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¿Por qué recuerdas las canciones de misa aunque lleves años sin pisar una iglesia?

Antiguos feligreses que llevan sin ir a misa desde la adolescencia y que, por las razones que sea, de adultos acuden a una y son capaces de cantar las canciones y rezar las oraciones de la liturgia como si lo hubiesen hecho ayer mismo pero, por el contrario, no se acuerdan de los afluentes del Tajo. Treintañeros que escuchan la intro de sus series favoritas de la infancia y las recuerdan de principio a fin, incluida la versión en japonés de Heidi. Sin embargo, de derivar e integrar, ni hablar. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué hay cosas que se graban a fuego en el cerebro y otras se olvidan con tanta facilidad? En Yahoo hemos hablado con un neurólogo y una psicóloga que nos han explicado a qué se debe este fenómeno tan común.

Da igual los años que lleves sin ir a misa, cuando vuelves, recuerdas las canciones y las oraciones como si fuese ayer. (Foto: REUTERS/Tyrone Siu)
Da igual los años que lleves sin ir a misa, cuando vuelves, recuerdas las canciones y las oraciones como si fuese ayer. (Foto: REUTERS/Tyrone Siu)

Juan Carlos Portilla Cuenca, vocal de comunicación de la Sociedad Española de Neurología, argumenta que para responder a esa pregunta es interesante conocer, aunque sea brevemente, los procesos de la memoria. El primer paso es la “fijación o codificación”, en el que “preparamos la información que vamos a guardar”, que se codificará en imágenes, sonidos, experiencia… Después se procede al “almacenamiento de la información fijada”. Dependiendo de cómo haya sido adquirida, fijada y almacenada se encontrará en una parte del cerebro u otra y habrá implicado un tipo de memoria u otro. El último proceso es el de la “evocación”, que es el que sugiere la pregunta de por qué recordamos según que cosas.

En este sentido, y para responder a las preguntas planteadas al comienzo del texto, Portilla Cuenta señala que la respuesta estaría en el cómo procesamos la información y cómo la almacenamos. “Las oraciones de la misa o las canciones de cabecera de los dibujos animados parecen asociarse más a estrategias de procesamiento musicales y a la participación de la memoria implícita (emocional) y explícita episódica; mientras que la información referida al colegio, como los afluentes del Tajo, parece depender fundamentalmente de la memoria explícita semántica”.

Es decir, existen distintos tipos de memoria y cada una de ellas se encarga de un contenido. De las mencionadas por este neurólogo y como explica en su conversación con Yahoo, para aprender y recordar las canciones y oraciones de la liturgia o las intros de las series entran en juego dos clases de memoria. Por un lado está la implícita, que es a largo plazo y que “almacena la información de manera inconsciente” e implica “condicionamiento emocional”. Por otro lado, se menciona la memoria explícita episódica. Esta, también dentro de la categoría a largo plazo, “nos permite almacenar y recordar acontecimientos que tienen que ver con nuestra vida y está sujeta a unas referencias temporales y espaciales”.

En el caso de los típicos contenidos que se aprenden en clase y que se olvidan con el paso del tiempo y su falta de uso, la memoria implicada es la semántica, con la que “almacenamos los conocimientos generales, la información que adquirimos en los libros, en el colegio…”. Llegados a este punto, la principal diferencia que se plantea en por qué se recuerdan unos temas frente a otros parece estar en la participación en su adquisición y fijación de las emociones. Algo en que lo que coinciden los dos expertos consultados. Tanto Portilla como la profesora de psicología de la Universidad San Pablo CEU, Cándida Filgueiras, quien da importancia también a la edad en la que se adquieren esos conocimientos.

Esta experta en psicología habla de la mayor plasticidad del sistema nerviosos los niños, de la motivación y las emociones asociadas a esos contenidos y de la importancia del sueño. “En el sueño se establece una consolidación de contenidos y en esas etapas como se está fase de crecimiento o maduración hay a la larga un mayor recuerdo”, argumenta Filgreiras, quien, se decanta, a la hora de responder a la pregunta que se plantea aquí por la importancia de las emociones.

“Básicamente, a parte de toda esta intervención fisiológica -gracias a la neurociencia y la neuroeducación estamos conociendo más sobre el proceso de aprendizaje-, yo me inclino más hacia la emoción. Es cierto que aprendemos más cuando nos impacta, cuando nos emociona, cuando intervenimos desde un punto de vista afectivo hacia lo que intentamos integrar en nosotros mismos”, resume. Su razonamiento sobre la importancia de las emociones en el recuerdo es compartido por el neurólogo Portilla Cuenca.

Al final, lo que importa a la hora de saber por qué se recuerdan unos contenidos aprendidos y otros no tiene que ver, como se mencionaba antes, con “la forma y el tipo de memoria que usamos para cada información”. Lo que se ha memorizado con cierto grado de emoción se recuerda mejor. A todos los niños les alegra ver sus series favoritas y las oraciones implican también un componente emocional que, como señala Filgueiras, no está relacionado solo con la religión o la fe. Puede ser “el recuerdo de cuando íbamos a misa, que ibas con tus padres, con el colegio”.

La implicación de la música es algo a tener en cuenta. “Es probable que en el escenario planteado en este reportaje también influyan las estrategias que usamos para almacenar información”, menciona Portilla, quien habla también de usar “alguna estrategia musical” como recurso para fijar contenidos, como ocurre con las tablas de multiplicar. No es tanto la música en sí, y en este punto vuelven a coincidir ambos expertos, como el hecho de que esta esté asociada a la emoción. Algo que no solo ocurre con la música, también con otros componentes que implican otros sentidos. “La música es otro elemento más que interviene en el recuerdo, como el olor, la imagen…”, puntualiza Filgueiras.

“La música asocia respuestas emocionales que nos pueden permitir, por este tipo de memoria, consolidar la información (que además hemos almacenado por la memoria explícita episódica). Un ejemplo sería cómo el escuchar una canción u oler un olor concreto nos puede traer recuerdos de nuestro pasado almacenados en nuestra memoria explícita episódica”, resume Portilla en torno a la implicación de la música en el recuerdo, un tema que daría, según sus propias palabras, “para otro artículo”.