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Se están pasando y la publicidad personalizada ya resulta inquietante y contraproducente

Imagen vía Getty Images
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Ajustar el mensaje y elegir cuidadosamente el formato y el momento para llegar al público objetivo es un objetivo esencial en cualquier acción publicitaria: de nada le sirve a una marca de dentaduras postizas que su anuncio alcance a millones de adolescentes, por poner un ejemplo.

El auge de Internet y las redes sociales ha permitido desarrollar nuevas estrategias para afinar la puntería. Sin embargo, lo que en un principio fue una ventaja se está volviendo en contra de los anunciantes: la publicidad personalizada está empezando a ser contraproducente.

¿Alguna vez has tenido la sensación de que las empresas te espían? Parece una idea paranoica, pero hay algo de verdad en ella. La publicidad programática se basa en recopilar datos de los usuarios y utilizarlos para segmentarlos de la manera más específica posible.

Como resultado de estas prácticas, el usuario se ve bombardeado con publicidad relacionada con compras pasadas o con simples búsquedas que ha realizado. Haz la prueba: si te pones a curiosear una web de muebles en el ordenador, verás cómo a lo largo del día te saltan anuncios de muebles en cada página que visites. Y no sólo en el ordenador: la persecución se traslada a tu teléfono móvil, tu tablet y cualquier dispositivo que utilices.

Un rechazo cada vez mayor

Esta publicidad excesivamente personalizada ha empezado a generar un manifiesto rechazo. Así lo demuestra un estudio realizado por las agencias Cheetah Digital y Econsultacy, que han recabado las opiniones de consumidores de varios países como España, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Australia y Japón a través de una encuesta.

Los investigadores pidieron a los encuestados que calificasen estas prácticas y el resultado es que la abrumadora mayoría las consideraron “inquietantes”. La publicidad basada en geolocalización, los anuncios relacionados con cosas que se han hablado cerca de dispositivos inteligentes, los chatbots que tienen acceso a compras pasadas y los anuncios que persiguen al cliente por todos sus dispositivos son prácticas que se consideran invasivas.

Y es que, volviendo al ejemplo del principio, tiene que haber un término medio entre ver anuncios totalmente irrelevantes (como una dentadura postiza para alguien joven) y sentir que los anunciantes se esconden debajo de tu cama y te acechan por las noches. El público acepta y hasta agradece cierto grado de adecuación, pero las empresas deben encontrar el equilibrio para que no resulte excesivo y no consiga justo el efecto contrario al deseado.

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