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“No se preocupen por mí”: 20 años sin Joey Ramone

Se cumplen 20 años de la muerte del cantante de The Ramones, Joey Ramone
Gus Stewart

En un acto de coherencia absoluta entre vida y obra, Joey Ramone apenas estuvo 50 intensos años en este mundo, del que se fue el 15 de abril de 2001 en el Hospital Presbiteriano de Nueva York mientras escuchaba “In a Little While”, de U2.

“Dentro de un rato este dolor no dolerá más, y estaré en casa, amor”, dice la letra de la canción que el grupo irlandés incluyó en All That You Can’t Leave Behind (2000), un disco que el cantante de los Ramones escuchaba seguido en sus últimos días porque -contó tiempo después su hermano Mickey Leigh- “le daba energía”. Esa misma noche Bono le dedicó a su amigo una versión de “I Remember You” (de Leave Home, 1977) en el show que dio con su banda en Portland, Oregon, justo al otro lado de los Estados Unidos.

En ese mismo momento quedaba huérfana su criatura: el punk rock, el género paria que concibió con sus “hermanos” Dee Dee, Johnny y Tommy, para el cual parecía predestinado.

Antes de ser Joey Ramone fue Jeffrey Ross Hyman, un muchacho de Queens, Nueva York, que dedicó la primera mitad de su vida -y algunos momentos surtidos de la segunda- a recolectar motivos para ser un inadaptado social. Nació con un teratoma (una especie de gemelo que no se terminó de formar) adosado a la columna, y aunque se lo removieron nunca dejó de tener problemas de salud por culpa de aquel tumor. Su físico espigado y su personalidad tímida lo convirtieron en el blanco ideal para el bullying escolar. No se bañaba casi nunca y sufría de Trastorno Obsesivo Compulsivo, por lo cual se sentía forzado a tocar determinados objetos varias veces o subir y bajar escaleras sin más motivo que el capricho de su psiquis. En la adolescencia su comportamiento pasó de excéntrico a peligroso, y la escalada llegó a su punto álgido cuando amenazó a su mamá con un cuchillo. Internación mediante, los pronósticos de los especialistas no eran para nada alentadores. Todo eso hasta que un día vio la luz: “El rock and roll fue mi salvación”, declaró en una de sus últimas entrevistas.

Mientras el rock se volvía cada vez más un circo de millonarios distantes, lo suyo era la sangre y la diversión cara a cara: Buddy Holly, los Beach Boys, los Who, los grupos de chicas que producía Phil Spector (con quien terminó trabajando en End of the Century, del 80) y -más que nada- los Beatles lo enamoraron, y David Bowie y los Stooges de Iggy Pop le dieron algo contemporáneo con que identificarse. De la apreciación pasó a la acción, y para principios de los 70 estaba cantando glam rock con una banda llamada Sniper, que pasó a mejor vida cuando su amigo Douglas Colvin (alias Dee Dee) le pidió que tocara la batería en el grupo que estaba armando con el guitarrista John Cummings, más tarde Johnny Ramone. Eso, hasta que a Joey se le empezó a complicar aquello de cantar y tocar al mismo tiempo, y el manager Thomas Erdelyi se apropió de las baquetas, se autobautizó Tommy Ramone y la máquina quedó armada.

The Ramones en The Palladium, Nueva York, el 7 de enero de 1978, con su formación original: Johnny Ramone (guitarra), Tommy Ramone (batería), Joey Ramone (voz) y Dee Dee Ramone (bajo)
Richard E. Aaron


The Ramones en The Palladium, Nueva York, el 7 de enero de 1978, con su formación original: Johnny Ramone (guitarra), Tommy Ramone (batería), Joey Ramone (voz) y Dee Dee Ramone (bajo) (Richard E. Aaron/)

Se robaron un seudónimo con el que Paul McCartney se registraba en hoteles en los 60 y se pusieron reglas: en cada ensayo había que componer una canción, no habría solos de guitarra ni devaneos bluseros, todo debía ser rápido, directo y crudo. Joey era el cantante perfecto para aquella deformidad nunca vista en la (entonces) corta historia del rock: casi dos metros de -por decirlo con cortesía- belleza exótica coronados con una melena que apenas dejaba asomar una nariz, un mentón prominente y unos infaltables lentes oscuros. Johnny no estaba tan de acuerdo con su idoneidad para el puesto: “Quiero un tipo lindo al frente”, le decía a Tommy cada vez que podía. Dee Dee, en cambio, peleó por él: “Yo quería a alguien realmente extraño y Joey se veía raro, lo que era excelente para los Ramones. Yo creo que se ve mejor tener un cantante que se vea jodido que tener a alguien tratando de ser Mr. Sex Symbol o algo así”, contó el bajista.

