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El puerto griego de Patras, lugar de sueños y desesperación de inmigrantes

Por Yannis Behrakis PATRAS, Grecia (Reuters) - El viaje de Mahdi Babika Mohamed hacia una vida mejor en Europa empezó en su Sudán natal, y atravesó Libia y Turquía antes de llegar a su fin abruptamente en una sórdida fábrica abandonada en el puerto de Patras, en el oeste de Grecia. Allí, este hombre de 37 años es uno de los cientos de inmigrantes que intentan desesperadamente colarse en los ferries que van a Italia aferrándose a la parte inferior de los camiones de carga, normalmente sin éxito. "Venimos de un país en guerra a otra guerra aquí, en Patras", dijo Mohamed. "Cada día intento subirme al ferry y es peligroso esconderse debajo de los camiones, podría morir en cualquier momento", añadió. Patras ya no está en la primera línea de la crisis de inmigración de Grecia, como lo estaba hace seis años, cuando las autoridades cerraron un improvisado campamento en el puerto en el que cientos de inmigrantes vivían en miserables condiciones. Desde entonces, el foco se ha puesto en los miles de sirios y otros inmigrantes que ahoran intentan entrar en Grecia por la frontera este, pero el problema de los refugiados en Patras está lejos de llegar a su fin. A día de hoy, en torno a un centenar de afganos, iraníes y sudaneses viven en dos fábricas desiertas, una textil y una maderera, frente a la terminal del ferry, viviendo de las sobras y sin electricidad. Algunos han llegado recientemente, otros llevan viviendo ahí más de dos años. UNA VIDA MEJOR Cada día, algunos intentan saltar por encima de la elevada valla para acceder a la terminal, con la esperanza de colarse en un ferry con destino a Italia, donde sueñan con una vida mejor que la que tienen en una Grecia golpeada por la crisis, donde los empleos son escasos y es difícil hallar simpatía. Otros se esconden en los arcenes de las carreteras, corriendo para colarse bajo los camiones que esperan en los semáforos antes de entrar a la terminal. Uno de ellos es Azam, un sursudanés de 26 años que dice que se embarcó en un pequeño barco pesquero en Egipto con otros 175 inmigrantes a comienzos de este año. Azam asegura que pagó en torno a 3.000 dólares para llegar a Italia, pero en su lugar el barco los dejó en Creta. Pese a los numerosos intentos, todavía no ha podido subirse a un ferry hacia Italia. Pero se niega a abandonar su sueño. "Quiero ir al norte de Europa y encontrar un trabajo decente, vivir una buena vida, y lo intentaré hasta que lo consiga", dice Azam. "Nunca me rendiré".