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Qué son las tarjetas virtuales y por qué deberíamos tener una

En un mundo donde la digitalización avanza a pasos agigantados, las tarjetas virtuales cada vez están más de moda. No es casualidad es que esto coincida temporalmente con el auge del ecommerce, que ha ganado miles de adeptos gracias a la pandemia. De hecho, se estima que las compras por internet han aumentado un 46% en España en el último año.

Estas tarjetas sirven para hacer compras, tienen un número, un CVV y una fecha de caducidad; lo único que las diferencia de las convencionales es que no existen físicamente. Si contratamos una tarjeta virtual no vamos a recibir el habitual rectángulo de plástico en casa, sino que tendremos que acceder a ella a través de la app o página web de nuestro banco.

Aunque este tipo de tarjetas suelan usarse más para las compras por Internet, también se pueden usar en establecimientos físicos, siempre y cuando estos dispongan de la tecnología contactless.

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Cliente haciendo un pago contactless a través de su smartphone.
Se estima que las compras por Internet han aumentado un 46% en España en el último año. Getty Creative.

Varios bancos españoles ya se han sumado a la moda. BBVA, por ejemplo, ofrece una tarjeta virtual para sus clientes que puede ser recargada con hasta 600 euros a través de su web, app o cajeros. Banco Santander tiene la tarjeta MyCash, que permite recargar entre 6 y 1.650 euros sin coste. La de Openbank es la que más dinero permite manejar, ya que se puede cargar con hasta 3.000 euros. Eso sí: está exclusivamente destinada a las compras por Internet.

Pros de las tarjetas digitales

Una de las ventajas más evidentes de este tipo de tarjetas es la comodidad. No tenemos que estar cargando con ella a todas partes, puesto que para pagar por internet solo hace falta un número, una fecha de caducidad y un CVV. Si queremos comprar en un comercio físico, solo hace falta que llevemos la tarjeta en nuestro smartphone.

Las tarjetas digitales también ofrecen una mayor seguridad que las de toda la vida. No existen, por lo que no pueden ser robadas ni usadas sin nuestro consentimiento. Además, la mayor parte de las tarjetas virtuales son de prepago y funcionan como un monedero: no están asociadas a una cuenta, sino que debemos recargarlas periódicamente. Esto supone un verdadero plus de seguridad ante la ciberdelincuencia.

y contras

Por otra parte, el principal problema que conllevan es que dependen íntegramente de nuestro móvil. Si bien este sistema es cómodo, ya que casi nadie sale de casa sin su smartphone, si nuestro dispositivo se queda sin batería o sufre cualquier otro problema, no podremos usarla.

También nos encontramos con el inconveniente de las comisiones: por cada recarga, nuestro banco podría cobrarnos entre uno o dos euros extra. Las tarjetas virtuales tampoco sirven para realizar pagos recurrentes, como la suscripción del gimnasio o los servicios de streaming, ya que nada asegura que el propietario vaya a recargarlas.

Además, hay sitios que no cuentan con la tecnología contactless, por lo que muchas veces tendremos que salir a la calle con nuestra tarjeta física. De momento, las tarjetas virtuales pueden suponer un 'apoyo' a las de toda la vida. Es decir, podemos hacer uso de las dos, reservando una para los pagos en físico y otra para las compras que hagamos por Internet.

Aun así, todo apunta a que esta tecnología se va a ir asentando poco a poco. ¿Utilizaremos únicamente dinero digital en el futuro? Todavía está por ver, pero todo indica que así será.

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