¿Quién regulará la carne cultivada en laboratorio?

Hace poco más de tres años os hablaba en este mismo blog de Mark Post, el hombre que cultivaba hamburguesas, que no destacaban precisamente por su buen sabor (véase foto superior). El secreto de esta carne, que no implica pasear a un animal por el matadero previamente para poder ingerirla, radica en una tecnología llamada cultivo cárnico celular. Básicamente consiste en cultivar células musculares de animal, para que se reproduzcan en un laboratorio alrededor de una estructura que las sustenta.

En el fondo la técnica se asemeja a lo que los doctores hacen hoy en día con los cultivos dérmicos humanos para el tratamiento de quemaduras severas, solo que en vez de cultivar piel humana, se dedican al músculo de ternera u otro animal. Cuando se obtienen suficientes hebras de tejido (se habla de una cifra en torno a las 20.000 hebras) los ténicos ya pueden fabricar con ellas una albóndiga o hamburguesa. Puede sonar absolutamente demencial, artificial, antinatura y todos los adjetivos que se os ocurran, pero ya hay empresas invirtiendo en esta tecnología y refinando los procesos industriales. Esto es lo que sucede con Memphis Meats, una start-up de emprendedores con sede en la bahía de San Francisco, cuyos responsables creen que podrían enviar a las vitrinas de los supermercados sus productos carnicos cultivados, en apenas cinco años.

Solo hay un problema, estos bio-productos son tan novedosos y diferentes que los organismos reguladores en los Estados Unidos simplemente no saben como abordar su posible legalización. En EE.UU. los permisos se tramitan a partir del USDA (Ministerio de Agricultura) para las carnes, lácteos y huevos, y de la FDA (Administración de Alimentos y Fármacos) para los aditivos alimentarios. ¿Cómo piensan obtener la aprobación de uno o ambos organismos los emprendedores que cultivan carne, o los que diseñan leche de origen no animal? El reto es sin duda formidable porque ni siquiera está claro a qué puerta deben llamar.

Para intentar responder esta pregunta, la administración Obama lanzó el año pasado una iniciativa llamada a revisar y actualizar el modo en que las diferentes agencias federales regulan la biotecnología alimentaria. Se espera que para finales de 2016, las Academias Nacionales de Ciencia, Ingeniería y Medicina hagan públicos los resultados de un amplio estudio sobre la biotecnologúa y los futuros desarrollos y regulaciones que deben abordarla.

¿Qué hacen los emprendedores mientras tanto? Bien, dado el páramo legal que existe, empresas como Memphis Meats intentarán una triquiñuela legal que consiste en alinear sus productos con otros que la regulación alimentaria ya considera seguros. Eso es lo que ya han logrado con la FDA algunas empresas que cultivan microbios, para producir con ellos enzimas y proteínas que se añaden posteriormente a los alimentos. Algunas levaduras por ejemplo, pueden emplearse para producir un tipo específico de amilasa, enzima que se añade a los productos horneados para mantenerlos frescos durante más tiempo.

El problema es que en Memphis Meats no saben a quién deben dirigirse. La definición que la USDA emplea para los productos cárnicos es: “alimentos provenientes de la matanza animal”, de modo que en principio el cultivo celular quedaría fuera de su ámbito. Y en cuanto a la FDA, los responsables de Memphis Beats creen que su producto tampoco encaja en su función adminitrativa, ya que esta agencia regula los fármacos que se administran a los animales o los aditivos que se añaden a los alimentos.

De modo que el cultivo cárnico celular, sin duda un producto demasiado rompedor y vanguardista, va a traer de cabeza a la administración de una nación que destaca por su flexibilidad. Por ello, a medida que la biotecnología crea problemas de solapamiento en los sistemas reguladores de los Estados Unidos, algunos expertos comienzan a pedir la creación de una única agencia reguladora que promueva la innovación y no la imitación.

¿Veremos hamburguesas cultivadas en laboratorio en las vitrinas de nuestros supermercados a lo largo de la próxima década? La respuesta parece encontrarse en los despachos de los funcionarios, aunque ni siquiera tengamos claro de a qué despachos nos refiramos.

Me enteré leyendo Science.