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Putin y Biden no son el mismo tipo de presidente: la influencia del ambiente en el liderazgo

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Tradicionalmente, asumimos que el líder es un ser humano que se apoya en la razón para la toma de decisiones. Se entiende que las decisiones que toma el líder son la mejor opción tras una selección eficaz. Pero no nos planteamos la influencia que tiene la formación de dicho líder en el proceso racional de toma de decisiones.

En ámbitos como las relaciones internacionales, el modelo de líder juega un papel determinante en la toma de decisiones. Quién y cómo toma decisiones clave nos lleva a generar acuerdos o, en el peor de los casos, a guerras y conflictos.

Cambio en los valores

Del análisis de la Encuesta de Valores (European Values Survey) que desarrollamos desde hace más de 20 años, se constata un cambio en los valores en los países europeos participantes y que son transmitidos en la educación de los menores, lo cual se reflejará en los líderes del mañana.

La obediencia como técnica disciplinaria parece estar siendo sustituida por el sentido de la responsabilidad y un esquema positivo del poder hacer (opuesto al “deber hacer”, este esquema se basa en la libertad de iniciativa). Ganan fuerza valores como el sentido de la responsabilidad, la tolerancia, el respeto por los demás y la imaginación.

Quizás estemos en ese cambio pronosticado por Buy-chun Yan de superación de la sociedad disciplinaria. Sin embargo, el actual tablero internacional todavía parece mostrar una confrontación entre líderes que responden a diferentes modelos.

Emociones, personalidad y el ambiente

Un líder, al igual que cualquier persona, configura su personalidad con una combinación de pensamiento racional y emociones. Sus decisiones surgen de la sucesión de ideas, conocimientos, principios y valores pero también de la realidad en la que ha crecido como persona y como líder.

En el ámbito de las relaciones internacionales, el modelo de líder juega un papel determinante en la toma de decisiones. Quién y cómo toma decisiones clave nos lleva a generar acuerdos y consensos o, en el peor de los casos, a guerras y conflictos.

Si esa persona está formada en un entorno donde estar dispuesto a usar la fuerza es valorado positivamente, destacará su predisposición a dominar al otro y ser agresivo.

Este puede ser el caso de la sociedad rusa, que premia en sus líderes valores como firmeza en la defensa de la identidad y los intereses de Rusia. El Presidente Putin, con formación soviética y décadas de servicio en los servicios de inteligencia y seguridad de ese país, aboga por una postura de fuerza y confrontación en el caso de Ucrania.

Al contrario, una persona que se haya nutrido en la búsqueda de consensos y la empatía ejercerá un liderazgo que busque encontrar posturas. La política estadounidense, particularmente en los líderes del partido demócrata, se fundamenta en esos valores. El presidente Biden es un claro resultado de una educación y una experiencia de cuatro décadas en un sistema político donde solo el acuerdo puede llevar al éxito.

En estos modelos antitéticos, es fundamental entender el proceso de socialización del líder. Cómo han ido incorporando todos aquellos estímulos y acciones que han configurado su personalidad a lo largo de su desarrollo y que van modificándose con el paso del tiempo. Como dice un proverbio chino: “el aprendizaje es un tesoro que sigue a su propietario durante toda la vida”.

Efecto en la geopolítica

Asumiendo por tanto que los lideres no son ajenos a las sociedades en las que se van configurando, en el actual escenario internacional a lo que realmente asistimos es a un pulso entre modelos.

De las imágenes y noticias que llegan del líder ruso puede deducirse que, más allá de determinados rasgos de personalidad, sus decisiones en torno a los medios de comunicación, la libertad de expresión y participación política o sobre la comunidad LGTIBQ+ están promovidas por valores que no se sitúan en el mismo eje que los de los lideres occidentales.

En el caso del presidente Biden, el presidente Macron o el Canciller Scholz, se observa un modelo de liderazgo que responde a valores democráticos consolidados y que premia la búsqueda de consensos y el diálogo. En definitiva, diferentes modelos de liderazgo al calor de los valores de las sociedades que representan.

La educación de hoy, los líderes de mañana

La realidad de estas semanas nos muestra que las relaciones internacionales dependen en gran medida de las decisiones tomadas por un escaso grupo de estos líderes. Herbert Spencer lo tenía claro: “La gran meta de la educación no es el conocimiento, sino la acción”. De ahí que las acciones del presente sean producto de la educación del pasado.

La educación, los valores y la formación que hemos recibido se reflejan en nuestros actos, en nuestra forma de decidir, en nuestro modelos de resolver conflictos. Debemos prestar atención a nuestros modelos del presente, porque tendrán consecuencias en las decisiones y actuaciones del futuro.

Si queremos soluciones dialogadas, acuerdos de interés mutuo y excluir el uso de la fuerza, es necesario formar en estos valores e impregnarlos en una sociedad que vea en esta fórmula, y no otra, la salida a los conflictos y la consolidación de nuevos paradigmas de relaciones internacionales.

De lo contrario, correremos el riesgo de vernos en una situación que no deseamos, en la que no queremos entrar y a la que no debimos haber llegado nunca.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.