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Patrulla de Fronteras abrumada por familias de migrantes

MCALLEN, Texas, EE.UU. (AP) — Una mujer sostenía a su bebé que lloraba mientras esperaba con otras 20 mujeres para ducharse. Decenas de padres tomaban de la mano a sus pequeños en un sector rodeado de una valla metálica.

Mientras estas familias permanecían detenidas en un centro de procesamiento de la Patrulla de Fronteras atestado, una nueva ola de migrantes cruzaba el río vecino que separa México y Estados Unidos y esperaba que agentes los llevasen a la misma instalación. Una mujer tenía un bebé de siete meses con fiebre.

El ciclo se repite varias veces por día. Oleadas de familias desesperadas tratan de cruzar la frontera constantemente e ingresar a un sistema de detención que está desbordado.

La Patrulla de Fronteras está tan abrumada con la atención de los migrantes, que debe alimentar y alojar, que esta semana dijo que comenzará a liberar a algunas familias para desocupar espacio en el centro de procesamiento. Se instruirá a los migrantes para que se presenten ante un juzgado en determinada fecha.

“Enfrentamos una crisis sin precedentes”, declaró Robert Pérez, subcomisionado (subdirector) de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza, el otro organismo a cargo de la frontera, en una entrevista.

La Patrulla de Fronteras dice que detuvo a unas 66.000 personas que cruzaron la frontera ilegalmente en febrero, incluidas 36.000 que venían en familia. Esto es un récord para un mes.

Las autoridades del servicio de inmigración esperan que la cantidad de padres e hijos supere los 50.000 en marzo, mes en que aumenta el flujo tradicionalmente por la llegada de la primavera, y que podría llegar a 180.000 en mayo, de acuerdo con dos funcionarios que no estaban autorizados a hablar en público sobre documentos internos.

La Patrulla de Fronteras dispuso que se amplíen los controles médicos después de que en diciembre muriesen dos niños bajo su custodia. La dependencia recibió 30 millones de dólares para hacer mejoras en el centro de procesamiento del sur de Texas y más fondos para construir una instalación parecida en El Paso.

No se han dado a conocer los resultados de las autopsias de Jakelin Caal y Felipe Gómez Alonzo, pero Protección Fronteriza dijo que ambos sufrían de fiebre alta y náuseas cuando fueron hospitalizados.

Todos los días llegan a la frontera menores con fiebre, resfríos y gripe, acompañados por sus padres, y a veces esperan horas a que los recoja la Patrulla de Fronteras.

Un jueves reciente, el hijo de siete años de Carmen Mejía, Lian, tenía fiebre. Era uno de cuatro menores enfermos en su grupo de 20 personas. Su madre había oído hablar de Jakelin y Felipe antes de irse de su pueblo rural en el norte de Honduras.

“Me entristeció mucho”, expresó. “Pero aquí estoy, buscando un futuro mejor para mi hijo”.

Mejía dijo que esperaba encontrar trabajo para mantener a Lian y a otros dos hijos mayores que dejó con su madre.

Mientras hablaba llegaron otros dos grupos de migrantes. Había unas 50 personas en total cuando la Patrulla de Fronteras los hizo subir a camionetas y los llevó al centro de detención.

Algunos migrantes dijeron que tuvieron que cerrar sus negocios porque los estaban extorsionando. Otros que las pandillas habían matado a parientes cercanos y los habían amenazado de muerte a ellos.

El gobierno del presidente Donald Trump dice que la mayoría de los adultos que cruzan la frontera ilegalmente lo hacen por razones económicas y esperan ser liberados si llevan consigo algún menor y piden asilo. Funcionarios del servicio de inmigración pidieron al Congreso que modifique las leyes para que puedan detener más adultos y niños y deportar más rápido a los centroamericanos.

