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El petrolero argentino que cambió la realidad de miles de africanos

Mario Cippitelli – Neuquén, Argentina – @Chipitelix

Cambió las comodidades del mundo moderno por las de una aldea perdida en el continente africano. De la misma manera resignó el abultado sueldo de la industria petrolera por un sustento precario en medio de una sociedad pobre.

Alejandro Robles (42), nacido en la provincia de Neuquén, en el corazón de la actividad hidrocarburífera argentina, no lo pensó demasiado la primera vez que conoció Guinea Bissau, un país ubicado al otro lado del océano Atlántico, en pleno continente africano. Y decidió ayudar con lo que mejor sabía: hacer pozos, no de petróleo, sino de agua, un recurso preciado como el oro por miles de personas que diariamente hacen increíbles esfuerzos para sobrevivir.

En Guinea Bissau, la tarea por conseguir agua se aprende desde niño. Y llevar pesados contenedores en la cabeza durante caminatas extensas de varios kilómetros se convirtió en algo cultural que los adultos enseñan a sus hijos desde la infancia.

Esa etapa de la vida, que debería ser la más feliz de una persona, está destinada -en varias regiones de África- a una prioridad diferente a la de recrearse o educarse como tiene cualquier menor del resto del mundo: la de aprender a encontrar agua para poder sobrevivir.

Apoyo familiar

Alejandro, que practica la religión evangelista, sabía que contaría con el apoyo de su esposa y de sus tres hijas para colaborar con la causa africana. Por eso no se sorprendió cuando su familia le dio el sí para trasladarse desde las comodidades que le daba la Patagonia argentina a las aldeas de Guinea Bissau.

“Me acompañaron en un viaje y al final fueron ellas las que quisieron quedarse en África”, dijo el hombre en una extensa entrevista que publicó el diario La Mañana de Neuquén. Junto a su familia, fundó la organización Fonte Da Vida en 2009 y se radicó definitivamente en el continente negro en 2014.

Lo primero que hizo en Guinea Bissau fue aplicar sus conocimientos de la industria petrolera para perforar la tierra, pero esta vez en busca de agua. Después de algunas capacitaciones que realizó en Estados Unidos, finalmente recurrió a un novedoso sistema de perforación basado en caños, que es mucho más económico y ecológico que el tradicional que se utiliza en la industria.

Así, construyó 20 pozos de agua durante todo el 2016 con la ayuda de la comunidad. La instalación de bombas alimentadas con energía solar, logró subir el preciado líquido. Y esta tarea cambió la vida de miles de personas.

“Una vez fuimos a una aldea de 700 personas donde las mujeres caminaban un kilómetro para buscar agua en otra aldea, y empezaron a tener enfrentamientos porque en esa comunidad no querían que les sacaran su recurso”, recordó durante la entrevista con el matutino. Por eso, cuando los aldeanos vieron que de esos pozos construidos salía el agua a borbotones y ya no había más necesidad de hacer esfuerzos infrahumanos, la comunidad lo celebró con una gran fiesta.

Pero la tarea de Alejandro no se quedó solo en esas perforaciones. Para que todo el esfuerzo tenga sustento en el tiempo, decidió capacitar él mismo a todas las personas para que aprendan a perforar y a realizar el trabajo, independientemente de alguien que lo sepa hacer, como él. Por este motivo, fundó un pequeño centro de capacitación donde enseña cuestiones técnicas para que todos puedan hacerlo indefinidamente en el tiempo.

La tarea no es sencilla debido a que el país no cuenta con energía eléctrica y tiene un altísimo grado de analfabetismo. Pero el solo hecho de poder cambiarle la vida a toda una comunidad, vale la pena para intentarlo y seguir adelante.

Una familia solidaria

No solo Alejandro Robles es un reflejo de la solidaridad y de las ganas de ayudar a los que menos tienen. Su padre siempre realizó actividades de ayuda para comunidades aborígenes que habitan la Patagonia argentina.

Su esposa, Paola, también decidió seguir con la tarea de su marido y ya instalada en Guinea, administró un orfanato con 35 niños con todo el corazón puesto en el amor y la ayuda al otro. Tal fue su compromiso que la familia terminó adoptando a Djiro, un adolescente de 14 años que ya cuenta con la ciudadanía argentina.

La noticia sobre la labor de Alejandro y su familia comenzó a circular por todo el país y no faltó el reconocimiento de las autoridades del gobierno local a semejante empresa solidaria.

A fines del mes de febrero de este año, el Concejo Deliberante de Neuquén, aprobó un proyecto para destacar a Alejandro “Vecino Destacado de la Ciudad” por su compromiso y trabajo solidario en África.