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De Putin a Ucrania: “O te casás conmigo o te mato”

Vladimir Putin, durante una reunión hoy en el Kremlin
Pavel Bednyakov

NUEVA YORK.- ¿Por qué Vladimir Putin amenaza con morder otro pedacito de Ucrania después de devorarse Crimea en 2014? Esa pregunta no es fácil de responder porque Putin es un psicodrama unipersonal, con un terrible complejo de inferioridad frente a Estados Unidos que lo hace andar por el mundo a los portazos y con cara de ofendido.

A ver: Putin es un Pedro el Grande actual que quiere devolver a la Madre Rusia a sus días de gloria. Es un exagente de la KGB que simplemente se rehúsa a aceptar el deshielo y que sigue viendo a la CIA debajo de cada piedra y detrás de cada adversario. Putin es el exnovio tóxico de Estados Unidos, el que nos impone su presencia todo el tiempo y nos impide salir con otros, como China, porque siempre mide su estatura en el mundo en relación con la nuestra. Y también es un político que trata de asegurarse un triunfo, arreglado o no, en las elecciones rusas de 2024, para convertirse entonces sí en presidente de por vida. Porque cuando se han malversado tantos rublos como Putin, nadie puede estar seguro de que su sucesor no lo meta preso y se quede con todo. Para Putin, la ecuación es gobernar o morir.

En algún lugar de esa maraña de identidades y neurosis está la respuesta a lo que Putin pretende hacer con Ucrania.

Biden y Putin, durante su primera cumbre, en Ginebra, en junio pasado
Patrick Semansky


Biden y Putin, durante su primera cumbre, en Ginebra, en junio pasado (Patrick Semansky/)

Si yo fuera un cínico, le diría que vaya nomás y que ocupe Kiev, porque pronto se convertiría en su Kabul, su Afganistán, salvo que con un costo humano intolerable. Pero como no soy un cínico, voy a ser bien claro: si quiere bajarse del árbol donde está subido, tendrá que saltas o fabricarse su propia escalera. Esta crisis fue pergeñada exclusivamente por él, así que de nuestra parte no debe haber concesiones. China está pendiente —mientras Taiwán transpira— de lo que hagamos en respuesta a Vlad.

Lo que nos devuelve a la pregunta central: Vlad, ¿por qué te subiste a ese árbol?

Para empezar, la respuesta no hay que buscarla en Ucrania. Si Putin efectivamente decide pegarle otro tarascón a Ucrania, será ante todo y sobre todo porque piensa que eso afianza sus chances de seguir en el poder en Rusia, siempre su primordial objetivo.

Movimiento de tropas rusas cerca de Ucrania
Movimiento de tropas rusas cerca de Ucrania


Movimiento de tropas rusas cerca de Ucrania

Para entender por qué una nueva invasión a Ucrania abonaría esos fines hay que retrotraerse al giro que dio Putin en la última década: dejó de venderse ante el pueblo ruso como el líder que los haría salir de la pobreza de recursos de la Posguerra Fría, para convertirse en el líder que los haría salir de la pobreza de dignidad de la Posguerra Fría.

Eso lo aprendí de Leon Aron, experto en asuntos rusos del Instituto de Investigaciones de Políticas Públicas American Enterprise. Aron es autor de una biografía de Yeltsin y actualmente escribe un libro sobre el futuro de la Rusia de Putin. Según Aron, cuando Putin llegó al poder, a fines de 1999, se benefició de la restructuración económica que había iniciado Boris Yeltsin y tuvo a favor el auge de la inversión extranjera en su país, el aumento del precio del petróleo, el gas y los minerales, y mayor estabilidad política interior.

Los rusos asocian los dos primeros mandatos de Putin —2000 a 2008— “con una acumulación de riqueza sin precedentes en la historia moderna de Rusia”, dice Aron.

Pero a partir de 2011 y hasta 2019, la economía de Rusia se estancó debido a la caída del precio de la energía y fundamentalmente a los obstáculos institucionales para el crecimiento: Putin prefiere explotar los recursos naturales de Rusia, y no sus recursos humanos. Putin no quiere ningún Silicon Valley, salvo para sus hackers. Para que existiera un Silicon Valley, en Rusia tendría que regir un verdadero estado de derecho, garantías para el derecho a la propiedad seguros, y libertad para las personas talentosas, esas que hacen preguntas incómodas tipo, “Vlad, ¿de dónde sacaste tanta plata?”

La respuesta de Putin a este estancamiento económico y el peligro político que representaba fue cambiar la base de legitimidad de su régimen: de paladín del progreso económico, que lo hizo tan popular durante sus dos primeros mandatos, a defensor de una patria asediada por Occidente”, señala Aron. “Putin llegó a la conclusión de que para ser presidente de por vida, tenía que ser un presidente de tiempos de guerra de por vida.”

