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Pare de sufrir con las baterías: los 3 trucos fundamentales para usarlas bien

Desde que publiqué la primera de estas columnas, 26 años y tres meses atrás, me impuse una regla inapelable: no repetirme. Hay temas recurrentes, por supuesto, y hechos grandes e inevitables que van y vuelven. En tales casos busco un enfoque diferente, otro abordaje, un formato distinto (una entrevista, por ejemplo, en lugar de un análisis).

Pero hay algo sobre el que he escrito no sé cuántas veces y, aún así, sigo recibiendo una tonelada de consultas y presenciando conductas muy contrarias a las buenas prácticas. Así que le dedicaré unas líneas de nuevo hoy. Si ya te sabés estas reglas de memoria, hacele un favor a cada amigo y familiar que tenga un smartphone o una notebook (o sea, prácticamente todos) y mandales esta nota .

¿Cuál será esta cuestión tan ardua? ¿Inteligencia artificial? ¿Derechos civiles en tiempos de Internet? ¿Seguridad informática? ¿Ciberguerra? No, señor. Las baterías.

Antepasados incómodos

Ay, las baterías. Fueron las de níquel cadmio, inmensamente populares desde mediados de la década del '90, las que nos traumatizaron para siempre. Tenían un montón de caprichitos, como la sobrecarga, el efecto de memoria y demás. Las de iones de litio, por comparación, son de lo menos exigente que hay. Diría que son hasta algo estoicas. Pero las mimamos, por las malas experiencias que tuvimos con las de níquel cadmio, y al mimarlas, las arruinamos. Las de iones de litio son las seals, las escaladoras de alto riesgo de las baterías. Nada de consentirlas. A ellas les gusta trabajar. Trabajar significa descargarse y cargarse. Así de simple. Cuanto más, mejor.

Empecemos por las dos cosas que aprendimos con las de níquel cadmio y que no aplican (reitero: no aplican) a las de nuestros celulares, notebooks y demás.

Primero, no hace falta cargarlas al 100% cuando sacamos el equipo de la caja. Salvo, claro, que nos llegue por completo descargado. Ya volveré sobre esto, porque es clave.

Segundo, no sufren efecto memoria. Esa es la razón, entre otras, por las que no se necesita cargarlas a tope cuando desempacamos un nuevo dispositivo. Esta es, por lejos, la consulta que con más frecuencia recibo.

El 40 por ciento

Muy bien, ¿y entonces? ¿Se puede vivir sin sufrir? ¿Se puede disfrutar de una jornada entera de batería sin ritos extraños y cargadores por todos lados? Sí, pero con una condición. Hay que respetar las reglas que mencionaré enseguida desde el primer día. Tal vez el único verdadero problema de las baterías de iones de litio es que el mal uso las daña realmente muy rápido. Quiero decir, en cuestión de semanas. Ese daño, por otro lado, es irreversible. Así que ahí vamos. ¡Pare de sufrir!

Desempacás tu nuevo teléfono (o lo que sea; casi todo usa hoy baterías de iones de litio). Lo encendés. Tiene 40% de carga. Parece casualidad. No lo es. La forma correcta de almacenar baterías de iones de litio en un equipo apagado durante varios meses es dejándolas cargadas al 40 por ciento. Y no mucho más de tres meses. Las de iones de litio, cuidado, son perecederas; como la manteca o el jamón cocido, digamos. No tiene sentido acopiarlas y lo mejor es usarlas mientras estén frescas.

Muy bien. Está cargado al 40% y te encantaría ponerte a revisar sus funciones, tunearlo, importar tus contactos y apps y, sobre todo, empezar a pavear en Instagram. Hacelo. No vas a dañar las baterías. Y para el equipo 40, 100 o 20 por ciento es lo mismo. ¿En serio?

En serio. Dejá de sufrir. A las baterías de iones de litio les gusta trabajar. Dentro de dos horas, cuando te hayas conectado a Wi-Fi y 4G, hayas bajado 120 apps y posteado 30 fotos con tu nuevo gadget, el indicador va a haber bajado a 15 por ciento. Entonces va a saltar una alerta. Ese es el momento de ponerlo a cargar. Esa es la razón por la que el teléfono te avisa.

