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Reinventarse o la extinción, el futuro poco halagüeño de los quioscos

Aún son unos pocos miles los que sobreviven al cierre cada día, pero la de quiosquero parece una profesión que poco a poco va cayendo en el saco de las condenadas a la extinción. Las razones son varias, no solo el descenso de la venta de periódicos. Una situación que ha llevado a uno de los principales periódicos británicos, The Guardian, a preguntarse “¿cuánto tiempo más pueden sobrevivir los quioscos de calle de España?”, como dice el titular de su reportaje, en la “era digital”.

The Guardian se pregunta cuánto tiempo de vida le queda a los quioscos en España, un negocio en declive, en la era digital. (Foto: EFE/ Friedemann Vogel)
The Guardian se pregunta cuánto tiempo de vida le queda a los quioscos en España, un negocio en declive, en la era digital. (Foto: EFE/ Friedemann Vogel)

La caída de los quioscos comenzó tiempo atrás. En octubre de hace dos años, El País publicaba un amplio reportaje en el que se hablaba del gran reto al que se enfrentaban entonces. En un lustro habían visto cómo los negocios abiertos descendían en un 15% en toda España. El reto sigue siendo el mismo: sobrevivir. En el portal Autónomos y emprendedores traducían poco después ese porcentaje en cifras que reflejan una realidad que va de mal en peor. Según los datos de la Asociación Nacional de Distribuidoras de Publicaciones, en 2012 había en España 7.839 quioscos. En 2017, 6.667.

Ante un panorama así, a los quiosqueros no les ha quedado otra que reinventarse. Explican en The Guardian que, en Barcelona, ciudad en la que centran su reportaje pero cuyo ejemplo se puede aplicar a otras localidades de la geografía española, el futuro de los clásicos quioscos de La Rambla está en el aire. Con el paso de los años y la bajada de las ventas de publicaciones impresas, sus propietarios se han ido adecuando a los nuevos tiempos y ahora parecen más tiendas de souvenirs en mitad del paseo que un lugar donde comprar la prensa del día.

Pero la culpa no es solo del auge de los medios online. La pérdida de las tradiciones, también tiene que ver. Ambas van relacionadas. Se trata de otra cultura, otra forma de informarse, otros tiempos. Son pocos los jóvenes o las personas de mediana edad que siguen manteniendo ese ritual al que hacen referencia desde el diario británico de comprar un periódico y sentarse a leerlo con un café en el bar o en casa. Es algo que ya solo hacen los mayores. Lo cual indica que el futuro en este sentido es aún más pesimista. A medida que los clientes habituales vayan desapareciendo, la costumbre se irá perdiendo.

Ya no son ese “nexo social” al que hace referencia el periodista Stephen Burgen al contar como Máximo Frutos, dueño de un quiosco en Barcelona, presume de la relación “cercana” con los clientes y de atesorar en su poder las llaves de 15 vecinos. ¿Por qué? Para que alguien de confianza tenga una copia de emergencia. Después de todo, ellos están abiertos prácticamente todo el día. Las jornadas de 16 horas no son algo anecdótico.

Hace mucho que en los quioscos se vende algo más que periódicos y revistas. En los ochenta, por ejemplo, era un buen lugar para hacerse con caramelos, gusanitos y chucherías varias. Ahora, sin embargo, algunos parecen auténticos bazares. Bufandas, camisetas, llaveros, gorras, mecheros, chicles… No les ha quedado otra que abrir su catálogo. Frutos, por ejemplo, reconoce que en el último año ha ganado más “vendiendo refrescos que periódicos”.

Y si los quiosqueros de La Rambla lo tienen complicado -más aún con el plan urbanístico que pretende llevárselos más cerca del mar alejándoles de las zonas más turísticas-, aún es peor para quienes no están en el centro de la ciudad. Al menos los primeros pueden hacer negocio con el merchandising de recuerdo y con las bebidas para quienes están de paso.

La caída de la venta de periódicos, una clientela envejecida, jornadas maratonianas y licencias caras -como explicaban ahora hace un año varios profesionales del sector a El Independiente-. Todo suma en la crisis de los quioscos. En la mítica calle barcelonesa aún sobreviven 11 en pie que cada mañana, a primera hora, levantan el cierre. De momento, ahí seguirán, ya que el contrato con el Ayuntamiento está vigente hasta 2030. Pero en algunos barrios es imposible encontrar uno. Eso en las grandes ciudades porque en las pequeñas y los pueblos es todavía más complicado.

La reinvención a la que se han visto obligados hace que aún sobrevivan unos pocos de miles, pero, como se preguntan en The Guardian, ¿cuánto tiempo más? ¿Pasará con los quioscos como con las cabinas telefónicas? Hoy en día hay alrededor de 16.000 frente a las 65.000 que había a finales de los noventa. Y si aún existen tantas es porque la normativa establece un mínimo de cabinas según el número de habitantes de cada localidad, pese a que, como reconocía la la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) hace solo una semana, no es rentable.