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Parálisis del sueño: La explicación terrenal del fenómeno que hace ver espantos y aparecidos

Man Suffering From Sleep Paralysis At Home
Man Suffering From Sleep Paralysis At Home

Él no ataca de frente. Aparece por detrás. Lo que cambia es su premura. A veces se aproxima despacio, con pasos fuertes, como golpeando a adrede la suela de sus zapatos contra el asfalto. Otras es una fiera en busca de presa, un cuadrúpedo enfurecido que corre, jadea y gruñe. También llega en forma de viento, que nunca es brisa, sino ráfagas que destruyen todo al pasar. Y en ocasiones me aprieta sin aviso y pega su repugnante cuerpo caliente sobre mi piel.

Lo aterrador es que cuando era niña siempre me atrapaba. Cuando adviertía su presencia, me paralizaba y no podía escapar.

No tengo dudas de que ese ser metamórfico es un él porque después de llegar por la espalda se monta sobre mí. Yo forcejeaba con toda mi fuerza para liberarme y le rogaba que me dejara ir. Pero mientras mayor era la lucha más fuerte era su saña. Cuando todo acababa me sentía adolorida, confundida y humillada. El dolor y la vergüenza no desaparecía junto a él.

La naturaleza de este depredador no siempre es sexual. Cuando adopta la forma de felino me siento como un pequeño animal inerte y él un bicho enorme que se entretiene moviéndome de lugar con sus patas, me olfatea, hasta que decide que es tiempo de devorarme. Me hinca sus colmillos y me desgarra.

Hace ya muchos años que no me suspende en el aire, como si estuviera acostada en una camilla flotante invisible, para introducir sus larguísimos dedos romos en mis entrañas y hurgarme por dentro. Me palpaba las vísceras, me apretaba la masa encefálica, me recorría la garganta y el sistema digestivo con un artefacto laparoscópico orgánico. Era como un científico extraterrestre estudiando detalladamente la anatomía humana.

La explicación científica de la fantasmagoría

Todos estos traumáticos eventos me ocurren cuando me acuesto o estoy a punto de despertar y entro en un estado fisiológico patológico en el que estoy mitad dormida, mitad despierta. Son episodios de parálisis del sueño.

Las aterradoras alucinaciones son la parte onírica del fenómeno. La otra parte de mí -y que permanece en estado de vigilia- sabe bien en qué lugar estoy, cómo me llamo, qué ropa llevo puesta, si estoy durmiendo sola o hay alguien más en mi habitación.

Investigadores de la Universidad de Waterloo, en Canadá, han explicado que la parálisis del sueño es una parte esencial del ciclo del sueño. Las personas sueñan cuando entran en el estado REM (Movimiento Rápido de los Ojos, según sus siglas en inglés), un estadio de adormecimiento cercano a la conciencia en el que los ojos se mueven libremente pero el resto del cuerpo permanece inmóvil. Esta inmovilidad selectiva es sumamente útil para protegernos porque podríamos hacernos mucho daño y podríamos lesionar a otros si nuestro cuerpo reaccionara con movimientos a nuestro mundo onírico.

Pero ese mecanismo fisiológico tiene sus desperfectos. Se cree que una combinación de neurotransmisores son los responsables de la parálisis durante el sueño REM y actúan juntos para detener la actividad neuromotora. En las personas que tienen ciclos normales del sueño, la habilidad de moverse es recuperada poco antes de despertar.

Pero por motivos que aún la ciencia no comprende a cabalidad, algunas veces las cosas funcionan mal y el que duerme se despierta mientras el cuerpo aún está congelado. Los científicos canadienses dicen que, cuando esto ocurre, la amígdala, que es la parte del cerebro que detecta las amenazas ambientales, activa una reacción primaria de luchar o escapar. El cerebro ordena a gritos que huyamos de la situación de peligro pero el cuerpo no reacciona. La persona atascada se encuentra en un estado híbrido de conciencia: está despierta y consciente de lo que le rodea y a la vez está lo suficientemente dormida como para experimentar sueños alucinatorios.

¿Hipno qué?

Los términos científicos para denominar estas experiencias demoníacas, en las que el que las padece escucha, ve y siente la presencia de entidades que no son reales, se llaman alucinaciones hipnagógicas (que ocurren cuando estamos conciliando el sueño) y las hipnopómpicas (que suceden al tratar de despertar).

La experiencia es tan terrorífica, y tan diferente a cualquier otra situación que hayamos podido experimentar cuando estamos despiertos, que es comprensible que nuestros ancestros hayan atribuido las parálisis del sueño a la existencia de fuerzas del mal.

La atonía, como se le conoce a la pérdida de tono muscular, en una parálisis del sueño generalmente dura segundos pero se han registrado episodios de varios minutos.

