Para probar la propagación del coronavirus, los científicos simularon un concierto

El cantante de pop Tim Bendzko se presenta en la Arena Quarterback Immobilien en Leipzig, Alemania, para un estudio sobre el coronavirus y las presentaciones en vivo, el 22 de agosto de 2020. (Gordon Welters/The New York Times)
El cantante de pop Tim Bendzko se presenta en la Arena Quarterback Immobilien en Leipzig, Alemania, para un estudio sobre el coronavirus y las presentaciones en vivo, el 22 de agosto de 2020. (Gordon Welters/The New York Times)

LEIPZIG, Alemania — El sábado por la mañana, el cantante alemán de pop Tim Bendzko hizo todo lo posible para animar a la multitud en la Arena Quarterback Immobilien de esta ciudad. Flanqueado por los miembros de la banda y los coristas, brincó de un lado a otro del escenario en la sala de conciertos y estadio techado y volteó el micrófono hacia el apiñado público compuesto por 1400 personas, para invitarlos a cantar.

La respuesta fue un zumbido apagado, lo cual no es sorprendente, dado que los miembros de la audiencia llevaban cubrebocas y estaban sentados en un calor sofocante. Aun así, Bendzko les agradeció y dijo: “Hoy, ustedes son los salvadores del mundo”.

No eran los típicos asistentes a conciertos, sino voluntarios en un estudio elaborado por un equipo de la Universidad Martín Lutero de Halle-Wittenberg llamado Restart 19. Cada asistente, equipado con un rastreador de localización digital y un desinfectante de manos con un tinte fluorescente, fue colocado con cuidado en los asientos como parte de un experimento para rastrear los riesgos de infección por coronavirus que representan los grandes eventos en interiores.

Los investigadores esperan utilizar sus resultados para determinar qué elementos de eventos como este suponen el mayor riesgo de transmisión y ayudar a crear lineamientos para limitar esos peligros y reiniciar con seguridad las presentaciones en vivo en todo el mundo.

El sector de la música y los espectáculos en vivo ha sido uno de los más afectados por la pandemia de coronavirus. Tan solo en Alemania, aporta 130.000 millones de euros (más de 153.000 millones de dólares) de ingresos al año, según un reciente estudio encargado por el IGVW, un grupo industrial de ese país. Las salas de conciertos fueron de las primeras en cerrar para frenar la propagación del virus y su futuro sigue siendo incierto.

En Alemania, reiniciaron las actuaciones en interiores, pero lentamente, bajo normas que varían de un estado a otro. Sin embargo, muchos operadores de locales y organizadores de eventos sostienen que los límites del tamaño de las multitudes y los requisitos de higiene impuestos por las autoridades hacen que sea económicamente inviable que los locales que no están subvencionados por el Estado reanuden sus actividades. En Estados Unidos, los expertos en salud han dicho que es probable que no se realicen los conciertos a gran escala en las arenas hasta que haya una vacuna disponible.

Leipzig se ubica en el estado de Sajonia, donde se permiten eventos en locales techados con hasta 1000 asistentes, en medio de estrictas normas de higiene y distanciamiento. Sin embargo, Philipp Franke, gerente del estadio donde se llevó a cabo el estudio, dijo en una entrevista telefónica que esa cantidad todavía era demasiado pequeña para que él pudiera reabrir. Está previsto que el límite de asistencia aumente en septiembre, pero dado que las cifras de infección están en ascenso en Alemania, el plan se ha sometido a un mayor escrutinio.

Franke espera que los resultados del estudio permitan a los políticos tomar decisiones informadas sobre la reanudación de los conciertos y los deportes en espacios cerrados. “Los eventos culturales son socialmente importantes. Una sociedad necesita esos eventos para encontrar alguna satisfacción y un escape”, añadió.

El estudio está dirigido por Stefan Moritz, jefe del departamento de enfermedades infecciosas de la universidad. En una entrevista telefónica, dijo que el experimento era una respuesta a la escasez de literatura científica disponible para los legisladores sobre los peligros de eventos como el del sábado.

“Sabemos que el contacto personal en el concierto es riesgoso, pero no sabemos dónde sucede. ¿Es en la entrada? ¿En las gradas?”, dijo.

Moritz llegó a la conclusión de que la mejor manera de reunir datos confiables sería simular un concierto real.

Para minimizar el riesgo de infección, a todos los voluntarios se les hizo una prueba de coronavirus con antelación y al llegar se les tomó la temperatura. Equipados con sus dispositivos de rastreo, cubrebocas y desinfectante fluorescente, se les pidió que simularan diferentes escenarios de conciertos durante 10 horas: uno sin distanciamiento social, otro con medidas de seguridad moderadas y un tercero con medidas estrictas.

Cada repetición incluía actuaciones de Bendzko y un descanso, durante el cual los participantes simulaban viajes a los vendedores de comida y bebida y hacían visitas al baño. Mediante rastreadores, el personal vigilaba el número de veces que los asistentes se acercaban unos a otros y después usaron lámparas ultravioletas para determinar qué superficies estaban más cubiertas con el desinfectante fluorescente al terminar el día.

Moritz dijo que quizás el hallazgo más interesante estaría relacionado con la propagación en aerosol. Hace poco, los científicos confirmaron que el virus puede permanecer suspendido en el aire, incluso durante horas en entornos cerrados.

“Es muy raro lo que sucede con estos movimientos de aire”, dijo. “Cosas que no esperarías”.

Para simular la propagación de los aerosoles en la arena el sábado, el personal utilizó una máquina de humo para crear una nube de niebla que subiera al techo. Se elevó antes de tomar forma de espiral y extenderse hacia el público. La propagación de las partículas en el espacio fue modelada por los miembros del equipo de Moritz, que la compararán con los datos recabados por los sensores de dióxido de carbono durante el estudio.

Moritz dijo que se esperaba que los resultados de la investigación, patrocinado por los estados de Sajonia y Sajonia-Anhalt, estuvieran listos a principios de octubre. Añadió que los hallazgos podrían aplicarse a eventos y lugares similares en todo el mundo.

This article originally appeared in The New York Times.

© 2020 The New York Times Company