Cuesta, ya lo sé. Usar el smartphone con 25% de carga causa ansiedad, temblores en las manos, contracciones musculares y hasta unas líneas de fiebre. Pero calma. Luego de un tiempo, te vas a habituar. El premio es, por otro lado, significativo: las baterías de ese equipo conservarán su salud durante mucho tiempo.

No a los extremos

¿Y la dejo cargar hasta el 100 por ciento? Sí, al revés que con las de níquel-cadmio, no pasa nada. Lo que no hay que hacer (subrayo: no hay que hacer) es dejar el teléfono (o lo que sea) siempre cargando. ¿Por qué? Sin entrar en detalles técnicos (ya los traté en otras ocasiones), las baterías de iones de litio detestan los extremos. No les gusta ni un poco acercarse a cero. Y no toleran pasársela siempre cerca de 100. Como dije, les encanta trabajar.

Ver el indicador de carga a full nos da cierta paz espiritual. Pero a las baterías las daña.

Así que, dejando de lado situaciones que analizaré en un instante, cuando llegue a 100% lo desenchufás y otra vez lo usás hasta que se descargue por completo. ¿En serio, en serio?

En serio. Mi teléfono se carga casi exclusivamente de noche. Arrancó hoy a las 7,30 de la mañana con 100% de carga. Son las tres y media de la tarde ahora y está al 68 por ciento. Tengo que dar clase más tarde y volveré a casa cerca de las once de la noche. Mejor cargarla, ¿no?

No, todo lo contrario. Está haciendo lo que le hace mejor, descargarse. Y además, en Ajustes> Mantenimiento general> Batería, Android estima que tengo pila para 18 horas más. Eso cambiaría rápidamente si, por ejemplo, enciendo Waze. Waze se come las baterías con papitas al horno. Literalmente, al horno.

Pero con el uso normal (WhatsApp, email, Twitter, Facebook, Instagram, y demás), va a llegar sin problema hasta que lo vuelva a poner a cargar.

Resumo. Usalo sin cargarlo todo el tiempo que se pueda entre 100 y 15 por ciento. Lo mismo las notebooks. Diría más: sobre todo las notebooks.

Ahora bien, como se sabe, la vida no es homogénea. Habrá días de 17 o 20 horas. Habrá que usar el hambriento Waze. Se producirán cortes de luz que nos dejarán sin la posibilidad de recargar el equipo cuando el porcentaje baje de 15 por ciento. Y así.

Principio irrefutable Número 1: el teléfono y sus baterías están a tu servicio, no al revés. Así que cada tanto van a sufrir un poco. La más dañina de las combinaciones es cargar un equipo mientras trabaja al máximo (Waze, pongamos) en un ambiente muy caluroso. Ocurrió, ocurre y seguirá ocurriendo. La cuestión aquí es ser consciente de que eso les costará a las baterías vida útil (no solo autonomía, sino también vida útil), y, de ser posible, tratar de evitar tales circunstancias.

En el caso de los apagones, sobre todo si son extensos, hay que aplicar otra regla de oro.

Principio irrefutable Número 2: lo que más debemos preservar es la posibilidad de hacer una llamada de emergencia, y para eso necesitamos aumentar mucho la autonomía. ¿Es posible? Sí, y funciona. Si la mano viene mal y todo indica que el corte podría durar muchas horas, olvidate de WhatsApp y demás. Aunque esto depende mucho de cada modelo, mi mejor consejo es apagar todo, menos la telefonía; o sea, no ponerlo en Modo Avión. Llegado el caso, podés ponerlo en Modo Avión, si no estás esperando llamadas. La autonomía aumentará todavía un poco más.

Si lo de quedarte sin WhatsApp acaba de provocarte un soponcio, la buena noticia es que podés encender datos cada tanto, descargar los mensajes, contestarlos y volver a apagar datos.

Hoy los buenos teléfonos tienen una serie de opciones de optimización de la batería que puede extender su uso (sacrificando varias cosas, pero no las llamadas) por hasta un par de días. Se encuentran en la sección Batería de los Ajustes (o equivalente).

Tres trucos, pues. No consentirlas, no mantenerlas mucho tiempo cerca de los extremos y dejar de sufrir. Sobre todo, el último.