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Quizá Trump vs. Sanders no sea nada más que un tema de conversación. Entonces, ¿por qué los republicanos siguen hablando de ello? | Opinión

Una contienda por la presidencia entre el ex presidente Donald Trump y el senador Bernie Sanders parece muy improbable. Trump se postulará, por supuesto, y a menos que se lo impida su salud o una cantidad crítica de acusaciones, probablemente ganará la nominación de su partido.

¿Pero Sanders? Aunque el progresismo ha avanzado entre los demócratas, es poco probable que el partido apueste por la nominación de un senador de 82 años.

Entonces, ¿por qué los republicanos siguen planteando la idea de una contienda entre Trump y Sanders?

He visto varios casos de amigos conservadores y, sobre todo, del ex gobernador de Nueva Jersey Chris Christie. Christie fue uno de los primeros partidarios de Trump, pero ahora, considerando su propia candidatura presidencial en 2024, Christie rechaza las afirmaciones evidentemente falsas de Trump sobre las elecciones de 2020.

De hecho, Christie es uno de los pocos republicanos que estuvo dispuestos a oponerse a Trump, pero no con demasiada fuerza, por miedo a alienar al importante segmento de estadounidenses que todavía están profundamente comprometidos con el ex presidente.

Y cuando fue presionado por George Stephanopoulos el 11 de abril, Christie no se atrevió a decir que no votará por Trump en 2024.

¿Y si los demócratas postulan a Bernie Sanders? Si se ve obligado a votar por Trump, insinúa Christie, la culpa es de los demócratas por darle una alternativa tan indeseable.

El ex procurador general Bill Barr también está en esta categoría. Cegado por su deseo de ser procurador general, Barr pudo pasar por alto cualquier recelo hacia Trump y ser uno de sus más leales defensores.

Sin embargo, en su autobiografía recientemente publicada, Barr describe una reunión en la Casa Blanca en la cual afirma que se enfrentó a Trump por sus afirmaciones infundadas de que le habían robado las elecciones.

Pero en otra parte de su libro, Barr dice que volvería a votar por Trump, debido a la “agenda progresista” de los demócratas.

Luego está el líder de la minoría del Senado, Mitch McConnell. Poco después de la fallida insurrección del 6 de enero, McConnell condenó a Trump en términos inequívocos, describiendo sus acciones como “un vergonzoso abandono del deber”. McConnell dijo que Trump era “práctica y moralmente responsable de provocar los eventos de aquel día”.

Pero en una reciente entrevista con el periodista de Axios Jonathan Swan, McConnell dejó claro que seguirá apoyando a Trump, diciendo: “Creo que tengo la obligación de apoyar al nominado de mi partido, y lo haré”.

Christie, Barr y McConnell rechazan la llamada agenda progresista, pero sus posiciones equívocas sobre Trump reflejan su deseo de poder más que su lealtad a determinadas teorías de gobernanza. Así, les resulta benéfico conjurar a un candidato de paja como Sanders, que es tan malo –según ellos– que se ven obligados a votar por Trump.

No es porque ellos –los republicanos– piensen que es probable una batalla entre Sanders y Trump u otro progresista comprometido; es porque Sanders desempeña el papel perfecto en un hipotético enfrentamiento presidencial que les dé cobertura para votar por Donald Trump. O al menos dar a entender que lo harán.

En otras palabras, están diciendo, si tengo que votar por Trump, es culpa de ustedes.

No se deje engañar. Sanders es un progresista, pero difícilmente un socialista radical al estilo europeo, y ciertamente no es –como la derecha suele afirmar– un comunista. Simplemente tiene una visión diferente del papel del gobierno. La diferencia entre él y el más comprometido defensor de la libre empresa sin restricciones es una cuestión de grado.

Además, la Constitución no prohíbe el socialismo, como tampoco sanciona la libre empresa. Uno tiene derecho a ser socialista en nuestro país.

Y tienes derecho a postularse a las elecciones. Pero imaginar a Sanders como el mayor de los dos males que obliga a los republicanos a votar por Trump es un engaño poco sincero que ignora la diferencia entre un hombre que apoya los valores progresistas y un autócrata antidemocrático y corrupto que todavía se niega a aceptar una derrota electoral.

El socialismo no destruirá nuestro país. La erosión de nuestros principios democráticos más básicos sí lo hará.

John M. Crisp, columnista de opinión del Tribune News Service, vive en Georgetown, Texas.

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