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La promesa de Biden de una reforma migratoria despierta esperanzas en América Latina

El reto del presidente será revertir muchas de las restricciones migratorias de su predecesor y, a la vez, moderar las crecientes expectativas de los migrantes.

CIUDAD DE MÉXICO — Durante meses, sobrevivieron en un campamento polvoriento cerca de la orilla mexicana del río Bravo, dependiendo de alimentos donados y tiendas de campaña, expuestos a la intemperie y las amenazas constantes de la delincuencia.

La frontera estadounidense, siempre a la vista, era a la vez una esperanza y una burla. Los migrantes habían solicitado refugio, pero el gobierno del expresidente Donald Trump los retornó y les dijo que esperaran en México.

Así que, con la llegada del presidente Joe Biden a la Casa Blanca, los migrantes que habían llorado de alegría y alivio con su elección esperaban que pudiera transformar las políticas migratorias y mejorar sus posibilidades de entrar a Estados Unidos.

Sin embargo, a los pocos días de haber iniciado el mandato de Biden, muchos de esos mismos migrantes expresan su impaciencia y su optimismo se ha convertido en decepción.

“Dijeron: ‘Si ganamos, vamos a solucionar este problema’. Pero los días pasan y no veo nada”, dijo Joel Fernández Cabrera, de 52 años, un solicitante de asilo cubano que lleva un año viviendo de forma intermitente en el campamento, en la ciudad de Matamoros, mientras su petición de asilo sigue atascada en el sistema judicial estadounidense. “Estamos empezando a no creer en este gobierno”.

La impaciencia es un reflejo de la creciente demanda de ayuda entre los migrantes, en medio de una pandemia económicamente paralizante y tras cuatro años de esfuerzos del gobierno Trump por detener la inmigración, tanto legal como ilegal, a Estados Unidos.

También es una muestra de la magnitud del desafío que enfrenta el gobierno de Biden, que ha tratado de moderar las expectativas y la frustración contenida de los migrantes y sus defensores, y evitar una avalancha de migración hacia la frontera suroeste.

“Él es nuestra única esperanza”, dijo Gabriela, de 28 años, una solicitante de asilo boliviana que lleva más de un año atrapada en el campamento. Pidió que se la identificara solo con su nombre de pila porque ella y su hijo de tres años huyen de amenazas de muerte.

“Con Trump no había esperanza”, continuó. “Todo iba para atrás, atrás, atrás”.

Biden levantó expectativas en el campamento de Matamoros y en otros lugares al postularse con la promesa de revertir rápidamente muchas de las políticas migratorias más restrictivas de Trump, incluido el fin de un programa, conocido popularmente como “Quédate en México”, que ha obligado a decenas de miles de migrantes a esperar en el país mientras sus casos están pendientes en la corte de inmigración estadounidense.

El nuevo presidente no perdió tiempo. En su primer día en el cargo, dio a conocer una legislación de reforma migratoria que crearía un camino hacia la ciudadanía para unos 11 millones de inmigrantes indocumentados que se encontraban en Estados Unidos antes del inicio de 2021. Esta medida, si se aprueba, sería el rediseño de inmigración más ambicioso desde 1986, cuando Ronald Reagan firmó una ley que otorgaba un estatus legal a tres millones de inmigrantes.

Biden también firmó una oleada de órdenes ejecutivas que, entre otros objetivos, detenían la construcción del muro fronterizo y derogaban la prohibición de viajar a Estados Unidos desde varios países predominantemente musulmanes.

Aunque no puso fin al programa “Quédate en México” —ni dijo qué pasará con las personas que están en México—, lo suspendió.

Se espera que en las próximas horas Biden emita varias órdenes ejecutivas más para ampliar la inmigración legal, restaurar el sistema de asilo y mejorar el sistema de tramitación para los refugiados.

Pero, a pesar de la rapidez de las medidas, Biden y sus asesores han sido cuidadosos a la hora de comunicar que quiere evitar moverse demasiado rápido.

Los funcionarios temen que los grandes cambios de política promulgados de manera apresurada podrían inspirar una enorme oleada de migrantes a la frontera suroeste, abrumando los recursos estadounidenses de aplicación de la ley y de procesamiento de asilo.

La demanda de ayuda entre los migrantes de la región —algunos de ellos en la búsqueda de protección contra la persecución, y muchos otros tratando de escapar de la pobreza y la corrupción— es enorme. La pandemia ha devastado las economías, lo que acabó con muchos puestos de trabajo y ha estimulado la delincuencia. Los dos grandes huracanes que azotaron Centroamérica a finales del año pasado destruyeron hogares e infligieron miles de millones de dólares en daños en la región.

