El permafrost ruso se descongela y amenaza viviendas e infraestructuras

Por Maxim Shemetov

CHURAPCHA, Rusia, 18 oct (Reuters) - El antiguo aeropuerto del asentamiento siberiano de Churapcha lleva años inutilizado, con su pista transformada en un campo pantanoso de montículos y protuberancias.

Al igual que otras ciudades y pueblos de todo el norte y el noreste de Rusia, Churapcha está sufriendo las consecuencias del cambio climático, que está descongelando el permafrost sobre el que se levantan todas sus construcciones.

"No hay un solo asentamiento en el Ártico ruso en el que no se encuentre un edificio destruido o deformado", afirma Alexey Maslakov, científico de la Universidad Estatal de Moscú.

Las casas se están separando de terrenos que se hunden. Los oleoductos y las instalaciones de almacenamiento están amenazados. Las carreteras necesitan cada vez más reparaciones.

Mientras Rusia se calienta 2,8 veces más rápido que la media mundial, el derretimiento de la tundra congelada de Siberia está liberando gases de efecto invernadero que los científicos temen que puedan frustrar los esfuerzos mundiales para frenar las emisiones del calentamiento climático.

Los costes ya están aumentando en Rusia, donde el permafrost cubre el 65% de la masa terrestre.

Rusia podría enfrentarse a 7 billones de rublos (97.000 millones de dólares) en daños a las infraestructuras de aquí a 2050 si el ritmo de calentamiento continúa, según Mikhail Zheleznyak, director del Instituto del Permafrost Melnikov de Yakutsk.

El accidentado paisaje que rodea a Churapcha, situado a unos 5.000 kilómetros al este de Moscú, se asemeja a gigantescas láminas de burbujas de plástico en lugares donde las cuñas de hielo del interior del suelo se han derretido, provocando que el terreno se desmorone, se hunda o se derrumbe por completo.

"Las carreteras, las líneas de suministro eléctrico, los gasoductos, los oleoductos... todas las estructuras lineales responden principalmente al calentamiento del clima y a su impacto en el permafrost", explica Alexander Fyodorov, subdirector del Instituto del Permafrost.

TENEMOS QUE ADAPTARNOS

Construidos en las décadas de 1960 y 1970, cuando la Rusia soviética se expandió hacia el Ártico, muchos edificios del extremo norte y del extremo este se construyeron con la suposición de que el permafrost — congelado durante milenios— era resistente y nunca se descongelaría.

Los bloques de apartamentos se asientan sobre pilotes clavados en el suelo.

Con una población de 10.000 habitantes, Churapcha vio cómo se cerraba su aeropuerto en la década los 90 del siglo pasado a causa del deshielo, según los científicos.

Con el paso de los años, la pista de aterrizaje, antes lisa, se ha convertido en un campo moteado que parece más bien el lomo escamado de un dragón, a medida que el suelo se hunde y el hielo se derrite. Con el tiempo, la zona podría convertirse en un lago, según los científicos

Fyodorov, del Instituto del Permafrost, lleva años estudiando el lugar y descubrió que algunas zonas se hunden a un ritmo medio de 2 a 4 centímetros al año, mientras que otras lo hacen hasta 12 centímetros.

En ocho asentamientos de Yakutia central, región del noreste de Rusia, el 72% de los encuestados por la Universidad Estatal del Noreste afirmaron haber tenido problemas con el hundimiento de los cimientos de sus casas, dijo Fyodorov.

En toda Rusia hay más de 15 millones de personas que viven sobre cimientos de permafrost. Rusia está invirtiendo para controlar mejor el deshielo del subsuelo.

"No sabemos lo que está ocurriendo en realidad", dijo en agosto el ministro de Ecología ruso, Alexander Kozlov. "Necesitamos la monitorización no solo para ver lo que se está derritiendo y cómo. Los científicos lo utilizarán para predecir sus consecuencias y aprender a prevenir accidentes".

El ministerio planea desplegar 140 estaciones de control, cada una con pozos de hasta 30 metros para medir la situación bajo tierra. Aunque esto puede ayudar a determinar la rapidez con la que se está descongelando la región, no ayudará a vecinos como Yegor Dyachkovsky, cuya casa ya se está hundiendo en el antiguo aeropuerto de Churapcha.

En los cinco años transcurridos desde que su familia construyó su casa, el suelo que está por debajo se ha hundido. Al principio, la casa se elevaba 30 centímetros del suelo sobre sus cimientos de zancos. Ahora la brecha es de un metro.

Dyachkovsky ha traído cinco camiones de tierra para rellenar el hueco entre el suelo y su casa, y dice que aún necesita más.

Algunos de sus vecinos están intentando vender sus casas. "Todo el mundo está tratando de resolver la situación por su cuenta", dijo Sergei Atlasov, otro residente de Churapcha.

Sin embargo, la familia de Dyachkovsky está construyendo un garaje y parece dispuesta a arriesgarse.

"¿Cómo podemos ir contra la naturaleza? Tenemos que adaptarnos", dijo Dyachkovsky. "Es así en todas partes. No hay nadie a quien quejarse. Al espíritu que está en lo alto, tal vez".

(Información de Maxim Shemetov; información adicional de Maria Vasilyeva y Dmitry Turlyun; redacción de Tom Balmforth; edición de Katy Daigle y Mike Collett-White; traducido por Tomás Cobos)