¡Esto solo me pasa a mí! | Opinión

Seguramente usted ha dicho la frase al igual que yo lo hice la semana pasada, cuando durante un viaje de trabajo en San Francisco me pasó algo de novela.

La productora Yvanna Jijena que iba conmigo en la asignación fue testigo de lo que sucedió en la habitación que yo tenía. Era la tarde cuando llamaron a mi puerta y fui a abrir. Se trataba de un hombre que de inmediato me dio una explicación.

“Hace dos días estuve aquí en este mismo cuarto y dejé algo olvidado y necesito que me lo de”.

Me sorprendió la petición, pero de inmediato me cruzó por la mente decirle que no podía venir a tocarme a la puerta a pedirme nada sin antes pasar por la recepción y hacer ahí la petición. Aunque por alguna razón me quedé callada viendo a aquel personaje, alto, fornido, que venía vestido con camiseta sin mangas, con los brazos descubiertos mostrando tatuajes por todas partes y que seguía dándome instrucciones.

“Busque en el sofá que entre los cojines hay algo, una bolsa blanca de tela”. En un nerviosismo que inexplicablemente comencé a sentir le entendí que buscara en el colchón, pero fue la productora Jijena quien me sacó del error.

“Quiere algo que dejó aquí en el sofá de la sala”.

Fue entonces que alcancé a cerrar la puerta para ir a buscar lo que el hombre quería. Finalmente, luego de buscar nerviosamente por todas partes, efectivamente encontramos la bolsa de tela, de esas que los en hoteles se usa para guardar la secadora de pelo que está en cada habitación para los huéspedes. Ahí había guardado su tesoro este hombre.

Alcancé a preguntarle qué era lo que tenía dentro

“Hay un walkie-talkie, una navaja”.

Cuando instintivamente abrí la bolsa para ver el contenido me topé con una navaja de gran tamaño, efectivamente un walkie-talkie, un grueso de tarjetas de crédito —calculo por el grosor del bulto que eran unas 40 sujetadas por una liga… pero también un arma.

Al decírselo a Yvanna de inmediato me dijo que no tocara nada y rápidamente fui a la puerta y le entregué aquel bulto al hombre que salió corriendo por el pasillo.

Yvanna y yo nos quedamos asustadas y con muchas preguntas.

¿Por qué venir a tocarnos la puerta en vez de reportar el olvido a la gerencia del hotel? ¿Qué ocultaba? ¿Por qué tener aquello escondido bajo los cojines del sofá en vez de guardarlo en la caja de seguridad de la habitación?

Yvanna rompió un silencio helado que nos envolvió.

“Qué bueno que cooperamos y que entregamos aquello que el hombre estaba decidido a recuperar. Al darse cuenta de que éramos dos mujeres pudo habernos hecho cualquier cosa si dábamos resistencia”.

Estoy de acuerdo con ella. Pudo abrir la puerta a fuerzas, darnos un golpe o algo más, porque claramente que estaba decidido a todo. De inmediato fuimos a poner la queja en la recepción donde supimos que el hombre efectivamente había llegado pidiendo entrar a la habitación a buscar “algo” que había dejado olvidado pero que no se lo permitieron.

Entonces decidió entrar por sus medios a buscar lo suyo, que dicho sea de paso nos dijeron serían tarjetas de crédito robadas, ya que su pago al dejar el cuarto tuvo problemas.

De más está decir que nunca, pero nunca más abriré la puerta de una habitación de hotel a un desconocido sin haber notificado a la gerencia del hotel. El resto es una lección aprendida.

Siga a María Antonieta Collins en Twitter e Instagram: @CollinsOficial. Correo: mariaantonietacollins@yahoo.com.