Todo el día con Guardiola en la boca y ya nadie se acuerda de cómo empezó su era

Pep Guardiola y Ronald Koeman.
Pep Guardiola y Ronald Koeman durante una rueda de prensa.

Hay empates que saben a victorias y empates que saben a derrotas. La tensión eléctrica que desprende cada partido de un coloso como el Barça en caso de pinchazo se traduce en un sinfín de críticas exacerbadas que hace perder toda noción de mesura. Entre los más forofos, se dispara el oportunismo y se da rienda suelta a las filias y fobias aprovechando una coyuntura donde se deja de lado el proceso de reconstrucción que está atravesando el conjunto azulgrana. No importa que el rival sea el campeón de la Europa League y haya puesto contra las cuerdas al Bayern de Múnich o que tan solo llevemos tres partidos oficiales. No hay lugar para la calma en un mundo que se rige por el resultadismo inmediato y se emborracha de nostalgia futbolera.

¿Qué dirían hoy en día aquellos que dudaron del Barça de Pep Guardiola tras sumar una sola victoria en sus cuatro primeros partidos oficiales como técnico culé del primer equipo? No sería de extrañar que los mismos que andan mascullando las palabras ‘modelo’, ‘Masia’, ‘juego de posición’ y ‘Pep Guardiola’ se atragantaran al comprobar que el equipo no pudo vencer al Wisla Kraków (1-0), al Numancia (1-0) ni al Racing de Santander (1-1) en los primeros pasos de la época más gloriosa de la entidad. Con esto, no quiero decir que el Barça de Koeman vaya a conseguir algo similar, pero sí resaltar el valor del proceso en un equipo que está jugando mucho mejor de lo que se esperaba a estas alturas.

Desafortunadamente, una gran parte de aficionados culés siguen subidos a la noria del recuerdo. Algunos siguen mirando al Barça de Ronald Koeman como si aún observasen al Barça de Pep Guardiola en su punto más álgido. No importa que ya no quede apenas rastro de aquella generación maravillosa -Leo Messi y Gerard Piqué trotan hacia los 33 años y Sergio Busquets hacia los 32-, que los rivales hayan desarrollado herramientas para contrarrestar algunos de esos principios o que el proyecto de Koeman haya empezado a andar mientras se enfrenta a rivales que tienen interiorizados los automatismos del sistema.

El Barça plantó cara a uno de los equipos más competitivos del continente como el Sevilla de Julen Lopetegui. El técnico vasco blindó su frontal del área, justo donde Messi brilla, y obligó al argentino a desplazarse y tratar de aportar la creatividad y desborde que le faltaba tanto al centro del campo como a los mediocentros azulgranas. Llegados a ese momento, sin cambios en el marcador ni atisbos de mejora, Koeman podría haber alterado la dinámica del partido a través de modificaciones tácticas, pero le faltó cintura para darle argumentos vencedores a su equipo. Habrá tiempo para resarcirse.

El Barça actual necesita calma, paciencia y, sobre todo, tiempo. Tiempo para que Koeman pruebe, se equivoque y encuentre la mejor manera de explotar al máximo los recursos que tiene en su plantilla. Tiempo para que siga tomando decisiones tácticas y personales después de un verano donde el club ha ido saltando de crisis en crisis. Tiempo, en definitiva, para cimentar los pilares del nuevo Barça. Mientras tanto, hay que apuntar que este equipo venía de encadenas dos victorias sin encajar ni un solo tanto. Y no solo eso, sino que durante los tres encuentros se ha presentado como un bloque sólido donde todos sus integrantes, hasta Messi, se implican en la fase defensiva. El resultado: cinco disparos recibidos entre los tres palos en tres partidos.

Hay incógnitas por despejar. ¿Podrá Koeman encontrar la mejor versión de Griezmann? ¿Sabrá el técnico neerlandés convencer a Messi para que limite su radio de acción y sepa controlar su anarquía? ¿Encontrará en el banquillo la profundidad de plantilla suficiente para competir por la Liga y la Copa de Europa? ¿Qué papel jugarán los jóvenes en un equipo donde el reparto jerárquico ha dejado espacio para nuevos ascensos?

La avalancha de críticas no debería sepultar la hilera de buenas noticias que ha venido dejando el equipo en tiempo récord: la recuperación de Coutinho y De Jong, la verticalidad, la solidez defensiva, la presión post-pérdida y el ritmo de la circulación de balón. Valoremos el progreso en su justa medida sin dejar de ser críticos cuando la ocasión lo merezca. El Barça aprobó su primer gran examen, aunque el empate tenga un gusto agridulce por esa sensación de que la victoria no estaba tan lejos. Que el punto sirva como baño de realidad: el Barça está en período de gestación, no queramos parir al niño con antelación.

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