Es la clásica política de generar una distracción. Putin es un matón, pero es un matón con una auténtica alma cultural rusa que resuena en su pueblo. Su obsesión con la Unión Soviética y la nostalgia del poder, la gloria y la dignidad que aquel régimen le dio a él y a su generación son muy profundas. Putin no exageraba en 2005 cuando declaró que la desintegración de la Unión Soviética era “la mayor catástrofe geopolítica” del siglo XX.

Y como Ucrania y su capital, Kiev, juegan un papel central en la historia rusa desde hace mucho tiempo, y como Ucrania fue baluarte y granero de la Unión Soviética en su apogeo, y como todavía hay unos ocho millones de rusos étnicos viviendo en Ucrania, Putin afirma que es “su deber” reunir a Rusia y Ucrania. Ignora alegremente que Ucrania tiene su propio idioma, historia y una generación postsoviética que cree que “su deber” es ser independiente.

Protestas de veteranos de guerra ucranianos en Kiev
Efrem Lukatsky


Protestas de veteranos de guerra ucranianos en Kiev (Efrem Lukatsky/)

Para Putin, perder Ucrania “es como una amputación”, señala el politólogo Ivan Krastev, presidente del Centro de Estrategias Liberales de Sofía, Bulgaria. “Putin ve a Ucrania y Bielorrusia como parte del espacio civilizacional y cultural de Rusia. Piensa que el Estado ucraniano es totalmente artificial y que el nacionalismo ucraniano no existe”.

Si Putin ha escalado su amenaza a Ucrania —que yo pondría en los términos de “o te casás conmigo o te mato”—, es porque sabe que durante el actual gobierno del presidente Volodymyr Zelensky, el proceso de “ucranización” se ha acelerado, que el idioma ruso está dejando de enseñarse en las escuelas y que la televisión rusa está siendo expulsada progresivamente del espacio mediático.

Según Krastev, “Putin sabe que dentro de diez años la generación joven de Ucrania ya no hablará una palabra en ruso ni se identificará con la cultura rusa”. Así que Putin tal vez piense que es mejora actuar ahora, antes de que el ejército ucraniano crezca y esté mejor entrenado y armado, y mientras Europa y Estados Unidos están ocupados con el Covid y sin ánimos de ir a la guerra.

Motivaciones geopolíticas

Y después están las crudas motivaciones geopolíticas. Al generar la crisis en torno a Ucrania, dice Krastev, “Putin está invitando a Occidente a los funerales del orden mundial de la Posguerra Fría”.

Para Putin, el orden de la Posguerra Fría fue algo le impusieron a Rusia y a Boris Yeltsin en un momento de debilidad del país. Eso orden implicó no solo empujar hacia el seno de la OTAN a los países de Europa del Este que antes habían integrado el Pacto de Varsovia —la OTAN soviética—, sino también potenciar la influencia de la OTAN y la Unión Europea dentro del propio eximperio soviético, en lugares como Ucrania y Georgia.

Con su acumulación de tropas, el mensaje de Putin a Occidente es este: o negociamos un nuevo orden de Posguerra Fría, o inicio un conflicto bélico de Post-Posguerra Fría.

Como saben mis lectores desde hace tiempo, siempre me opuse enérgicamente a la expansión de la OTAN después de la Guerra Fría. Una de las cosas más estúpidas que ha hecho Estados Unidos es enfocarse en “OTANizar” a Polonia y Hungría, en vez de fomentar la asombrosa revolución democrática no violenta en Rusia y aprovechar para incluirla definitivamente en Occidente. Involucrarse en esa incipiente revolución rusa y llevarla a buen término no habría sido sencillo, pero al insistir con la expansión de la OTAN, Estados Unidos allanó el camino para que un nacionalista autocrático como Putin se abroquelara al poder y convenciera al pueblo ruso de que solo él podía evitar que la OTAN y Occidente destruyeran Rusia en lo militar, lo cultural y lo religioso.

No por eso Putin me merece una lágrima. El presidente ruso es la encarnación humana de una de las fábulas rusas más antiguas: cuando ve que su vecino rico acaba de comprarse una vaca, un campesino ruso le ruega ayuda a Dios. Cuando Dios le pregunta en qué puede ayudarlo, el campesino dice: “Mata la vaca de mi vecino”.

Lo último que Putin quiere es una Ucrania prospera que se una a la Unión Europea y que logre el desarrollo de su pueblo y de su economía lejos de la Rusia autocrática y de bajo rendimiento de Putin. Lo que Putin quiere es que Ucrania fracase, que la Unión Europea se fracture y que Donald Trump sea presidente vitalicio, para que Estados Unidos quede en estado de caos permanente.

Putin prefiere que nuestra vaca muera a criar su propia vaca. Todo el tiempo busca dignidad en el lugar equivocado. Es bastante patético, pero está armado y también es muy peligroso.

Traducción de Jaime Arrambide