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Por qué en EEUU es ofensivo y racista que una persona blanca se pinte la cara de negro

Varios políticos estadounidenses han sido recientemente azotados por escándalos vinculados a una cara pintada de negro. En específico al maquillaje y los atuendos que portan personas de raza blanca para “aparecer” como si fueran de raza negra.

La llamada “black face” es un símbolo controversial y con una larga historia, pero que en tiempos contemporáneos es sinónimo de racismo, menosprecio y desdén hacia la comunidad afroamericana en Estados Unidos. Hay quien se ha pintado el rostro de negro para “parecer” afroamericano por diversión, actuación, broma, insensibilidad o mal juicio, y quizá no por ofender, pero lo cierto es que llevar una “black face” en Estados Unidos tiene resonancias ominosas y perniciosas. De hecho es considerado una expresión de racismo.

El representante estatal republicano de Florida Anthony Sabatini y su foto con la cara pintada de negro (cuando tenía 16 años), que él explica como una broma en la que se disfrazó como un amigo afroamericano y viceversa. Los demócratas han difundido esa imagen y pedido la renuncia de Sabatini. En Virginia, por su parte, se pide la renuncia del gobernador demócrata también por un caso de cara pintada de negro, lo que es considerado racista. (Florida Democrats)

Ese ha sido el caso del gobernador de Virginia, Ralph Northam, que primero aceptó y luego negó ser la persona que aparece con la cara pintada de negro en su página del anuario estudiantil de su escuela de medicina en 1984. Después reconoció que ese año se pintó así para disfrazarse de Michael Jackson.

También es el caso del representante estatal Anthony Sabatini, cuya foto “black face”, tomada cuando tenía 16 años, fue recientemente publicada. Él explicó que se trataba de una broma en la que él se vistió como un amigo afroamericano y viceversa.

Un tercer ejemplo es el del exsecretario de Estado de la Florida, Michael Ertel, quien renunció a principio de año luego de que se publicó una foto tomada en 2005 en la que se le ve “disfrazado” de una persona afroamericana víctima del huracán Katrina en una fiesta de Halloween.

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Que un blanco se pinte la cara de negro tiene varios antecedentes, pero uno clave se remonta a los espectáculos teatrales del siglo XIX conocidos como minstrel shows, o simplemente minstrels, en los que actores blancos personificaban a afroamericanos y realizaban escenas cómicas y satíricas, con frecuencia con música y danza. Esos actores se pintaban la cara con betún negro y sus personajes afroamericanos estaban con frecuencia severamente estereotipados, por lo general con ideas prejuiciadas.

Así, el “afroamericano” de los minstrels, el personaje encarnado por un blanco con la cara pintada de negro, era con frecuencia mostrado como una persona floja, supersticiosa, cobarde, ignorante y proclive al robo y a la promiscuidad. Los mismos rasgos físicos afroamericanos eran exagerados con excesivo maquillaje y disfraces estrafalarios.

Por añadidura, los personajes con “black face” presentadas de ese modo servían, por contraste, para definir a un hombre de raza blanca como una persona trabajadora, juiciosa y de estatura intelectual y moral.

Actores blancos, uno con la cara pintada de negro, en una película de 1935 que evoca los espectáculos Minstrel del siglo XIX y principios del XX donde actores de raza blanca se pintaban para representar a afroamericanos. (Getty Images)
Actores blancos, uno con la cara pintada de negro, en una película de 1935 que evoca los espectáculos Minstrel del siglo XIX y principios del XX donde actores de raza blanca se pintaban para representar a afroamericanos. (Getty Images)

Con todo, aunque siempre tuvieron ese filo racial, durante buena parte del siglo XIX los minstrels fueron muy populares aunque con los años fueron perdiendo atractivo, si bien el personaje con “cara negra” continuó apareciendo con frecuencia en el teatro y, ya en el siglo XX, en el cine y la televisión. Pero tras el movimiento en contra de la segregación y la discriminación y la lucha por los derechos civiles en la décadas de 1950 y 1960, la “black face” se reveló como un símbolo de racismo y opresión.

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Si en el pasado pintarse la cara de negro para que un blanco caracterizara a un afroamericano, con poco o mucho prejuicio y estereotipo, era aceptado o tolerado o simplemente considerado gracioso por algunos, el progreso social posterior y la lucha por la igualdad ratificó a la “black face” en una ofensa o, en el menor de los casos, una insensibilidad ignorante.

Esa percepción es diferente en otros países donde la caracterización de personas negras de modo similar a la “black face” no tiene los mismos significados históricos, sociales e incluso políticos. Por tal motivo no enfrenta el rechazo que sí se da en Estados Unidos. Con todo, la reflexión sobre cómo se presenta a un grupo en un espectáculo, y las implicaciones que eso tiene en la valoración -o el prejuicio- es válida no solo en este contexto sino a mayor escala.

Así, se ha criticado que los latinos en el cine de Hollywood por largo tiempo han sido presentados de modo frívolo o prejuiciado y acotados con frecuencia al papel del maloso, de la persona ignorante. Esas representaciones, como la “black face”, fijaron por décadas símbolos y nociones en las sociedades y preservan prejuicios y distorsiones.

Una página del anuario de 1984 de la escuela donde Ralph Northam, hoy gobernador de Virginia, estudió medicina. En él aparece una persona con la cara pintada de negro y otra con un atuendo que alude al KKK.
Una página del anuario de 1984 de la escuela donde Ralph Northam, hoy gobernador de Virginia, estudió medicina. En él aparece una persona con la cara pintada de negro y otra con un atuendo que alude al KKK.

Por añadidura, de vuelta al caso del “black face”, su uso en la actualidad no solo ofende y reedita esos problemas y despropósitos sino que en cierto modo soslaya la lucha contra el racismo y la discriminación que ha sido puntal del avance, aún inconcluso y con desigualdades persistentes, de la sociedad estadounidense. De allí la censura a quienes hoy recurren a la “black face” o a quienes, tras haberse pintado así en el pasado, no comprenden el significado de ese desplante o no asumen cabalmente la responsabilidad de su ofensa. Peor aún quién se pinte específicamente para denigrar a los afroamericanos.

Y aunque se ha dicho que en el caso de Northam o Sabatini, esas “black faces” fueron momentos de temprana juventud, incluso en el contexto de una fiesta, de una relación de amigos o de una ignorancia sobre sus significados mayores, tampoco sucedieron tanto en el pasado como para remontarse a momentos en los que el rudo símbolo de la cara pintada de negro fuera aceptado o bienvenido (si es que alguna vez se dio tal cosa en términos absolutos). La impertinencia de la “black face” era patente para cuando ellos se pintaron así y por ello las explicaciones dadas al respecto resultan en varios casos vacías.

Es en ese contexto que los reclamos contra las imágenes de caras pitadas de negro contra Northam, Sabatini o Ertel tienen pertinencia. Algunos lo verán además como un arma política para tratar de desplazar a un rival, pero eso es en buena medida una consecuencia inevitable de su posición. Lo deseable en todo caso, en el entendido de que todos pueden cometer errores y han de tener la posibilidad de enmendarlos, sería comenzar con el reconocimiento amplio de la ofensa y la valoración de todo el contexto, tanto de la persona como del símbolo.

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