'No puedo tener este bebé': Una clínica de abortos solitaria en la frontera

Una habitación vacía en la clínica Whole Woman's Health of McAllen en McAllen, Texas, el 29 de abril de 2022. (Callaghan O'Hare/The New York Times)
Una habitación vacía en la clínica Whole Woman's Health of McAllen en McAllen, Texas, el 29 de abril de 2022. (Callaghan O'Hare/The New York Times)

McAllen, Texas — Los murales coloridos en el exterior de la clínica a pocos kilómetros de la frontera con México celebraban “la dignidad, el empoderamiento, la compasión, la justicia”. En el interior, había un recordatorio colocado en la pared para cualquiera que hubiera empezado a dudarlo: “¡El aborto es legal en Texas!”.

Una mujer de 28 años miraba el cartel inquieta y acariciaba suavemente un collar con una imagen de San Judas, el santo patrono de las causas perdidas y las situaciones desesperadas.

En efecto, su situación parecía difícil: tenía tres niños en casa, un esposo en la cárcel y una educación universitaria trunca. Se decía a sí misma que otro bebé pondría a su familia al borde del abismo. “Jamás pensé estar aquí”, afirmó la mujer, quien, antes de entrar, había pasado por delante de unos manifestantes antiaborto que se encontraban afuera y tuvo que detener su auto para vomitar. “Me ha costado mucho trabajo estar aquí hoy. Llevo una semana sin poder dormir, repasando este día en mi cabeza una y otra vez. Solo sé que no puedo tener este bebé”.

El recordatorio de que algunos abortos en las primeras fases del embarazo siguen siendo legales en Texas se produce mientras las clínicas que quedan en el estado lidian con una ley reciente que amenaza con demandas punitivas contra cualquiera que ayude a abortar después de las seis semanas de embarazo. Un borrador del veredicto del Tribunal Supremo de Estados Unidos, que se filtró a los periodistas esta semana, amenaza con desencadenar una ley de mayor alcance (aprobada por los legisladores de Texas el año pasado en previsión del día en que el caso de Roe contra Wade sea anulado) que sometería a los proveedores de abortos a posibles sentencias de cadena perpetua o multas de 100.000 dólares.

En las últimas semanas, clínicas como Whole Woman’s Health, el único centro de abortos que atiende a una población de un millón de personas en el Valle del Río Grande, han estado repletas de mujeres, como esta joven de 28 años, que tratan de reconstruir con urgencia las fechas de sus periodos menstruales y se someten a ecografías para asegurarse de que están dentro del periodo permitido de las seis semanas.

En general, las mujeres que acuden a esta clínica, situada en la ciudad de McAllen, de población mayoritariamente latina y ubicada a unos 16 kilómetros al norte de la frontera entre Estados Unidos y México, son el reflejo de algunas de las que, probablemente, se enfrentarán a las consecuencias más complicadas de los nuevos límites estatales respecto al aborto en Estados Unidos.

Los datos muestran que las mujeres pobres o con ingresos bajos constituyen el 75 por ciento de las que desean interrumpir su embarazo. Alrededor del 60 por ciento de las mujeres que solicitan abortos legales son negras o hispanas, según los datos federales, y los analistas aseguran que son ellas quienes se enfrentan con más intensidad al dilema de equilibrar los trabajos mal pagados con horarios impredecibles, los costos elevados del cuidado de los niños y la esperanza de asistir a la universidad a medio tiempo con la realidad de otro hijo que mantener.

Una cita de Leticia Van de Putte en una pared en la clínica Whole Woman's Health de McAllen, en McAllen, Texas, el 29 de abril de 2022. (Callaghan O'Hare/The New York Times)
Una cita de Leticia Van de Putte en una pared en la clínica Whole Woman's Health de McAllen, en McAllen, Texas, el 29 de abril de 2022. (Callaghan O'Hare/The New York Times)

Si bien algunas clínicas de México seguirán ofreciendo ayuda para abortar, muchas mujeres que viven en McAllen y en las comunidades estadounidenses circundantes podrían enfrentarse a un viaje de más de 1200 kilómetros para llegar a la clínica de aborto legal más cercana, en Las Cruces, Nuevo México, en caso de que Whole Woman’s Health y otras instalaciones de Texas se vean obligadas a cerrar.

La joven sentada en la sala de espera, que al igual que otras personas entrevistadas para este artículo no quiso revelar su nombre para proteger su identidad, dijo que su esposo, que está cumpliendo condena por asesinato, y la mayoría de los miembros de su familia la juzgarían y la ayudarían muy poco si se enteraran de que ha interrumpido un embarazo.

