¿Por qué tememos a los payasos?

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En noviembre de 2014, en la costa californiana y simultáneamente en Francia, varios ciudadanos disfrazados de payasos sembraron el pánico en varias localidades. Para algunos, la broma acabó mal, ya que llegaron a recibir palizas “a modo de escarmiento”, e incluso en Gijón, un extraño payaso con aspecto maléfico terminó por imitar esta conducta preocupando a la policía y a la ciudadanía.

Los últimos sucesos de este tipo han sucedido hace unos días en Estados Unidos. En varios estados del país se ha denunciado la presencia de payasos supuestamente acechando a niños. Incluso en Georgia la policía está investigando una amenaza difundida en Internet sobre secuestrar a alumnos de las escuelas locales.

La fobia irracional a los payasos, o coulrofobia, está más extendida entre la población de lo pensamos, e incluso algunas personalidades, como Johhny Depp, reconocen abiertamente sufrir temor ante el rostro excesivamente maquillado de un clown.

Reconozco que incluso yo he padecido episodios temporales de esta fobia, como supongo que le haya sucedido a los millones de lectores de Stephen King que leímos aquella obra maestra del terror llamada “It”. ¿Fue esta novela el origen del fenómeno? En absoluto, de hecho estoy por apostar que el famoso escritor aprovechó intencionadamente el temor que muchas personas dicen sentir por los payasos para crear el personaje de Pennywise.

En LiveScience, la periodista Mindy Weisberger ha contactado a Ben Raford, autor de un libro sobre la coulrofobia llamado “Bad Clowns”, para repasar con él algunas de las oscuras claves históricas que parecen acompañar a estos bufones, no siempre tan cómicos como pretenden.

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La figura del bufón se conoce históricamente desde hace miles de años, los ha habido en las cortes chinas, egipcias y griegas, así como en todos los palacios reales del medievo europeo. Seguros en su estatus de bromistas oficiales, los bufones podían disparar dardos sarcásticos contra cualquier figura, incluso la del rey, sin que su cabeza corriese peligro. Por tanto, un bufón era la única persona en todo el reino con licencia para bromear sobre el número de concubinas del monarca, o sobre lo gordo que estaba.

En cambio, la figura del payaso moderna tal y como la conocemos asociada al circo, es decir un hombre con rostro pálido, pelo de color imposible, nariz roja y zapatos desmesudamente grandes, es relativamente una recién llegada, ya que apareció en el sigo XX. Para Radford, el exceso de maquillaje podría estar detrás de nacimiento de la coulrofobia, puesto que obscurece las verdaderas expresiones del payaso.

Ligado a esto último, tal vez lo impredecible del comportamiento de un payaso (que puede inflar un globo para estallarlo seguidamente en tu cara, por ejemplo), pueda estar detrás de la ansiedad o temor que algunos sienten ante su presencia.

Además, es sencillo asociar la figura del clown con lo sobrenatural. Después de todo, pocas personas pueden introducir a 20 pasajeros en un coche diminuto, o lanzar chorros inacabales de agua desde un botón con forma de flor. Es fácil comprender por qué los niños, e incluso algunos adultos, puede conectar su figura con la de un poder más allá de lo humano.

Estas cualidades pueden explicar el éxito de algunos villanos como el Joker, que aparece por primera vez (para quedarse desde entonces) en los cómics de Batman ya en 1940. Como vemos Stephen King sabía lo que se traía entre manos cuando escribió “It”.

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Pero no todo es ficción. No debemos olvidarnos de algunas figuras reales, como el asesino en serie y violador John Wayne Gacy, alilas “el payaso asesino”, que fue encarcelado en 1980 por violar o asesinar al menos a 33 hombres jóvenes, muchos de los cuales acabaron enterrados bajo su propia casa.

La coulrofobia temporal que pudimos sufrir los lectores de “It”, no es siempre la norma. De hecho, existen casos de coulrofobia clínica, tan serios que pueden hacer que quien la padece no se acerque jamás a las fiestas de cumpleaños a las que invitan a sus hijos (en los países anglosajones es costumbre contratar a un payaso para amenizar la fiesta).

¿Se puede curar? Claro, como con cualquier tipo de fobia lo psicólogos emplean una técnica llamada terapia de exposición, en la cual el paciente va incrementando de forma progresiva su exposición a la causa de su miedo. Se comienza con fotos, y cuando el paciente se siente cómodo con ellas se da un paso más y se le permite tocar objetos relacionados con la vestimenta. Con el suficiente número de sesiones, uno puede terminar por acompañar a su hijo al circo, o a un cumpleaños.

Ah, y recordad. No os sintáis bichos raros si os dan miedo los payasos. El mismísimo Stephen King ha reconocido que fuera de su entorno habitual, un payaso (con o sin globos en la mano) puede enervarle incluso a él, gran maestro del terror.

Para acabar una pregunta. ¿Habrá cierta famosa cadena de hamburgueserías reducido la presencia publicitaria de su clown mascota a causa de la coulrofobia?

Me enteré leyendo LiveScience.