Por qué fracasó estrepitosamente el plan de reforma de salud de Donald Trump

Nuevamente, la iniciativa de salud impulsada por Donald Trump y el liderazgo legislativo republicano, en este caso en el Senado, fracasó estrepitosamente al no lograr el consenso suficiente entre los miembros de su propia bancada.

Las razones de esta derrota pueden dividirse en tres grandes rubros: la enorme complejidad del sistema de salud estadounidense, lo que hace muy difícil lograr un balance que a la vez satisfaga a moderados y conservadores tanto en lo práctico como en lo ideológico; la profunda impopularidad que la iniciativa padece entre los ciudadanos, sobre todo porque millones perderían su cobertura médica, lo que frena a muchos legisladores a apoyarla so pena de ser castigados electoralmente; y la obstinación y ego de Trump y ciertos líderes republicanos que pretendían a toda costa avanzar en una agenda que, más que construir hacia el futuro, parecía sólo interesada en instrumentalizar la destrucción del legado de la administración de Barack Obama.

El plan de reforma de salud del presidente Donald Trump y el líder senatorial Mitch McConnell fracasó por falta de consenso entre los senadores republicanos. (AP)
El plan de reforma de salud del presidente Donald Trump y el líder senatorial Mitch McConnell fracasó por falta de consenso entre los senadores republicanos. (AP)

Este nuevo gran fracaso (el primero se dio en la Cámara de Representantes, que falló en su primer intento de aprobar una iniciativa en materia de salud y luego avaló una segunda versión en una suerte de victoria pírrica, pues el Senado optó por plantear una iniciativa por su cuenta) sepulta la posibilidad de lograr una reforma al sistema que acompañe a la abolición de la ley vigente (conocida como Obamacare) y es un serio revés a la imagen y agenda de Trump. También es una sacudida para el líder senatorial Mitch McConnell, que no pudo lograr los votos suficientes entre su propia bancada.

Todo pese a que la abolición y el reemplazo de Obamacare han sido objetivos declarados, incluso con estridencia, por el Partido Republicano durante más de siete años y uno de los ejes del discurso de la pasada campaña electoral tanto a escala presidencial como legislativa.

Pero la realidad ha sido más fuerte, y al parecer los republicanos toparon con la pared del sentir ciudadano, de sus propios desencuentros ideológicos y de los tiempos político-legislativos en ciernes.

En primer lugar, los impulsores de la fallida iniciativa subestimaron la popularidad de varios preceptos clave de Obamacare que estaban marcados para ser reducidos o a eliminados: la cobertura de enfermedades preexistentes, el alcance de Medicaid y las protecciones para que las personas enfermas, de mayor edad o de menores recursos no perdieran su cobertura asequible. La presión ciudadana que enfrentaron varios senadores para que no se perdieran esas posibilidades tuvo su efecto.

En ese contexto, en la opinión pública sentó muy mal que esa iniciativa implicara que millones perdieran su cobertura mientras que, al mismo tiempo, reducía impuestos a los más ricos (recursos que Obamacare canaliza para mitigar el costo de los seguros de las personas de menores ingresos) y eliminaba déficit a costa de desmantelar un servicio social fundamental (Medicaid) para enormes grupos poblacionales.

El no del centro. La senadora republicana por Maine, Susan Collins, se opuso a la iniciativa de reforma de salud porque desmantelaba importantes protecciones y eliminaba cobertura para amplios grupos sociales. (AP)
El no del centro. La senadora republicana por Maine, Susan Collins, se opuso a la iniciativa de reforma de salud porque desmantelaba importantes protecciones y eliminaba cobertura para amplios grupos sociales. (AP)

Por añadidura, la iniciativa puso al Partido Republicano en una suerte de tablita inestable: para los moderados era demasiado radical en su desmantelamiento de protecciones sociales y para los de la extrema derecha era demasiado débil por mantener subsidios y restricciones y no reducir suficientemente impuestos. Eso hizo que perdiera respaldo en el centro y en la derecha a la vez, lo que de entrada volvía difícil lograr los 50 votos (de 52 senadores republicanos) necesarios para aprobarla. Esa pugna interna, dado que todos los senadores demócratas estaban en contra de la iniciativa, a la postre canceló la posibilidad de aprobarla.

Y no todo fue cálculo frío: muchos senadores, de uno y otro lado de la bancada republicana, consideraron que no podían votar en conciencia por una iniciativa que afectaría rudamente a sus comunidades o que no satisficiera todos los principios de su código ético-ideológico.

Incluso el último arrebato desesperado de Trump y McConnell, aprobar una abolición de Obamacare pero posponer sin fecha específica una reforma al sistema de salud, parece no tener viabilidad por la oposición de varios senadores republicanos, que consideran que tal situación sólo ahondaría el caos. Lavaría la cara ideológica de ciertos líderes pero no garantizaría mejora a la actual crisis del sistema de salud y sería igualmente impopular. Con todo, parece que Trump y el liderazgo republicano optarán por esa vía in extremis, aunque hasta el momento el resultado más probable sería una nueva derrota.

