Premios The Best: Sarina Wiegman, la mejor entrenadora, de los garabatos en el pizarrón al grito de libertad (y ganar en Wembley)
Representa un maravilloso canto a la libertad. Sarina Wiegman se ríe poco, metódica y estructurada, de vez en cuando toma una cerveza, según confiesa, siempre construyendo flechitas, para arriba y para abajo. Siempre en guardia, imaginando estrategias en el pizarrón. Sin embargo, a sus dirigidas les abre las alas. “Dejo que mis jugadoras tomen sus decisiones y dejo que se equivoquen y se pregunten las cosas. Es mejor eso que darles órdenes literales”, cuenta una leyenda en la materia, premio The Best a la mejor entrenadora de 2022.
La neerlandesa, nacida en La Haya, jugaba a la pelota desde los 6 años, lejos de los asuntos de Estado, de la Corte Internacional de la Justicia. Fútbol, de día y de noche. No sólo le pegaba fuerte y con soltura: analizaba el juego, lo exprimía. Antes de dormirse, siempre con el balón en la almohada, se preguntaba por qué habían perdido. Por qué esa pelota parada había acabado en la nada. Desde pequeña, una luz.
Logró el premio por tercera vez en su carrera. Entrenadora del seleccionado de Inglaterra, una combinación de estrellas a las que llevó a ganar la Eurocopa 2022 –algo que jamás pudieron sus colegas masculinos, toda una sentencia– ya lo había atrapado en 2017 y 2020. A los 53 años, al fin, se ríe. Celebra la explosión del fútbol femenino. “Pero debemos protegernos y trabajar todas juntas por un futuro aún mejor”, suscribe.
Wiegman es la única seleccionadora que conquistó la Eurocopa al frente de dos seleccionados: antes de brillar con Inglaterra –en Wembley, la Catedral, en un 2-1 eléctrico contra Alemania en el suplementario y frente a 87.000 hinchas–, consiguió el mismo trofeo con Países Bajos en 2017. Sarina se impuso en la votación final a Sonia Bompastor, entrenadora de Lyon y la primera en ganar la Champions como jugadora y como DT; y a Pia Sundhage, la veterana y mítica seleccionadora de Brasil, de 63 años.
Sobria, de anteojos, impecablemente vestida de azul profundo, entiende que la unión hace la fuerza. Y no solo de su propio equipo. “Desde que camino me encanta el fútbol y vi cómo este deporte se desarrolló entre las mujeres”, advierte la entrenadora, que pidió que ese desarrollo no permita “no hacer lo correcto”. Y su mensaje es inequívoco: “Competimos en el terreno de juego, pero fuera tenemos que ser un equipo, competir juntas para avanzar todas”.
Jugaba en un pequeño club de Wassenaar, todo un desafío al orden establecido: hace medio siglo, las mujeres no debían jugar al fútbol. La pequeña Sarina siempre escribió la historia. Se perfeccionó en Estados Unidos, en donde se convirtió en profesora de Educación Física y jugó en el North Carolina Tar Heels antes de regresar a su país. Con la Oranje fue la primera futbolista en llegar a los 100 partidos internacionales. Se retiró en 2003 y tres temporadas más tarde se ocupó de su verdadera pasión. Aprendizaje y vueltas olímpicas en todos los destinos. Ter Leede, ADO Den Haag. Asistente en la vieja Holanda, luego al frente del equipo nacional. Y más tarde, la cúspide en Inglaterra.
En la Euro se besaba la muñeca tras cada celebración en honor a su hermana, fallecida unos días antes del arranque de la competencia. “Creo que estuvo aquí; estaba en el travesaño...”, contaba, envuelta en llanto, por un balón que chocó contra el arco de arriba, cuando parecía que la gloria se le escapa de entre las manos.
Las mismas manos que garabatean tácticas y estrategias como si fueran un trabajo. Es, en realidad, una pasión convertida en obsesión. Pero sólo para ella. Para sus chicas, alas. “En el fútbol, el balón siempre está en movimiento, en juego. Así que tenés que tomar tus propias decisiones. Y lo que queremos es que las jugadoras tomen sus propias decisiones dentro de los principios que tenemos. Así que es muy agradable ver que las jugadoras asumen su responsabilidad y se toman la libertad de tomar sus determinaciones”, contaba, en una entrevista con la web de la UEFA.
Y sobre todas las cosas, el valor del error. Del martirio puntual. El modo más extraordinario de aprendizaje. “Yo dejo que mis jugadoras cometan errores, si no los cometen, no aprenden. Y si vos queres que sean más independientes en el campo y tomen sus propias decisiones vos tenés que actuar con calma. Vos tenés que hacer que se pregunten las cosas, entonces es cuando se establece una discusión y lo comprenden. Aprenden más así que cuando les decís literalmente algo”, suele decir. Metódica y libre, una auténtica ganadora desde los 6 años, cuando se le ocurrió por primera vez gambetear al machismo.