Anuncios
Elecciones México 2024:

Cobertura Especial | LO ÚLTIMO

Cuando prefieres tocar una tarántula a un vaso de poliestireno

¿Qué cosas te provocan escalofríos? ¿Una araña enorme y peluda? ¿La azotea sin barandilla de un rascacielos?

Presta atención a la extraña pero cierta realidad de la “poliestirenofobia” (GIF: iStock/Priscilla De Castro para Yahoo Health).

Pues bien, imagínate que lo que te va a dejar helado de miedo, en lugar de serpientes y hablar en público, sean recipientes de comida para llevar o relleno de poliestireno.

Descubre la realidad de las personas que sufren “poliestirenofobia” –en inglés “styrophobia”–, definido por el Urban Dictionary como “ponerse ansioso/a al ver poliestireno o escucharlo”. Puede que recuerde a una especie de trastorno gimnofóbico o de miedo a la desnudez (¡saludos a los seguidores de Arrested Development!), pero juro que no estamos inventando nada.

Si bien es cierto que no existen estadísticas oficiales que permitan corroborar la prevalencia de esta actitud de rechazo al poliestireno, y que este síndrome no aparece listado en el “Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” del APA (American Psychological Association), las personas que tienen fobia al poliestireno aseguran que su rechazo a este material es real y visceral.

“No importa lo mucho que pueda necesitar lo que haya dentro de un recipiente de poliestireno, ya no puedo abrirlo, porque solo con verlo me pongo a llorar y a temblar”, explica Ryan Zamo, de 26 años y CEO de Z Skin Cosmetics en la ciudad de Los Ángeles (EE.UU). “El ruido que hacen los envases de comida para llevar me provoca náuseas. He llegado a arrojarlo al suelo algunas veces tras oír ese ruido. Me recuerda a alguien utilizando un silbato agudo mientras araña con las uñas una pizarra con toda la fuerza del mundo”.

Diana Santaguida tiene 30 años y es cofundadora de una agencia de marketing en Nueva York. Coincide con Ryan: “El ruido más horroroso conocido por la humanidad es el producido al frotar poliestireno con las manos o con otros objetos secos; un solo chirrido y empiezan a dolerme los dientes”. Agrega: “En realidad es tan horroroso que lo he prohibido en nuestra oficina”.

Aunque no solo es el sonido estridente al frotar poliestireno lo que causa problemas al tener cerca este material. Las personas que experimentan esta fobia también detestan su textura y apariencia. “Imagínate que alguien te dice que sostengas en la mano un puñado de tarántulas y de viscosas serpientes bebé. Para mí, tocar poliéster, es parecido a eso. De hecho, prefiero sostener serpientes y arañas”, asegura Zamo. “¿Alguna vez has examinado de cerca el relleno de poliestireno? Es poroso, viscoso y contorsionado”.

Sandi Wisenberg, una profesora en la Universidad Northwestern y escritora de 59 años afincada en Chicago, añade: “Su textura me provoca una repulsión instintiva. No como nada de un recipiente de poliestireno porque me desespera la fricción de cualquier cosa con este material”. Reconoce que algunas veces ha tocado un vaso de poliestireno, “pero tengo mucho cuidado de apoyarlo en algún lugar y de no deslizar los dedos o los labios por él bajo ningún concepto”. Su reacción de repulsa es tan fuerte que puede disuadirla un simple enfriador de poliestireno para bebidas.

Lo que hace que el poliestireno asuste de una forma tan desconcertante es que, a diferencia de otros miedos, no parece esconder ninguna razón lógica. La aracnofobia tiene sentido dado que algunas arañas son venenosas. Hablar en público expone a la persona a una posible humillación, y caerse de un lugar elevado puede provocar una lesión. ¿Pero… un material para envases? ¿Qué daño puede hacer? Los expertos señalan algunas posibles causas.

Las fobias pueden ser contagiosas

Si se explora en las profundidades de la psique, se puede llegar a encontrar una experiencia infantil de encuentro con alguien que odiaba el poliestireno; de hecho, la mayoría de fobias aparecen antes de los 10 años, de acuerdo al psicólogo clínico Timothy Gunn.

“La poliestirenofobia puede ser un comportamiento adquirido, formado al ver a alguien que tenía este miedo y creyendo, de ahí en adelante, que este material también puede ser perjudicial para uno mismo”, explica la psicóloga clínica Perpetua Neo a Yahoo Health. Por ejemplo, aunque Wisenberg no sea capaz de encontrar el origen de su fobia, lo cierto es que su sobrina también la ha desarrollado; y es muy probable que tuviese algo de influencia el rechazo de su tía al poliestireno.

Evoca malos recuerdos

Los factores desencadenantes de miedo también pueden ser condicionantes. “Algunas personas desarrollan fobias porque asocian un acontecimiento negativo con un estímulo neutro”, explica Gunn a Yahoo Health. “Pongamos por caso que una persona ha sido atacada por un ladrón mientras un perro ladra en el patio. A partir de ese momento la persona desarrolla miedo a los perros, a pesar de que ellos no tienen nada que ver con el ataque”.

