metros bajo la superficie del agua, lo que implica el uso de buceo de saturación. “Hemos hecho reparaciones a esa profundidad y es posible, pero hay que utilizar buceo de saturación”, explica Olivier Marin, director técnico de la compañía 3X Engineering.

Buzos de saturación en uno de los hábitats en el fondo del mar | Laurent Ballesta, Radio France Planète Méditerranée
Buzos de saturación en uno de los hábitats en el fondo del mar. Foto: Laurent Ballesta, Radio France Planète Méditerranée

El buceo de saturación se usa para trabajos en aguas profundas y consiste en instalaciones submarinas para los buzos que operan en profundidades que llegan hasta los 500 metros. Esto significa instalar un hábitat o una serie de cápsulas presurizadas en las que los buzos vivirán bajo el mar mientras trabajan, a veces durante largos periodos de tiempo, sin tener que subir cada día a la superficie. “Los buzos permanecen en esas profundidades viviendo en cápsulas especializadas”, explica Marin “y se someten a una sola descompresión una vez que finalizan los trabajos”. Eso sí, la descompresión puede llegar a extenderse semanas dentro de una cámara hiperbárica.

Respecto a las reparaciones en sí, el MIT apunta a que también serán complicadas. Hay varias opciones, la primera de ellas consistiría en reemplazar las secciones dañadas de la tubería por completo. Sería la opción más costosa y haría falta instrumental preciso y grúas “lo suficientemente fuertes para levantar los pesados ​​segmentos de tubería fuera del agua”. La segunda opción sería “instalar una abrazadera que cubra las secciones dañadas de la tubería”, una especie de parche de acero que tape las áreas rotas. Si tenemos en cuenta que las tuberías de Nord Stream tienen un gran diámetro “necesitaríamos abrazaderas enormes, así como la instalación temporal de un cajón submarino, una cámara estanca que encerraría la sección de la tubería para que los ingenieros pudieran trabajar en ella”. Esta segunda opción podría resultar inútil si el daño es demasiado extenso, puesto que “no es factible construir abrazaderas lo suficientemente grandes como para cubrir agujeros significativos”.

En definitiva, cualquiera de estas opciones (o incluso una combinación de ellas) resultará difícil, cara y muy peligrosa.

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Referencias científicas y más información:

Chris Stokel-Walker “Here’s how the Nord Stream gas pipelines could be fixed” MIT Tecnology Review