Con la disminución de los confinamientos en los últimos meses, la migración hacia el norte desde Centroamérica y otros lugares se ha acelerado, por lo que muchas personas tratan de llegar a la frontera de Estados Unidos y algunas esperan que, con Biden en el cargo, tengan una mejor oportunidad de entrar.

La enorme caravana de migrantes —de unas 7000 personas— que partió de San Pedro Sula, en Honduras, a principios de este mes antes de ser disuelta por las fuerzas de seguridad guatemaltecas fue la expresión más evidente de esta necesidad y esperanza. Pero el repunte también se está sintiendo en formas más pequeñas, como el creciente número de migrantes que llenan los refugios a lo largo de las rutas migratorias tradicionales.

“Al pueblo no lo van a parar con la represión”, dijo el padre Mauro Verzeletti, director de la Casa del Migrante en Ciudad de Guatemala. “El pueblo está sufriendo”.

La demanda es tan alta, dijo Verzeletti, que el refugio alquiló recientemente un anexo para manejar el enorme flujo de personas que llegan al edificio principal.

José Luis Rodríguez Romero, de 24 años, con su mujer y sus tres hijos, es uno de los migrantes que se alojan en el albergue esta semana. Rodríguez, un trabajador agrícola de Honduras, llevaba un año sin trabajo, en parte debido a la pandemia.

Dijo que tenía la esperanza de que Biden use un enfoque más humano ante las necesidades de los migrantes pobres de la región.

“Solo queremos trabajar”, explicó Rodríguez. Trump, continuó, “fue un poco duro con los migrantes, supuestamente. Y ahora este gobierno nos va a ayudar. Eso es lo que esperamos”.

La demanda de protección también se ha reflejado en el aumento del número de peticiones de asilo en México en las últimas semanas

Andrés Alfonso Ramírez Silva, coordinador general de la agencia gubernamental que tramita las peticiones de asilo, predijo que el total para 2021 batiría récords, en parte porque los retrasos en la puesta en marcha del sistema de asilo estadounidense pueden significar que muchos migrantes que anhelan llegar a Estados Unidos decidan solicitar esa protección en México.

Los defensores de los migrantes en la región tienen una lista de expectativas para el gobierno de Biden, entre las más urgentes está la de poner fin a la política de Permanencia en México, formalmente conocida como Protocolos de Protección a Migrantes.

Los defensores también quieren que el gobierno de Biden cancele una medida que permite a las autoridades fronterizas expulsar rápidamente a los migrantes cuando cruzan la frontera, incluidos los que buscan asilo. Los funcionarios del gobierno de Trump habían argumentado que eso era necesario para evitar la propagación del coronavirus en los centros de detención.

Los asesores de Biden han dicho que finalmente tiene la intención de abolir algunas, si no todas, estas normas y reanudar el procesamiento de los solicitantes de asilo en los puertos de entrada a lo largo de la frontera. Pero han advertido que el proceso comenzará lentamente.

Sin embargo, los migrantes y sus defensores dijeron que esperan que el gobierno se mueva rápidamente para al menos permitir el reingreso de los migrantes de Quédate en México que ahora están en el país. Desde que la política entró en vigor en enero de 2019, algunos de los aproximadamente 60.000 migrantes que se han visto obligados a esperar en México han sido objeto de asaltos, secuestros, agresiones sexuales y otros delitos.

Algunos se han dado por vencidos y han regresado a sus países de origen, pero según el Transactional Records Access Clearinghouse, un grupo de investigación de la Universidad de Syracuse, oficialmente aún quedan más de 28.000 personas en el programa, y muchos de ellos viven en refugios para migrantes, habitaciones alquiladas abarrotadas, hoteles baratos y el campamento de tiendas de campaña de Matamoros.

“Espero que este hombre nos ayude, que nos deje luchar por el asilo dentro del país”, dijo Yakelyn Azucena Aragón Estrada, de 34 años, una migrante guatemalteca del programa Quédate en México que, desde 2019, espera con su hijo pequeño en Tijuana.

“Porque aquí no hay seguridad, hay mucho crimen”, dijo.

El peso de frenar las expectativas ha recaído en los defensores de los migrantes y en los funcionarios de migración de la región, ya que también lidian con un número creciente de migrantes hacia el norte.

“El mensaje constante es: no te impacientes”, dijo Enrique Valenzuela, coordinador del consejo de población del estado mexicano de Chihuahua, que supervisa los asuntos de los migrantes en todo el estado. “La población se encuentra en una situación de incertidumbre, todos esperando. Pero las cosas no van a cambiar de un día para otro”.

Nic Wirtz colaboró con reportería desde Ciudad de Guatemala y Michael D. Shear desde Washington

Kirk Semple es corresponsal de México, Centroamérica y el Caribe. Tiene su sede en Ciudad de México. @KirkSemple

This article originally appeared in The New York Times.

© 2021 The New York Times Company