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Fuera del radar, Kamala Harris mantiene el bajo perfil y se prepara para la Casa Blanca

WASHINGTON.- El joven camarero de un café del West End de la ciudad de Washington sabe que "en el edificio de arriba" vive la vicepresidenta electa de Estados Unidos, y hace un gesto con los ojos hacia el elegante condominio que está sobre el local, pero aclara que hace tiempo que no la ve por ahí.

"Pero a veces el Servicio Secreto no me deja sacar la basura al callejón", agrega el joven, y dice que cuando Harris entra o sale con su auto, los agentes cierran el pasaje del edificio. A la vuelta de la esquina, frente a la entrada del edificio hay dos camionetas negras con patentes del gobierno federal, única pista visible de la presencia de la senadora por California y vicepresidenta electa, Kamala Harris.

En los días que pasaron desde que se impuso en la elección, el presidente electo Joe Biden ha hecho varios comentarios públicos y difundido resúmenes de sus conversaciones con mandatarios extranjeros. Los periodistas, además, no le pierden pisada. Pero Harris casi no ha aparecido en el radar público desde su discurso de aceptación de la victoria, hace dos sábados en Wilmington, Delaware, donde declaró que era "un nuevo día para Estados Unidos".

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Dos días después, volvió a compartir escenario con Biden después de una reunión que acababan de tener para informarse sobre la situación de la pandemia. Allí, Harris se mantuvo varios pasos atrás mientras Biden hablaba, y no hizo uso de la palabra.

No es raro que el vicepresidente electo mantenga un bajo perfil en los días posteriores a las elecciones. "Usted ha sido prácticamente invisible desde el día de las elecciones", le dijo un presentador de ABC News a Joe Biden durante una entrevista más de un mes después de haber sido elegido vicepresidente de Obama.

En esa ocasión, Biden recalcó que había estado presente, "en la misma habitación", durante cada reunión importante que había mantenido Obama en esas semanas. Pero debido al distanciamiento social impuesto por la pandemia, Harris no tuvo ese lujo, al menos no físicamente.

Tras pasar la semana de la elección en Delaware, Harris volvió al condominio de dos dormitorios que se compró en Washington tras ser elegida senadora, en 2016. Desde ahí se mantiene en contacto permanente con Biden, por mensaje de texto o por teléfono, según miembros del equipo de transición y otros colaboradores. El esposo de Harris, Douglas Emhoff, también tiene una relación cercana con la flamante primera dama, Jill Biden: ambos hicieron campaña juntos en la recta final antes de las elecciones.

Entre otras cosas, Harris está enfocada en el salto cuántico que pronto tendrá que dar, del Poder Legislativo al Ejecutivo. Mientras que Biden, tras ser vicepresidente durante ocho años, no tendrá demasiado que aprender para volver a la Casa Blanca, son contadas con los dedos las horas que Harris ha pasado en el número 1600 de la avenida Pennsylvania (un funcionario de la transición no supo precisar cuál fue la última vez que Harris pisó la Casa Blanca).

Sin colaboración

Tampoco ayuda nada la negativa del presidente Donald Trump a reconocer el resultado de la elección y autorizar un proceso de transición oficial, para que Harris y sus colaboradores tengan acceso a los funcionarios y documentación de la Casa Blanca. Harris no ha sido contactada por su contraparte saliente, el vicepresidente Mike Pence. Días después de la elección de 2016, Biden recibió a Pence durante casi dos horas en el complejo oficial del vicepresidente en el Observatorio Naval de Estados Unidos. "Le dije a Mike, el vicepresidente entrante, que estoy disponible para lo que necesite las 24 horas del día y los 7 días de la semana", les dijo entonces Biden a los reporteros.

Por el momento, Harris sigue siendo senadora, y no se sabe con certeza cuando renunciará a su banca. En 2008, Obama se bajó de su escaño en el Senado pocos días después de su elección, pero sentimental como siempre, Biden se quedó hasta pocos días antes de jurar como vicepresidente, en enero siguiente, y les dijo a sus amigos que lo hacía porque quería volver a prestar un último juramento por la banca que había ocupado durante décadas. Biden también dijo que quería conservar su voto en caso de que fuese necesario durante una sesión de "pato rengo" en el Senado.

Al igual que Biden, Harris también tiene que armar su propio gabinete, otra tarea que puede complicarse por su relativa falta de experiencia en los manejos de Washington. Mientras que Biden, tras casi 50 años en la capital del país, tiene una red de cientos de excolaboradores del Senado y la Cámara de Representantes, Harris tiene un círculo de contactos más chico, aunque es probable que muchos cargos sean ocupados por caras conocidas de su oficina en el Senado y de su equipo de campaña 2020.

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Pero más allá de su relativa ausencia pública en estos días, Harris sigue posteando rigurosamente en las redes sociales, en especial sobre el coronavirus y su férrea determinación de trabajar con Biden para frenar la pandemia. "En apenas un par de meses, jurará un nuevo presidente que tiene el compromiso de poner la pandemia bajo control: @JoeBiden", tuiteó Harris el sábado.

Más tarde ese mismo día, Harris -que se convertirá en la primera ocupante de la Casa Blanca con ascendencia de la India- también envió saludos por el inicio del Diwali, el festival hindú de las luces.

Desde la elección, Harris se ha aventurado fuera del área de Washington en al menos una oportunidad. El Día de los Veteranos, luciendo jeans y un piloto negro por la torrencial lluvia, Harris y Emhoff pasaron por la panadería Dog Tag, en Georgetown, que fue fundada para ayudar a los veteranos.

Más allá de eso, casi no ha salido de su departamento del West End,que queda a kilómetro y medio de la Casa Blanca y a casi tres del complejo del Observatorio Naval que dentro de poco será su hogar. "Nada grande se hizo de repente", puede leerse en uno de los costados del edificio, cita del filósofo estoico griego Epicteto.

Poniendo cara triste, el camarero del café del Bluestone Lane, dice que espera que Harris vuelva a visitarlos pronto.

The New York Times

Traducción de Jaime Arrambide