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Un paseo por el Montmartre de Picasso de la mano de "La Bella Fernanda"

París, 12 oct (EFE).- Por primera vez, los investigadores de Pablo Picasso se acercan a la figura de Fernande Olivier, la mujer con la que compartió sus primeros años de vida en el barrio de Montmartre y que fue un testigo imprescindible del nacimiento del cubismo y otras vanguardias.

La exposición "Fernande Olivier y Pablo Picasso, en la intimidad del Bateau-Lavoir", que abre este viernes en el Museo de Montmartre, sirve de disparo de salida en Francia a la temporada de celebraciones por el 50 aniversario de la muerte del artista malagueño, con unas cuarenta exposiciones y eventos entre Europa y Estados Unidos, bajo el auspicio de los gobiernos de Francia y España.

En Montmartre, donde Picasso vivió sus años más felices, coincidió con figuras como Max Jacob, Guillaume Apollinaire, Suzanne Valandon o Georges Braques, entre otros, comenzó también su relación con Olivier, modelo de artistas, que ha pasado a la historia por escritores y críticos como "La Belle Fernande".

"Solo había representado para ellos un valor físico. Pero, ¿qué podían haber sabido ellos sobre mí?", escribió Olivier en sus diarios, que salieron a la luz en 1988, más de veinte años después de su muerte.

Estos "Recuerdos íntimos", así como su célebre "Picasso y sus amigos", ambos hoy descatalogados, articulan la exposición en paralelo a cuadros de la propia Olivier, así como del resto de protagonistas del Bateau-Lavoir, un edificio de artistas por el que pasaron, entre otros, Modigliani, Brancusi, Kees van Dongen, Jacob y el mismo Picasso.

Pero la muestra es además la oportunidad de adentrarse en la experiencia de esta mujer, cuyo nombre real era Amélie Lang, y que se lo cambió al huir de una vida de terror y violencia. Su padre nunca la reconoció y su tía la obligó a casarse con el hombre que la había violado y que siguió abusando de ella, un pasado sobre el que el artista español nunca supo nada.

"Lo que me sorprendió leyendo estos recuerdos era la crudeza con la que ella hablaba de sí misma. Es muy raro tener un testimonio tan privado de una mujer que habla en primera persona de su condición femenina", destacó la comisaria de la exhibición, Nathalie Bondil.

Para Bondil, la apertura de la muestra cinco años después del inicio del movimiento "Me Too" tiene una fuerte resonancia con un contexto de liberación de la palabra de la mujer, pero también con la lucha por los derechos humanos de la mujer en países como Irán.

DOS JÓVENES SOÑADORES

Mucho más que esa "bella" musa, Olivier se convirtió en un testigo omnipresente de aquella escena y siguió escribiendo artículos en el diario "Le Soir", publicados después en la compilación "Picasso y sus amigos", descrita por el propio artista como el mejor testimonio de aquellos años, desde el Bateau-Lavoir hasta el taller que la pareja compartió en el Boulevard de Clichy.

Olivier y Picasso comenzaron como iguales, una pareja joven con la ambición de comerse el mundo, pero la diferencia fue agudizándose entre ellos a medida que el artista dejaba atrás su período azul, luego el rosa y daba luz al cubismo que, pese a las fuertes críticas de la época, lo lanzó al estrellato.

Ella lo dejó cuando comprendió que había dejado de quererla y nunca más volvieron a verse: Olivier veía a Picasso en la televisión, y él le enviaba dinero al final de su vida, cuando supo que pasaba por dificultades económicas.

Al final de sus "Recuerdos Íntimos: escritos para Picasso", Olivier le escribe y admite que fue el amor de su vida. "Me comprometo a contarte mi vida. Quizás para que me entiendas mejor. Siempre has dudado de mí, mi amor, este profundo sentimiento que todo lo mío guardara relación contigo, solamente contigo. Esos años fueron la única época feliz de mi vida".

Un recuerdo que, frente al "Minotauro" descrito décadas después por su pareja François Gilot y su nieta Marina, muestra a Picasso desde un prisma más tierno e idealista, en los primeros años de su vida parisina.

María D. Valderrama

(c) Agencia EFE