La mayoría de los entrevistados dijeron que la cultura del Valle del Río Grande, en la que predominan las personas mexicoestadounidenses y fuertemente católicas, obliga a las mujeres que se plantean un aborto a hacerlo solas y a guardar silencio para siempre.

“Ya sabes, en nuestra cultura, al ser mexicana, en realidad no lo apoyan”, señaló la mujer. “Sientes que no puedes decírselo a nadie”.

En la sala de espera, donde la mayoría de las mujeres evitaban mirarse entre sí, ella se mostraba inquieta. “¿Qué pensarán de mí?”, murmuró. Luego soltó una risita nerviosa al recordar que lo más probable era que todas estuvieran ahí por la misma razón.

Sus tres hijos, de 11, 9 y 7 años, están ahora en la escuela, pero a ella le falta un año para obtener el título en justicia penal que necesita para conseguir un empleo mejor pagado que su trabajo de oficina.

Por un lado, comentó, “solo quiero seguir con mi carrera”, y por otro, “necesito cuidar de mis bebés, los que ya tengo”.

Un día, a pesar del uso de métodos anticonceptivos, dejó de menstruar un mes, y según ella, una situación que antes parecía difícil ahora parecía imposible.

Dijo que al principio le preocupaba la ley de Texas que entró en vigor el 1.° de septiembre (un modelo que ahora se está adoptando en otros estados conservadores), la cual faculta a los civiles a presentar demandas contra cualquier médico que practique un aborto cuando ya hay actividad cardiaca del feto, alrededor de las seis semanas de embarazo. Los médicos miden el inicio del embarazo a partir del primer día de la última menstruación de la mujer, que suele ser dos semanas antes de la concepción del feto. Por eso, muchas mujeres apenas saben que están embarazadas cuando llegan al límite de las seis semanas.

Aunque se supone que la ley no tiene como objetivo a las mujeres, ella había leído las noticias recientes sobre una mujer que fue acusada de asesinato en el condado cercano de Starr tras someterse a lo que se describió como un aborto “autoinducido” después de las seis semanas. La mujer fue liberada después de una protesta nacional.

Por eso, cuando la doctora de guardia de Whole Woman’s Health, Blair Cushing, le informó a la mujer de 28 años que estaba por debajo del límite que establecía la ley, a las cinco semanas de embarazo, su corazón se tranquilizó. “No quería que me detuvieran también”, dijo.

Durante una visita al consultorio al día siguiente, Cushing le indicó que tomara una única dosis de mifepristona, que es del tamaño de una aspirina, y una segunda dosis, cuatro tabletas de misoprostol, en un plazo de 48 horas.

La doctora leyó una lista de riesgos relacionados con el aborto con medicamentos, entre los que puede presentarse una hemorragia excesiva, la posibilidad de que se retenga tejido dentro del útero, una infección y una reacción alérgica al medicamento.

Según la ley estatal, la doctora estaba obligada a mostrarle a la paciente su ecografía, que en una fase tan temprana del embarazo suele mostrar poco más que el saco gestacional, la bolsa de líquido donde crece el embrión.

La ley también les exige a los médicos que hablen con las pacientes sobre la posibilidad de que disminuya su fertilidad y de que aumente el riesgo de cáncer de mama en las mujeres que abortan, un riesgo descartado por muchos expertos que lo han estudiado. Cushing señaló que el material que se le exigía informar a sus pacientes tenía la intención de “tratar de engañarlas y asustarlas”.

El aborto en sí, le dijo la doctora a la mujer, se sentiría como un periodo menstrual abundante. “Me dijo: ‘Apenas empieza, en realidad no hay nada’”, recordó la mujer después de la consulta inicial. “Me siento bien. Estoy tratando de superarlo. Esta es la decisión correcta para mí en este momento”.

Otra trabajadora de la salud, que empezó a trabajar en la clínica hace tres meses, dijo que a veces les comentaba a sus pacientes que había abortado a los 18 años cuando estaba embarazada de 10 semanas. Al igual que muchas de sus pacientes actuales, dijo, temía que un embarazo pudiera perjudicar sus posibilidades de conseguir un trabajo mejor.

También le preocupaba que su familia y sus vecinos la condenaran al exilio si alguien se enteraba, señaló.

“Aquí nos criamos como católicos y cristianos, y en general no hablamos de sexo”, dijo. “No hablamos del tema porque aquí es un tabú”.

© 2022 The New York Times Company