Anuncios
Elecciones México 2024:

Cobertura Especial | LO ÚLTIMO

Por qué la nueva gran epidemia de ébola no recibe la misma atención que la de 2014

Entre los años 2014 y 2016 el ébola se instaló con fuerza en África Occidental y se convirtió en la peor epidemia que se había producido en el mundo. En Occidente los miles de casos se vivieron con mucha preocupación y las sociedades conocieron en profundidad una enfermedad que hasta ese momento había sido muy desconocida.

La alarma internacional fue enorme y los servicios sanitarios de varios países se pusieron a investigar una vacuna que hasta ese momento no existía. Pasó el brote y volvió todo a la normalidad, pero solo dos años después, en este 2018, surgió un nuevo brote. En esta ocasión, en República Democrática del Congo y pese a que las cifras de afectados no son similares a la anterior, lo cierto es que ya es la segunda más mortal de la historia.

Curiosamente no ha despertado ni tanto miedo ni atención en los países o en los medios de comunicación, más bien al contrario. Las noticias sobre esta epidemia se pueden leer con cuentagotas. Estos son los motivos.

Un trabajador rocía las cercanías de la casa de un sospechoso de tener ébola en República Democrática del Congo (REUTERS/Goran Tomasevic).
Un trabajador rocía las cercanías de la casa de un sospechoso de tener ébola en República Democrática del Congo (REUTERS/Goran Tomasevic).

– El número de muertos

En un mundo tan globalizado, las cifras han alcanzado una gran importancia y muchas veces se mide la gravedad de una tragedia en función del número de víctimas. Es evidente que en esta ocasión pasa exactamente lo mismo. Y la comparación de casos y de fallecidos entre el brote de ébola de 2014-2016 y ahora es abismal. Entonces hubo más de 28.500 personas que se contagiaron con la enfermedad, falleciendo más de 11.000.

Ahora, los números son sensiblemente más bajos: 494 enfermos (hasta el día 12 de diciembre) y 283 muertos. Han sido suficientes para ser el segundo mayor brote de la historia, pero no para atraer la atención global.

– Una epidemia global vs un solo país

Otra diferencia importante tiene que ver con la localización. En la epidemia de 2014-2016 hubo hasta diez países implicados que tuvieron algún caso. Afectó principalmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea, pero también hubo enfermos en Nigeria, Malí, Estados Unidos, Italia, Reino Unido, España y Senegal. Un fenómeno global que hizo que todos esos estados y algunos más se implicaran en buscar una cura para la enfermedad.

La situación es muy distinta ahora porque el brote ha afectado exclusivamente a República Democrática del Congo, un país de grandes dimensiones con graves problemas internos en el que es muy difícil que la epidemia cruce fronteras (dificultad de los locales para viajar al extranjero). El hecho de que esté tan localizado y con probabilidades bajas de expandirse fuera también hace que despierte menos interés.

Un trabajador pasa junto a una cruz en un funeral por un fallecido por ébola (REUTERS/Goran Tomasevic).
Un trabajador pasa junto a una cruz en un funeral por un fallecido por ébola (REUTERS/Goran Tomasevic).

– No ha afectado a Occidente

Supuestamente todos los países son iguales, pero lo cierto es que unos despiertan más interés informativo que otros. Por ejemplo en el mundo entero se cuenta qué ocurre en Estados Unidos. El hecho de que en el anterior brote hubiera implicados países tan potentes como Reino Unido, Italia, España o por supuesto EE.UU. convirtió la epidemia en un fenómeno global. Un hecho que en esta ocasión no está ocurriendo. República Democrática del Congo es un estado muy desconocido en Occidente que cuenta con un controvertido pasado dictatorial y lastrado por guerras y conflictos. Al estar situado en África, la cobertura de la tragedia es prácticamente residual.

– Hay más conocimiento

El ébola es una enfermedad muy letal provocada por el virus del mismo nombre. Fue identificado por primera vez en 1976 debido a varios brotes simultáneos que se produjeron en varios países africanos. Pese a que su origen es desconocido, los expertos creen que viene causado por el murciélago de la fruta y el contagio entre seres humanos se produce por contacto entre fluidos corporales (sangre, sudor o semen), por lo que los trabajadores sanitarios han estado tradicionalmente muy expuestos.

Cuando se produjo el brote de 2014 había mucha desinformación, incluso entre los sanitarios, lo que provocó que se produjeran muchos contagios, generando una gran alarma social. En 2018 las cosas son diferentes, se conoce mejor la enfermedad, su tratamiento y por lo tanto hay muchísima menos preocupación global.

Una mujer llora durante un funeral (REUTERS/Goran Tomasevic).
Una mujer llora durante un funeral (REUTERS/Goran Tomasevic).

– Los recursos son mayores

Tras la declaración de la epidemia tanto el Gobierno congoleño como la comunidad internacional reaccionaron con rapidez y movilizaron personal y recursos hacia la zona afectada. En esta ocasión, se han combinado tratamientos experimentales con una gran campaña de vacunación que ha involucrado a unas 42.000 personas aproximadamente.

Precisamente el brote anterior obligó a que las compañías farmacéuticas se pusieran manos a la obra en la búsqueda de una vacuna que hasta ese momento no existía y que se presenta como clave para lidiar con la enfermedad. En esta ocasión, ya se ha podido contar con las vacunas que ayudan bastante a prevenir la epidemia y evitar que los contagios se disparen.