Quemada viva con 14 años como “regalo” de su familia.

No ha mercecido apenas un titular. Tenía 14 años. Estaba embarazada. y la han quemado viva para saldar una deuda entre dos familias.

Zahra Azam es la última víctima de los crímenes de honor en Afganistán. La policía apunta a que su familia la “ofreció” para zanjar una deuda con otra familia. Tradicionalmente, en algunas zonas del país, las familias ofrecen el sacrificio de sus hijas y mujeres para poner fin a disputas entre clanes. Si la ofensa no es grave, se limitan a regalarlas como esclavas. Pero si la deuda se considera de honor, tienen el derecho a matar a la mujer.

Zhara murió tras varios días agonizando, con quemaduras que le habían abierto la carne hasta los huesos. El bebé que estaba gestando había fallecido días antes, cuando quemaron viva a su madre. A esta niña -recuerden que tenía sólo catorce años- la entregó su propio padre a otra familia de la zona para saldar la ofensa que había cometido con ellos, al casarse con una de sus hijas sin consentimiento del clan. Durante dos años, de los doce a los catorce, Zhara sufrió abusos y torturas de su nueva familia, hasta que terminaron quemándola viva.

En Afganistán, varios miles de mujeres mueren al año a consecuencia de los crímenes de honor. La mayor parte de las veces, los asesinos son miembros de su propia familia, padres y hermanos, sobre todo.

La ONU calcula que en Asia han desaparecido 100 millones de mujeres. Son niñas que no han podido nacer, o niñas a las que han matado poco después de su nacimiento, o niñas a las que han dejado morir de hambre, o mujeres asesinadas por un crimen de honor, o por una dote.

Por una dote, como Kumari. 23 años. Estudiante, de clase media, vivía en una de las zonas acomodadas de la India, y se iba a casar con un informático cuya familia había pedido una dote elevada: último modelo de televisión, aire acondicionado, una moto… El padre pagó. Y también pagó la segunda vez: un coche, y varios miles de rupias. Tras la boda, siguieron las exigencias, pero llegó un momento en el que se acabó el dinero. Kumari empezó a recibir terribles palizas. Su padre intentó apaciguar a la familia política comprándoles varias joyas, y prometiendo más dinero. Antes de que lo consiga, Kumari muere, quemada, en su casa. Causa oficial de la defunción: quemaduras provocadas por el fogón de la cocina. Causa oficiosa: asesinada para conseguir una nueva esposa cuya familia siga pagando caprichos.

Hasta 25.000 mujeres mueren cada año en la India, asesinadas por la codicia de sus familias políticas. Muertes rentables para la familia del “viudo”, que puede volver a casarse, y beneficiarse de otra dote. Tienen incluso un nombre, stove burnings (quemaduras de fogón), porque así cuenta el viudo que murió la mujer: mientras cocinaba.

Sus historias me las contó hace seis años -para un reportaje que publiqué en la revista Mujer Hoy- la periodista francesa Bénédicte Manier, autora del libro “Cuando las mujeres hayan desaparecido”. “Tener un hijo es un honor, tener una hija es un deshonor", me explicaba Bénédicte, “Solamente los hijos perpetúan el nombre de la familia, son los varones los que cuidarán de los padres cuando sean ancianos, porque las hijas se casarán y se irán. Son los varones los que enviarán el alma de los padres al reposo eterno tras la muerte. Tener una hija se ve además como un riesgo al honor: siempre hay que estar vigilándola para que no deshonre a la familia”

Se quieren hijos varones a cualquier precio. La primera medida: no dejar nacer a las chicas. En algunas de las regiones más ricas de China e India, nacen 135 niños por cada 100 niñas, según cifras del Fondo de Población de Naciones Unidas. Un desequilibro demográfico insoportable al que ha contribuído la ecografía.

Hace pocos años, un anuncio en la India decía: “gaste hoy 5.000 rupias, y ahorre 500.000 mañana”. 5.000 rupias era el precio de una ecografía. Las quinientas mil era lo que les iba a costar a los padres el tener una hija.

Las clínicas venden paquetes: ecografía más aborto por menos de 10.000 rupias (unos 190 euros). “Es como decirle a la mujer: venga a hacerse una ecografía, que le garantizamos que no saldrá embarazada de una niña”, explica Bénédicte. Para evitar abortos por género, India, China, Vietnam y Nepal han prohibido que los padres sepan el sexo del bebé antes del parto. “Pero como el negocio es tan rentable los médicos usan un lenguaje codificado: les dicen a los padres, por ejemplo, “vuelvan ustedes el viernes” (friday, en inglés, F de femenino) o “vuelvan ustedes el lunes” (monday, en inglés, m de man, de hombre)”.

Ya hay una palabra para describir el gigantesco número de abortos de fetos femeninos: feticidio. Algunas ONG’s hablan incluso de holocausto. El holocausto judío significó la muerte de 6 millones de judíos. En Asia, 100 millones de mujeres han muerto, o no han llegado a nacer, sólo por el hecho de ser mujeres.

Y dónde no llegan las ecografías, o las mujeres no pueden pagarlas, ¿qué pasa? Hay zonas geográficas donde el infanticidio es socialmente aceptado. Cuando una comadrona da a luz a una chica, los padres pueden exigirle que la mate, porque si no, no cobra. Cada día aparecen niñas asfixiadas dentro de bolsas de plástico, tiradas en las cunetas. O ahogadas en ríos. En India, en algunos lugares, todavía se sigue la costumbre que manda encerrar a la recién nacida en una tinaja de barro. Durante el ritual, se le metía una golosina en la boca y se le susurraba al oído: “ahora muere, y envíanos un hermanito”.

Pero no siempre los padres tienen el valor de asesinar a su hija recién nacida. Pero las niñas son víctimas de negligencias más o menos deliberadas. Las vacunan menos y una simple enfermedad suele ser mortal. En general, los chicos también disfrutan de un periodo de lactancia más largo y les toca la mejor parte de la comida. Cuando el trabajador social pregunta, las familias dicen que la niña se negaba a comer”. La mortalidad de las niñas es 1,5 veces superior a la de los niños. En regiones ricas, como Punjab, mueren 4 niñas por cada niño.