Prosigue la llegada de migrantes a Polonia y entierros de los que no lo logran

Bohoniki (Polonia), 23 nov (EFE).- El cementerio musulmán de Bohoniki acogió este martes el funeral del bebé que murió hace una semana en el parto de una mujer migrante que entró en Polonia desde Bielorrusia, en una crisis con tintes de tragedia humanitaria.

Polonia denunció en las últimas 24 horas 174 intentos de cruzar su frontera de manera irregular, menos que en jornadas anteriores, puesto que el mal tiempo y la acción de las fuerzas de seguridad polacas dificultan el paso de los migrantes.

Así, a lo largo del martes bajaron aún más las temperaturas y cayó la primera nevada de la temporada.

No existen datos concluyentes sobre el número total de fallecidos hasta la fecha, pero según la guardia fronteriza polaca y organizaciones locales se han registrado al menos una docena de víctimas en el lado polaco de la frontera.

El bebé Halikari Dhaker nació muerto después de que su madre fuera atendida de urgencia tras pasar varios días en los bosques de la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde se hallaba con su marido y sus otros cinco hijos, de origen iraquí.

Ningún familiar o representante diplomático asistió al sencillo funeral, celebrado por la comunidad musulmana de Bohoniki, representada por el imán Aleksander Bazarewicz y por dos residentes de origen checheno.

El bebé es el cuarto migrante de Oriente Medio que recibe sepultura en la pequeña población rural del este de Polonia desde que comenzó la crisis fronteriza.

Bazarewicz indicó, en declaraciones a EFE, que espera que se trate de "la última víctima" y que el resto de migrantes varados en la frontera "salgan cuanto antes de esta dura situación y vuelvan a sus países”.

En referencia a los rumores sobre un eventual corredor humanitario hasta Alemania, que este país ha desmentido, el imán señaló que es preciso ofrecerles "otra solución" y "darles una alternativa" y añadió con pesimismo que no cree que el bebé sea el último fallecido a consecuencia de la crisis fronteriza.

UNA PARTE DE LA SOCIEDAD ES SOLIDARIA

Muchos migrantes se pierden en los bosques durante días al intentar cruzar la frontera y necesitan asistencia médica cuando son encontrados por ong y voluntarios como los de la organización Ocalenie, que entran en acción cuando son alertados por vecinos de la presencia de forasteros en la zona.

Una de estas activistas, Agata Ferenc, explicó a Efe que la situación de la gente que busca cruzar la frontera es "poco clara", puesto que el Gobierno polaco "ha cambiado la ley varias veces en los últimos meses" y por ello no existe un marco legal claro que regule las llegadas.

Los activistas, que trabajan en equipos que se dan el relevo cada pocos días, se ven obligados a esperar a que los migrantes salgan de la zona prohibida de tres kilómetros a partir de la valla fronteriza y sólo entonces pueden proporcionarles primeros auxilios.

Ferenc subrayó que parte de la sociedad polaca es muy solidaria, pero que otros sectores se ven influidos por la información difundida por las autoridades y creen en ideas como que la migración "cambiará nuestra cultura, nos hará algo malo".

Entre las iniciativas solidarias, destaca la colocación de luces verdes en los hogares que están dispuestos ayudar a los migrantes y proporcionarles alimento y ropa sin alertar a las autoridades de su presencia.

La campaña pretende ofrecer algo de seguridad a los migrantes, que en ocasiones ponen en peligro su salud escondiéndose en los bosques por miedo a que las fuerzas de seguridad polacas les devuelvan a Bielorrusia.

El Gobierno apuesta en la crisis por “mostrar que el país está en una situación de peligro, y ellos son los que pueden salvar la nación," algo que no es cierto ya que los migrantes "son sólo unos centenares de personas", según la activista Ferenc.

"Por ejemplo, nosotras trabajamos en un equipo de tres mujeres y no tenemos miedo de ir de noche a las cuatro de la mañana a ayudarles, no tenemos miedo,” recalcó.

Ante la pregunta de si Polonia respeta los valores comunes de la Unión Europea al negarse a acoger a los migrantes, Ferenc opinó que “la sociedad europea muestra que nuestros valores son mantener nuestro nivel de vida”.

La voluntaria agregó que ella, que se educó en una escuela soviética, es católica y ha viajado por el mundo, nunca ha oído que esté bien "no reaccionar ante las situaciones como ésta".

"Por ello a veces me siento como una niña pequeña que se pregunta como esto es posible,” concluyó.

Pablo González

(c) Agencia EFE