La solución que propone Trump --y la razón por la que declaró una emergencia nacional-- es un muro en la frontera, sobre todo en el sur de Texas, donde hay comparativamente pocas barreras. Pero el muro no frenará a las familias que no tratan de evadir a las autoridades de inmigración sino entregarse. Esas familias generalmente cruzan el río Bravo y se sientan a esperar que vengan a arrestarlas.

La Associated Press visitó el centro de procesamiento del sur de Texas. Es un viejo depósito, con luces que permanecen encendidas todo el día y cercos de alambre que forman grandes jaulas.

Se suministra a los detenidos mantas de aluminio y tapetes para que duerman en el piso de cemento. A cada migrante se la hace una revisión médica.

Decenas de menores esperaban por su cuenta. Muchos tenían diez años o más y permanecían separados de sus padres, que estaban en otro sector de la instalación.

Algunos de los niños hablaban entre ellos. Otros trataban de dormir sobre esteras, tapándose con mantas de aluminio que hacían ruido.

El mundo enfocó su atención en esta instalación en junio del año pasado, cuando el gobierno implementó su política de tolerancia cero y separó a miles de familias. Unas 1.100 personas estuvieron detenidas en el centro entonces, incluidos muchos menores que habían sido separados de sus padres.

El centro abrió sus puertas en el 2014, durante el gobierno de Barack Obama, para hacer frente a otra ola de miles de menores no acompañados procedentes de América Central.

Ahora esta y otras instalaciones de la zona hacen frente a la llegada de padres con hijos pequeños y de mujeres embarazadas, que a veces dan a luz estando detenidas.

“No están pensados para albergar familias”, declaró Carmen Quesada, subjefa de la Patrulla en este sector. “Están pensados para individuos”.

Se supone que los padres no pueden permanecer detenidos más de 72 horas, plazo en el cual deben ser liberados o trasladados a centros de detención a largo plazo, con camas y más instalaciones. Las familias permanecieron un promedio de 60 horas la semana pasada.

La mayoría de ellas son llevadas en autobuses a una instalación de las Caridades Católicas en McAllen, donde voluntarios les dan comida y les hacen revisiones médicas antes de llevarlas a la terminal de autobuses o al aeropuerto.

El futuro de la instalación se ve comprometido porque los comisionados (funcionarios que se reparten las atribuciones de un alcalde) de McAllen dispusieron el mes pasado que Caridades Católicas sea desalojada para mayo, en respuesta a quejas de los vecinos.

La Patrulla de Fronteras, sin embargo, depende de las Caridades más que nunca. Si bien pocos cientos de personas son llevados allí diariamente, esta semana, en un solo día, trasladaron a 800, lo que hizo que los voluntarios implorasen donaciones y ayuda en las redes sociales.

Adentro de una pequeña clínica en el edificio principal, el doctor Martín Garza escucha los latidos y los pulmones de César Manuel Romero, de un año, quien llegó con su madre Lili Romero, una hondureña de 21 años. Romero dijo que dio a luz a César en un autobús cuando cruzaban Monterrey, en México.

Después de cruzar la frontera, Romero dijo que fueron llevados a una pequeña instalación de la Patrulla de Fronteras, el tipo de lugar que ella y otros migrantes describen como “la hielera”, por el frío que hace. Dijo que otra mujer detenida le prestó un sweater para que pudiese abrigar a César ya que los agentes se llevaron todas sus pertenencias.

Contó que se les dio agua “casi helada”. Luego fueron llevadas al centro de procesamiento y de allí a Caridades Católicas.

La Patrulla de Fronteras asegura que todas sus instalaciones cumplen con los requisitos y que investiga cualquier queja de maltrato.

Garza, por su parte, expresó que los agentes y el personal médico del centro de detención casi siempre diagnostican las enfermedades y las lesiones graves. Pero los resfríos y la fiebre continúan, lo mismo que condiciones que no son tan obvias, agregó.

“Los menores tiene problemas para respirar y algunas de esas cosas tal vez no sean detectadas”, agregó.

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La reportera de la Associated Press Colleen Long (Washington) colaboró en este despacho.