Algo grave para un presidente, Trump, que ha construido su imagen con las nociones de que es un gran negociador y un ganador (algo que en este caso ha resultado lo contrario) y para un liderazgo republicano que ha tenido que morder el veneno de su propia propaganda (el rechazo a ultranza de Obamacare) ante una realidad diferente.

El no de la derecha. El senador Mike Lee, republicano de Utah, fue uno de los que se opuso a la iniciativa de reforma de salud del Senado por considerar que no recortaba suficientemente impuestos y mantenía demasiados esquemas de Obamacare. (AP)
El no de la derecha. El senador Mike Lee, republicano de Utah, fue uno de los que se opuso a la iniciativa de reforma de salud del Senado por considerar que no recortaba suficientemente impuestos y mantenía demasiados esquemas de Obamacare. (AP)

Y aunque no sería la causa sustantiva, analistas consideran que los recientes escándalos de Trump, sobre todo el de los vínculos sospechosos de su hijo, su yerno y otras importantes figuras de su entorno con personajes vinculados al régimen de Rusia, mermaron su capacidad de interlocución y de incidir más profundamente en el debate senatorial.

Ciertamente, el actual sistema de salud en Estados Unidos requiere ajustes, pues sufre de importantes problemas, sobre todo costos de pólizas crecientes y reducción drástica (incluso desaparición) de opciones en ciertos estados y mercados de seguros.

Pero la realidad política y social, con todo, le han pasado factura a Trump, quien de afirmar que la abolición y reemplazo de Obamacare era algo fácil y que se haría rápido ha pasado ahora a decir que se siente desilusionado por el fracaso y que se debe dejar que Obamacare se derrumbe para, en su lógica, hacer patente su debacle y la urgencia de abolirla y reemplazarla en sus términos.

Lo dicho por Trump sugiere, además, que él cree que dejar que Obamacare se colapse hará que demócratas participen en la reforma del sistema. Pero no en un afán de negociación bipartidista (como, en realidad, convendría en este caso) sino con la expectativa de que la desesperación ante ese posible derrumbe haga rendir la oposición de algunos demócratas, los suficientes para compensar a los republicanos recalcitrantes.

Pero la posibilidad de atraerse a algunos demócratas luce también un tanto ilusoria, primero porque los demócratas están gozando el momento y no parecen dispuestos a venderse por un plato de lentejas (ellos tienen también sus propia ideología y su propia obstinación) y porque, pese al discurso republicano, el sistema de Obamacare no está inevitablemente en proceso de colapsarse a escala general y, en cierta medida, algunas de sus fallas son producto de decisiones del propio gobierno de Trump (como su reticiencia a reembolsar a las aseguradores los llamados “subsidios de costo compartido”).

En contrapartida, en algunas situaciones la administración no requiere eliminar la ley para hacerle ajustes a su modo, aunque esto desde luego no tenga el brillo político de “abolir y reemplazar” Obamacare.

Finalmente, los tiempos políticos y legislativos parecen estarse agotando y eso pesa en el actual debate. En septiembre el Congreso deberá afrontar deliberaciones y votaciones de enorme trascendencia, como las del presupuesto federal y el tope del endeudamiento público, y por ello resultaba crucia, en el interés republicano, tener la reforma de salud resuelta para apalancar con ella cuestiones fiscales, de gasto y de deuda.

Pero se ha comentado que, sin un consenso al respecto, mantener abierto el debate sobre abolir y reemplazar Obamacare introduciría ruido y tensiones adicionales a esas otras negociaciones de peso.

Mitch McConell, líder de la mayoría republicana en el Senado, buscará lograr una abolición de Obamacare a secas, posponiendo la reforma del sistema. Pero esa posibilidad podría ser su segunda derrota al hilo, pues no tendría actualmente los votos para aprobar ese esquema. (AP)
Mitch McConell, líder de la mayoría republicana en el Senado, buscará lograr una abolición de Obamacare a secas, posponiendo la reforma del sistema. Pero esa posibilidad podría ser su segunda derrota al hilo, pues no tendría actualmente los votos para aprobar ese esquema. (AP)

Y, finalmente, el calendario electoral también aportó su veredicto: a principios de 2018, y en algunos casos antes, comenzarán las campañas con miras a las elecciones legislativas. Y algunos republicanos, sobre todo en el Senado, podrían perder su reelección si dan un aval a la actual iniciativa de salud. Otros, en contrapartida, podrían enfrentar reproches de su electorado de derecha por no haber sido capaces de deshacerse a cabalidad de Obamacare. Esos cálculos parecen haber tenido ya un efecto en el freno a la iniciativa senatorial y mientras más tiempo pase (y más cerca se esté del día de la elección) mayor será su posible peso.

Trump, con todo, aún no da el caso por perdido y ha dicho que su plan no está muerto, pero que no se cristalizará tan rápido como esperaba. La espera, con todo, puede resultar larga. Y la única opción para recortarla de modo constructivo parece ser una negociación bipartidista amplia.

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