"Estamos en peligro en cualquier lugar", dice superviviente de redada israelí en hospital
Yenín (Cisjordania), 3 feb (EFE).- Nour Altir, de 26 años, mira con tristeza las tumbas, todavía sin lápida, donde yacen los cuerpos de su amigo Mohamed, su hermano Basil y un amigo de ambos; los tres asesinados por Israel durante una incursión armada a un hospital de Yenín, en el territorio palestino ocupado de Cisjordania.
"Creed lo que visteis porque ellos hacen todavía cosas peores en Gaza", comenta a EFE Altir, en relación a las imágenes que dieron la vuelta al mundo el martes, en las que se observa a agentes de las fuerzas especiales israelíes, disfrazados de médicos y pacientes, infiltrarse en el hospital Ibn Sina de Yenín y matar a tres milicianos.
"Estamos en peligro en cualquier lugar, incluso dentro de un hospital", continúa el joven palestino, que asegura haberse salvado de la muerte por azar del destino.
Altir se encontraba en la habitación 376, con sus amigos, poco antes del ataque. Dice que bajó a fumar de madrugada, y después, decidió irse a dormir a casa. Sobre las cinco de la mañana, agentes israelíes entraron en el cuarto y les pegaron cinco tiros.
El doctor Neji Nazzal, director del hospital Ibn Sina, concuerda con que el objetivo final de Israel es mandar el mensaje de "que no hay líneas rojas" y resume lo sucedido en tres líneas: "Llegaron con la única finalidad de matar, a tres personas, mientras dormían".
En la cama del hospital dormitaba Basil Ghazawi, quien se había quedado parapléjico tras un ataque israelí con drones el pasado 25 de octubre en Yenín, y seguía en rehabilitación. Tanto él como su hermano eran milicianos de la Yihad Islámica, mientras que el amigo era miembro de Hamás, según especificaron ambos grupos.
Desde mediados de 2022, las redadas israelíes tanto como la resistencia armada en el campamento de refugiados de Yenín, formado tras la guerra de 1948 que siguió la creación del Estado de Israel, se han incrementado; con nuevas facciones y jóvenes de escaso rango que deciden unirse a su filas.
El brutal ataque de Hamás en la Franja de Gaza, y la subsecuente guerra que ya suma más de 27.100 muertos y 66.200 heridos palestinos en el enclave, según datos del Ministerio de Salud gazatí, solo ha agravado una hostilidad creciente.
Tan solo en el mes de enero, al menos 14 personas han muerto en ataques israelíes en Yenín, según un recuento de EFE, la mitad de ellos en ataques de drones lanzamisiles. Casi todos los habitantes aquí han perdido en los últimos años a algún familiar por la violencia, y muchos abandonan sus casas durante noches enteras ante redadas que se repiten cada semana.
Pero el terror, incrustado todavía en el personal médico y en los 120 pacientes del hospital Ibn Sina, convive con pequeños gestos de vida, como la presencia de los trillizos Thaseen, Sabah y Abedalrahman, residentes de la planta de maternidad, planta inferior a donde se produjo el ataque.
La familia de los pequeños es originaria de la Franja de Gaza, donde debían haber regresado un día después de que Israel comenzara allí la que es ya la peor ofensiva bélica de su historia, dejando a estos y a otros miles de gazatíes atrapados en Cisjordania.
La abuela de los niños asegura no tener ni idea de cuándo van a poder regresar a Gaza, pese a las negociaciones entre Israel y Hamás para un alto al fuego que podría ser inminente, aunque temporal, y agradece que la incursión del martes no se cobrara más vidas.
A pocos minutos del hospital, en un nuevo cementerio con unas 50 lápidas "de mártires", como denominan aquí a los caídos en enfrentamientos con fuerzas israelíes, familiares de los hermanos Ghazawi se agazapan ante sus sepulturas.
Una de sus hermanas reza en silencio, sus dos manos acarician los adoquines grises que delimitan la tierra removida. Pronto, una foto sobre unas lápidas de mármol mostrará a los jóvenes, probablemente fusil en mano, ajenos a su propia muerte.
"¿Que qué viene ahora?", dice Nazzal con una risa forzada, por un momento rendido ante la volatilidad y la incertidumbre de una urbe ocupada militarmente y acorralada por la violencia.
"Esa es una pregunta divertida. No tenemos ni idea", responde.
Patricia Martínez Sastre
(c) Agencia EFE