La disidencia con Johnny era mucho más la regla que la excepción. Peleaban por la música: Joey quería abrir el estilo de los Ramones a nuevos aires, Johnny quería tocar punk rock puro y duro una y otra y otra vez. Peleaban por política: el cantante era demócrata liberal, el guitarrista un conservador de ultraderecha fan de Ronald Reagan y Richard Nixon (en 2002, cuando indujeron al grupo al Salón de la Fama, Johnny aprovechó la ausencia de Joey para gritar “Dios bendiga a Estados Unidos y al Presidente Bush”). Peleaban -ante todo- por una mujer: Linda Danielle dejó a Joey y se casó con Johnny, situación que -según el tour manager Monte Melnick- habría inspirado al vocalista a componer “The KKK Took My Baby Away” (“el Klu Klux Klan me robó a mi chica”) para Pleasant Dreams (1981). Cuando la banda se separó en el 96, no se dirigieron la palabra nunca más.

Con todas esas diferencias, el destino se burló de ellos uniéndolos en la puerta de salida. Johnny falleció de cáncer de próstata en 2004 y Joey de linfoma tres años antes. Le diagnosticaron la enfermedad en un estadío temprano antes de su último show en Buenos Aires, la ciudad que los adoptó como santos patronos: el 16 de marzo de 1996 dieron su concierto final en River y después unos poquitos más en Estados Unidos. La despedida definitiva fue en el Hollywood Palace de Los Ángeles el 6 de agosto de ese mismo año, en una actuación que compartieron con Lemmy Kilmister de Motörhead, Eddie Vedder de Pearl Jam, Chris Cornell y Ben Shepherd de Soundgarden y Tim Armstrong y Lars Frederiksen de Rancid . Después del show cada integrante del grupo juntó sus cosas y se fue por su lado.

Joey Ramone Live
Yves Lorson


Joey Ramone Live (Yves Lorson/)

Para fines de la década del 90 y principios de la siguiente el cáncer de Joey había empeorado mucho. Haciendo de tripas corazón grabó su único disco solista, Don’t Worry About Me, que saldría a la venta meses después de su muerte y le valdría un hit: el cover de “What a Wonderful World”, de Louis Armstrong . Una fractura de cadera que requirió cirugía fue el principio del adiós: internado en el hospital, pasó sus últimos días rodeado de la gente que lo quería. El único Ramone que fue a visitarlo fue Marky, el baterista que reemplazó a Tommy y que -con un hiato en los 80- fue parte de la banda hasta el último día.

Y entonces Bono cantó “dentro de un rato este dolor no dolerá más, y estaré en casa, amor” y su vaticinio se cumplió: apenas unos segundos después del final de la canción, la enfermera confirmó que Joey se había ido. Aquello, según contó su hermano Mickey en un texto que subió a su perfil de Facebook en 2009, parecía un final pero era un principio.

Cuando salimos del hospital, vi a mi hermano por toda la ciudad. No solo en los carteles de la edición “25° aniversario del punk” de la revista Spin en las calles de Manhattan. Lo vi en esos chicos en las calles con jeans viejos, tan gastados que tenían más agujeros que tela, el pelo largo caído sobre sus ojos, o anteojos, o lentes oscuros ovalados. Lo escuché en las canciones que había escrito y cantado, y las que habíamos escuchado de chicos. Sentí su presencia aún más fuerte que antes. De repente parecía estar en todas partes. Siempre estuvo en mi carne y sangre. Pero ahora, lo sentí más que nunca, en mi corazón y en mi alma.