Un estudio realizado en 2011 encontró que aproximadamente el 8 por ciento de la población general ha experimentado alguna vez un episodio de parálisis del sueño, aunque ese porcentaje se dispara a un 30 por ciento en los estudiantes o pacientes psiquiátricos.

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Para mayoría se trata de experiencias excepcionales.

Para otro 6 por ciento de los pacientes estudiados, como la escritora Karem Emslie, experimentan parálisis del sueño muchas veces durante muchos años.

Y los pacientes con un trastorno del sueño llamado narcolepsia pueden sufrirla a diario. Yo soy narcoléptica y en algunos momentos de mi vida he llegado a tener al menos una docena de episodios en una misma noche.

El rasgo cultural de lo sobrenatural

Además de la explicación científica, cada persona interpreta su experiencia dependiendo de su contexto cultural. Mi primeros episodios de parálisis del sueño ocurrieron cuando tenía 10 u 11 años, en Venezuela, a principios de 1980. La dos explicaciones posibles para una niña latinoamericana criada en el catolicismo era que era visitada por entes diabólicos como castigo por mis pecados o que estaba enloqueciendo.

Un estudio determinó que la parálisis del sueño es más común entre los egipcios que los daneses y que los egipcios que sufrían y temían más el episodio era los que le dan una explicación sobrenatural. Las personas caen en un círculo vicioso en el que evitan dormir a toda costa por la ansiedad a sufrir alucinaciones, pero la falta de sueño y el cansancio extremo desencadena episodios más largos y fuertes.

Es mucho lo que falta por conocer sobre la parálisis del sueño. En el caso de los narcolépticos, es uno de síntomas del síndrome generado por la disrupción de los ciclos del sueño. En otras personas puede ser generado por malos hábitos de sueño, cansancio extremo, consumo excesivo de alcohol, o estrés.

Y aunque no hay un tratamiento específico para impedir que ocurra, siempre es recomendable mejorar los hábitos del sueño, intentando dormir al menos 7 horas diarias, en horarios más o menos regulares, en una habitación oscura y silenciosa, con una temperatura no menor de 15ºC ni superior a los 24ºC. Los expertos en sueño también sugieren evitar hacer ejercicio físico extenuante en la noche, así como evitar las comidas copiosas, pesadas y la ingesta de estimulantes como la cafeína, teína o alcohol varias horas antes del sueño.

El lado luminoso de la oscuridad

La comprensión de lo que me ocurre y los años batallando entre las sombras me han ayudado a domar a la bestia. A los 51 años rara vez viene el demonio a atacarme, aunque las parálisis sucedan. He entrenado a la parte consciente de mi cerebro a identificar la situación y a decirme: "Tranquila, que es una parálisis y pronto pasará". También he aprendido a "escapar" de la situación, liberando una de mis piernas con la que aviso a mi esposo para que me despierte. Es un pequeño movimiento, que puede parecerse a un espasmo o un temblor, pero se ha convertido en una señal de auxilio para que me rescate de la pesadilla.

Otra opción que he desarrollado con el tiempo y que a veces consigo es zambullirme en mi mundo onírico. Luego de calmarme a mí misma, paro la lucha por mover mi cuerpo dormido y mi psique escapa por la ventana, en una fantasía sensorial nocturna, en la siento que venzo la gravedad y hago piruetas en el aire. Desde arriba, observo un plano cenital de mi calle, mi vecindario, y mi ciudad.

En el libro Luchando con los fantasmas: Una experiencia personal y científica de la parálisis del sueño, el psicólogo Jorge Conesa Sevilla explica las técnicas para calmarnos cuando aún estamos paralizados y lograr que desaparezcan las alucinaciones desencadenadas por el miedo.

Confieso que aún no he leído su trabajo, pero Conesa Sevilla alega que es posible explorar un nivel de conciencia a los que muy pocos pueden acceder. La idea es ofrecer una puerta de entrada a los sueños lúcidos, en los que la persona calmada regresa al mundo de los sueños pero retiene los niveles de conciencia alcanzados en la vigilia.

Al igual que Karem Emslie, en su artículo en The Atlantic, pienso que cada vez puedo controlar mejor el temor de las parálisis. También puedo disfrutar de un mundo onírico fantástico, en el que puedo manipular mis sueños, regresar de manera precisa a lugares y momentos de mi pasado, entrevistar a personajes extraordinarios.

Aún no han encontrado la cura para mi narcolepsia ni para mis parálisis del sueño. Pero yo sí he encontrado una salida creativa y placentera a esos momentos en que mis neurotransmisores se van de fiesta y la pirotecnia onírica que dejan a su paso me presagian una noche interminable de terror.

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