Pensemos en otros ejemplos: un chico rompe con su novia mientras ella está desempaquetando un equipo de música nuevo, o una persona recibe la noticia de que su gato ha muerto mientras sirve ensaladilla rusa en un plato de picnic.

“Por supuesto, una fobia podría ser también el resultado de un efecto negativo real de la cosa que se teme”, matiza Gunn. La repulsión que experimenta Zamo comenzó con 19 años, cuando se mudó de la residencia de estudiantes en la que vivía a su primer departamento. “Aproximadamente un año después, me encontré rodeada de relleno de poliestireno con forma de cacahuete. En mi cama, en mi cuerpo, por todas partes. Sentí un gran rechazo”, recuerda. Y continúa: “Más adelante, cuando mis compañeros de departamento se dieron cuenta del asco que me daba, comenzaron a torturarme. Volvían a casa tras una noche de fiesta, trayendo consigo recipientes de comida de poliestireno, y comenzaban a hacerlo chirriar en mis oídos”. Por culpa de eso aumentó su intolerancia.

Tu cerebro falla

Algunas personas pueden sufrir un déficit sensorial relacionado con el sonido o con tocar el poliestireno. “Se trata de un trastorno neurológico en el que las conexiones cerebrales fallan provocando un rechazo a la textura, el sonido o la apariencia del poliestireno”, explica Neo. “Como resultado de esto, esa persona experimentará respuestas involuntarias como sentir vergüenza, aumento del ritmo cardíaco o tener la piel de gallina”.

Si este fuera el caso, la persona en cuestión también tendría que sentirse incómoda frente a otro tipo de texturas o ruidos (tirar de la cadena del inodoro, estrujar papel con las manos, etc.), asegura Gunn. Santiago, por ejemplo, admite que ha sido sensible a los chirridos desde que tenía 12 años. Si bien el poliestireno se ha convertido en su último archienemigo, siempre le molestaron los sonidos estridentes que se escuchan en el metro o en el tranvía.

En ese sentido, el poliestireno podría ser considerado como una variante de misofonia (sensibilidad selectiva al sonido) o de hiperconectividad cerebral entre el sistema auditivo y el límbico (responsable del miedo). “Un simple estallido de relleno de poliestireno puede ser imperceptible para la mayoría de nosotros, pero para alguien que sufre misofonia, puede ser comparable a disparos de armas de fuego”, explica Neo.

“Teóricamente, la misofonia se desarrolla cuando una persona está atravesando una situación angustiante y ve o escucha algo de forma repetitiva”, explica Tom Dozier, director del Misophonia Treatment Institute en Livermore, California. Si el sonido se escucha más tarde, en un momento posterior, la reacción física más instintiva es el rechazo.

Dicho esto, hay que aclarar que la poliestirenofobia se desarrolla de forma diferente a como lo hace la misofonia común, que es provocada por situaciones de estrés. “Los chirridos al frotar poliestireno son parecidos a la reacción que muchos de nosotros tenemos cuando alguien araña con las uñas una pizarra, un acto que generalmente provoca el estremecimiento de los presentes”, dice Dozier. “La gente siente, valga la redundancia, esa sensación, y por eso odia el sonido. Puede llegar a asociar la reacción psicológica a la mera presencia de poliestireno. Tras una exposición reiterada, se desarrolla un gran rechazo como acto reflejo”.

¿La poliestirenofobia puede curarse?

La cura de la poliestirenofobia depende de qué tan física o emocional sea la reacción. Si crees que más bien es el primer caso, intenta probar la app de Dozier Misophonia Trigger Tamer, que ha funcionado con algunas personas. Esta aplicación te permite grabar el sonido responsable (en este caso el molesto ruido del poliestireno) y reproducirlo más tarde con un volumen reducido y menos estridente, de forma que cause menos irritación. Cuando ya te hayas habituado a este ruido sutil, prueba a subir progresivamente el volumen. Puede que también desees consultar con un terapeuta ocupacional especializado en integración sensorial.

Ahora bien, si crees que el origen de tu miedo es psicológico, Gunn aconseja consultar a un especialista en salud mental que tenga experiencia en el tratamiento de fobias o trastornos de ansiedad. “Un tipo de tratamiento bastante común consiste en aprender algunas técnicas para afrontar y controlar la ansiedad, para luego enfrentarse progresivamente al estimulo que produce ese miedo. Hasta que la preocupación desaparezca por completo”, explica Gunn.

La buena noticia es que la mayoría de las fobias responden muy bien a las terapias. Así que, con un poco de suerte, pronto serás capaz de pescar fideos chinos de tu cajita de poliestireno sin que eso te estrese lo más mínimo.

Para más información sobre la misofonia, mira el vídeo de abajo:

Molly Triffin