Por qué los niños pueden pagar un alto precio si adultos y adolescentes no se vacunan contra el covid-19

Para abatir la pandemia de covid-19 se necesita que una cantidad sustantiva de la población sea inmune al coronavirus, sea porque enfermó y sanó (generando inmunidad) o, preferentemente, porque ha recibido cabalmente las vacunas.

Con todo, un grupo poblacional simplemente no tiene aún acceso a la vacunación: los menores de 12 años, para los que no se ha aprobado ninguna de las vacunas disponibles al no existir todavía suficiente investigación para establecer si estas son seguras y efectivas en los niños.

Liam McAteer, de 14 años, es vacunado contra el covid-19 con el fármaco de Pfizer en Florida. (Getty Images)
Liam McAteer, de 14 años, es vacunado contra el covid-19 con el fármaco de Pfizer en Florida. (Getty Images)

En Estados Unidos se ha aprobado ya una vacuna (Pfizer) para los adolescentes de 12 años en adelante, y se aplican otras dos para los adultos (Moderna y Johnson & Johnson). Pero los menores de 12 están desprotegidos y aunque se ha visto que la incidencia y la agresividad del covid-19 son menores en el caso de los niños, eso no significa que estos no se encuentren en riesgo.

En realidad, de acuerdo a expertos citados por CNN, los menores de 12 años y los adolescentes no vacunados se encuentran en un riesgo creciente, pues lo más jóvenes dependen de los mayores para que, al incrementarse los niveles de vacunación en los de mayor edad, el virus se frene y la enfermedad reduzca también su incidencia entre los más jóvenes.

Dado que los adultos en Estados Unidos (y los adolescentes entre 12 y 18 años) aún no se han vacunado en una proporción suficiente para frenar la pandemia (un 48% de la población está plenamente vacunada), eso coloca a los adolescentes y menores de 12 años en una posición de mayor riesgo y vulnerabilidad. Eso es especialmente inquietante en estados en los que se han registrado bajos índices de vacunación y un resurgimiento de los casos y las hospitalizaciones, sobre todo por la emergencia de la variante Delta del covid-19, más infecciosa y agresiva.

En general, la pandemia se ha vuelto a agudizar entre las personas no vacunadas a causa, indican expertos, justamente del arribo y la amplia difusión de la variante Delta.

“La transmisión [del covid-19] se seguirá acelerando… y los que van a pagar el precio, además de los adolescentes no vacunados, son los niños más pequeños que dependen de que los adultos y adolescentes se vacunen para ralentizar o detener la transmisión”, dijo a CNN el doctor Peter Hotez, de la Facultad de Medicina de Baylor.

La noción de que entre los niños y adolescentes el covid-19 se propaga poco y es poco agresivo y con un muy bajo índice de fallecimientos que había existido previamente estaría cambiando. Primero porque, al menos en el caso de los adolescentes, las hospitalizaciones por covid-19 han aumentado.

Por ejemplo, en Mississippi, indica la citada televisora a partir de información de funcionarios de salud de ese estado, siete niños están en cuidado intensivo por covid-19 y dos han debido ser colocados en un ventilador.

Esas cifras podrían subir allí y en otros lugares, sobre todo en los que tienen índices bajos de vacunación.

Además, las secuelas que el covid-19 deja en quienes lo padecen, algunas de larga duración, resultan preocupantes. Según CNN, estudios muestran que un tercio de los sobrevivientes de covid-19 presentan afectaciones neurológicas o psicológicas en los seis meses posteriores a su infección. Y se afirma que hasta un 20% de los niños que contraen la enfermedad desarrollarán síntomas de larga duración.

En ese sentido, expertos comienzan ya a entender al covid-19 no solo como una enfermedad respiratoria, sino también como un padecimiento neurológico, con efectos potenciales de largo plazo, indicó CNN.

Es decir, aunque no al nivel que en los adultos, los niños sí pueden sufrir con fuerza el impacto del covid-19 y dado que no existe aún vacuna para ellos (estudios clínicos están en marcha pero pasarán meses antes de que una vacuna pueda ser presentada para su posible aprobación), para los más pequeños es imperativo que la población de 12 años o más se vacune. Eso protegerá de modo directo a los vacunados y, al reducir la difusión de la pandemia, también protegerá a los niños.

Pero hasta el momento, de acuerdo a cifras del CDC citadas por CNN, solo un cuarto de los adolescentes de entre 12 y 15 años han sido plenamente vacunados contra el covid-19.

Audrey Romero, de 16 años, recive una dosis de la vacuna de Pfizer contra el covid-19 en Los Angeles, California. (Getty Images)
Audrey Romero, de 16 años, recive una dosis de la vacuna de Pfizer contra el covid-19 en Los Angeles, California. (Getty Images)

Quienes no se vacunan, por tanto, no solo se colocan ellos mismos en riesgo sino también incrementan los factores de riesgo para los menores. “Lo que están haciendo [las personas no vacunadas] es condenar a una generación entera de adolescentes a lesiones neurológicas… Es absolutamente desolador y muy frustrante para científicos de las vacunas como nosotros ver que esto pase”, dijo Hotez a CNN.

Pero eso está sucediendo y existe una muy amplia porción de la población que se niega a ser vacunada, sea por ignorancia, miedos, desinformación o distorsiones político-ideológicas.

Y dado que en el próximo año escolar, que comenzará a finales de agosto y principios de septiembre, se prevé que las clases vuelvan en buena medida a ser presenciales, será por ello necesario que las escuelas tomen medidas para atender a una mezcla de estudiantes vacunados y no vacunados (los menores de 12 años estarán en su totalidad en el segundo grupo). El uso de mascarillas, la distancia social y otras medidas deberán por ello mantenerse, pero la mejor estrategia es al mismo tiempo ampliar sustantivamente la cantidad de personas de 12 años o más que han sido vacunadas.

Un mayor índice de vacunación entre los adolescentes no solo permitirá la operación de las escuelas con una mayor “normalidad”, lo que beneficiará a la actividad económica en general (cuando los niños han de quedarse en casa, padres y madres sufren limitación en sus posibilidades de ir a trabajar), sino que reducirá de modo importante la exposición al virus de los menores de 12 años para quienes no hay vacuna.

Y, por extensión, eso se aplica a toda la población: los vacunados ayudan a frenar la pandemia, para bien propio y de los demás, mientras que los no vacunados se ponen en una posición de mayor riesgo (en momentos en que arrecian agresivas variantes del covid-19) y exponen también a los niños y otras personas para quienes aún no hay una vacuna disponible.