¿Quién es el dueño del copyright de un tatuaje: la persona tatuada o quien la tatuó?

¿Quién es el propietario del tatuaje que una persona tiene dibujado en la piel? ¿Tiene el artista que lo dibujó derechos y decisión sobre el uso de ese tatuaje, incluso a contracorriente de la persona que lo porta? ¿Qué pasa cuando el tatuado es una figura famosa y, por ello, el tatuaje aparece, con o sin él, en las pantallas de TV, en Internet, en los videojuegos?

Se trata de un singular debate en torno a la propiedad intelectual que tiene lugar en Estados Unidos, con casos que incluso han llegado a demandas judiciales.

Y es que, al parecer, hay casos en los que la persona en cuya piel está pintado el tatuaje no es la única que tiene decisión y prerrogativas sobre ese trabajo en tinta y sobre sus usos adicionales.

Hacerse un tatuaje puede tener implicaciones legales en materia de propiedad intelectual, para el tatuado y para el tatuador. (Businees Insider /Yahoo)
Hacerse un tatuaje puede tener implicaciones legales en materia de propiedad intelectual, para el tatuado y para el tatuador. (Businees Insider /Yahoo)

Ese punzante asunto fue abordado por el portal Vice en una entrevista con el abogado Jeremy S. Goldman, experto en asuntos de privacidad, derecho de autor y marcas registradas.

Aunque no existen criterios absolutos u aplicables a todos los casos, y en realidad se trata de un área un tanto gris cuya jurisprudencia se está dilucidando actualmente en las mismas cortes, hay algunos preceptos interesantes.

El primero es que un tatuaje, en tanto que su diseño y su trazado son producto del trabajo original de un artista (el tatuador), constituye en muchos casos una obra intelectual que está por tanto protegida. Ciertamente la persona tatuada es dueña de su cuerpo y del objeto físico, en este caso el tatuaje colocado en su piel, pero no necesariamente lo es de los derechos para utilizar o reutilizar ese objeto de arte en otras instancias o para otros fines.

Es algo similar a un cuadro y, en realidad, hay criterios legales que parecen aceptar que la piel de una persona es un medio de expresión como un lienzo u otro soporte: quien compra un cuadro a un artista es propietario de esa obra, puede decidir dónde colocarla o exponerla físicamente y, si lo desea, puede venderla y quedarse con el ingreso respectivo. Pero no necesariamente tiene derechos, por ejemplo, para reproducirla en otros medios, salvo que existan acuerdos previos al respecto.

Es el autor, el artista, el tatuador, quien sería el dueño en principio del copyright de su obra, siempre que se trata desde luego de una creación original. Incluso, presumiblemente, aunque esté tatuada en el brazo de otra persona.

De acuerdo a la publicación Art Law Journal, hay varios supuestos en los que un tatuaje es legítimamente usado y otros en los que un tatuaje infringe el derecho de autor de otra persona o en los que el tatuado vulnera el derecho del tatuador, por lo que conviene que unos y otros se encuentren legalmente protegidos, con los debidos registros y contratos, para evitar afectaciones potenciales.

Con todo, la persona tatuada tiene amplias facultades y prerrogativas sobre su tatuaje. Por ejemplo, puede lucirlo libremente en público y, si se trata de una persona famosa como un artista o un atleta, puede aparecer en televisión, en el cine o en otros medios mostrando su tatuaje.

El problema es cuando, comentan Goldman y Vice, el tatuaje que es objeto de propiedad intelectual del tatuador es utilizado en contextos diferentes al del cuerpo físico y real del tatuado.

Un ejemplo de ello es una demanda, que está en proceso legal, en contra de la productora de un muy popular videojuego, NBA 2K, en el que se muestra la recreación virtual del basquetbolista superestrella Lebron James portando en sus brazos digitales los mismos tatuajes que él lleva en su piel física.

La discusión es si la productora del videojuego, y quizá incluso James, tienen derecho a exhibir ese tatuaje, que es obra intelectual del tatuador, en un contexto distinto del medio físico, la piel del basquetbolista, para el que fue creado. Algunos creen que no. O si, por el contrario, el hecho de que el tatuaje haya sido grabado en la piel de una persona lo vuelve intrínsecamente inseparable de ella y, por ende, es válido reproducirlo incluso en recreaciones virtuales, donde la persona real no tiene participación.

Ciertamente, es necesario que el tatuador tenga el copyright de su tatuaje, lo que es frecuente, para que éste mantenga derechos sobre usos diferentes a la simple portación y exhibición en la piel de su cliente, la persona tatuada.

El caso de los tatuajes de James y el videojuego está aún en vilo, pero ha habido otros casos singulares relatados en la entrevista de Goldman con Vice.

La imagen virtual del superestrella de la NBA Lebron James apareció, con todo y sus tatuajes, en un videojuego. Sus productores fueron demandados por quienes se consideran los poseedores de los derechos de autor de los tatuajes. (DigitalTrends/Yahoo)
La imagen virtual del superestrella de la NBA Lebron James apareció, con todo y sus tatuajes, en un videojuego. Sus productores fueron demandados por quienes se consideran los poseedores de los derechos de autor de los tatuajes. (DigitalTrends/Yahoo)

Por ejemplo, otra demanda impugnó el uso que se dio en una película de Warner Brothers a un tatuaje del boxeador Mike Tyson. En el filme, uno de los personajes de repente aparece con el tatuaje de Tyson impuesto sobre su cara. La demanda alegó que ese uso del tatuaje fue incorrecto porque extrajo el dibujo del contexto de la piel de Tyson y lo usó en otra situación completamente diferente y en otra persona. El litigio se arregló extrajudicialmente, pero al parecer tenía buenas perspectivas de prosperar en la corte.

Y en otro caso más se presentó una demanda contra Nike y otro atleta famoso, el basquetbolista Rasheed Wallace, porque éste autorizó (y presumiblemente obtuvo dinero de ello) que la empresa enfocara un comercial directamente en su tatuaje para promover sus productos. La demanda indicó que Wallace no tenía derecho a usar la imagen del tatuaje para fines comerciales. En este caso también se llegó a un acuerdo fuera de la corte. Y en ambos, posiblemente, el arreglo fue favorable a los intereses del tatuador o de quien, por acuerdo con éste, es el tenedor del copyright del tatuaje en cuestión.

Ante ello, lo común y recomendable es que cuando una persona se hace tatuar por un artista de esa disciplina se firme un contrato en el que claramente se especifican los derechos y usos válidos del tatuaje y se concedan las autorizaciones respectivas. Eso tiene ciertamente costos económicos para el tatuado y el tatuador, tanto por el dinero extra que el primero pagará como por lo que potencialmente dejará de percibir el segundo por usos futuros, sobre todo si se trata de celebridades. Pero deja todo claro para todos y los protege y exime a la vez.

La tinta en el papel del contrato sería, así, fundamental en el futuro de la tinta en la piel y de su diseño y de los intereses del tatuador y del tatuado.

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