Papelón histórico: 20 años de Argentina, Chile y la inolvidable serie de los sillazos por la Copa Davis

Reconocida a lo largo de su centenaria trayectoria por cientos de hazañas y por convertir a decenas de tenistas en héroes en sus respectivos países, la Copa Davis también supo cobijar varios incidentes, muchas veces generados por el sentimiento nacionalista exacerbado; a veces por razones políticas, como la consagración de Sudáfrica en 1974, después de que la India se negara a jugar la final por la política racista sudafricana por aquel entonces.

Entre aquellos escándalos históricos, uno de los más recordados es la "serie de los sillazos" que la Argentina y Chile protagonizaron hace 20 años, en abril de 2000. Incluso hoy, dos décadas después de aquel tristemente célebre fin de semana, es difícil comprender cómo se llegó tan lejos en Santiago.

Durante muchos años, argentinos y chilenos palpitaron cada duelo copero como si fuera un clásico; ese sentimiento creció con duelos parejos en los años 70, cuando Guillermo Vilas descollaba en el conjunto albiceleste y del otro lado estaban Patricio Cornejo y Jaime Fillol, abuelo de Nicolás Jarry, una de las nuevas figuras del tenis chileno.

Pero nada llegaría tan al extremo como sucedió en aquella serie de 2000. Días antes, la selección argentina de Marcelo Bielsa había goleado por 4-1 a Chile por las eliminatorias sudamericanas, y el tenis abría la puerta del desquite deportivo del otro lado de la cordillera. Era, en principio, una serie pareja, sin favoritismos marcados. El Chino Marcelo Ríos lideraba el equipo local como número 8 del mundo, acompañado por Nicolás Massú, que recién asomaba en el circuito como 90° del ranking. Del lado argentino, los singlistas eran Mariano Zabaleta, que atravesaba el mejor momento de su carrera como 21° de la clasificación, acompañado por Hernán Gumy (71°). Para esta serie, que se jugaba a continuación del Masters Series de Miami, Chile eligió jugar en cemento y bajo techo, una situación que, en principio, debía favorecer a Ríos, su figura principal.

El capitán argentino era Franco Davin, que desistió de viajar a Santiago de Chile por un problema familiar; lo reemplazó el Colorado Alejandro Gattiker, que ya había conducido el equipo con anterioridad. Guillermo Coria, con la camiseta de River del chileno Marcelo Salas, era uno de los sparrings de la formación argentina. Mariano Hood -luego asistente de Daniel Orsanic en la capitanía de la Davis- y Sebastián Prieto -actual entrenador de Juan Martín del Potro- habían sido designados para el dobles.

Chile optó por jugar en el Parque O'Higgins, un estadio nuevo con capacidad para más de 10.000 espectadores; tan flamante que no había terminado de construirse aún para el comienzo de la serie, y por eso las sillas no estaban fijas; sólo había asientos de plástico. "Lo estaban terminando en el medio de la serie. También le daban cerveza a mucha gente, había también público del fútbol, y algunos empezaron a perder el control", recordó Massú.

En medio de un clima tenso, Ríos le dio el 1-0 a Chile al ganarle a Gumy por 6-4, 6-3, 4-6 y 6-1. En el segundo duelo del viernes 7 de abril, Zabaleta estaba en ventaja ante Massú por 7-5, 2-6, 7-6 (7-1) y 3-1, muy cerca de alcanzar el 1-1. Desde una de las cabeceras, comenzaron a arrojar monedas, naranjas y otros proyectiles hacia el lado que estaba jugando Zabaleta. El tandilense se acercó a tomar uno de los objetos para mostrárselo al umpire, pero un ball boy se anticipó, lo tomó y lo escondió. Zabaleta increpó al joven, una acción que encrespó aún más los ánimos. Massú recibió un warning por no sacar a tiempo, se enojó y dejó pasar varios segundos. La tensión creció en ese lapso; alguien arrojó una silla, y poco después, decenas de asientos blancos volaban desde las tribunas al campo de juego. El más lastimado fue Carlos Zabaleta, el padre de Mariano, que sufrió un severo corte en la cabeza por el que recibió 20 puntos de sutura. Como pudo, bajo una lluvia de elementos contundentes, el equipo argentino buscó refugio en el vestuario, y después de varias horas abandonó el estadio con una fuerte custodio policial.

Por la noche, en el hotel, el equipo argentino decidió retirarse de la serie, alegando falta de seguridad. Del otro lado, Chile ofreció terminar de jugar la serie a puertas cerradas, pero la determinación visitante estaba tomada. Con más picardía -o malicia, según la mirada-, los dirigentes chilenos siguieron siempre de cerca al árbitro general de la serie, el dominicano Toni Hernández, desbordado por los acontecimientos. Desde la ITF, la orden del vicepresidente, el español Juan Marguets, era la de continuar el partido sin público. "Si jugamos y ganamos, o si jugamos y gana Chile, el episodio se puedo olvidar. Y este episodio no se puede olvidar nunca para el bien del deporte, porque tiene que quedar latente que esto no suceda nunca más. Hay que evitar que en el tenis se repita esto porque lo que pasó fue una vergüenza, que nunca la vi en el mundo", declaró entonces el recordado Enrique Morea, presidente de la Asociación Argentina de Tenis.

El sábado, en un estadio desierto, el árbitro general anunció: "Chile ha ganado la serie por no presentación, pero hay que esperar pues la Argentina presentó un certificado médico en el cual expone que por razones anímicas, físicas y psicológicas no está en condiciones de continuar jugando. El resultado es 5 a 0, sujeto a una ratificación de la Federación Internacional de Tenis". El equipo argentino, en tanto, ya estaba en un avión rumbo a Buenos Aires El escándalo ya había generado fuertes repercusiones y críticas de todo tipo, incluso en la propia prensa chilena. Mariano Zabaleta fue, acaso, uno de los más perjudicados por aquella tensión. "Todo eso me afectó. Después tuve tres o cuatro meses que fueron horribles, había periodistas que decían que yo era culpable; Massú, que era amigo mío, no me habló por dos años", contó el año pasado el actual vicepresidente de la AAT.

La cuestión prosiguió semanas después en Londres, en la sede de la Federación Internacional. No hubo manera de cambiar el fallo que daba por derrotada a la Argentina, pero Chile fue castigado por los incidentes protagonizados por su público. No se le permitió jugar el repechaje por el ascenso al Grupo Mundial contra Marruecos, y su localía fue suspendida por dos años. Meses después, el equipo argentino salvó la permanencia en la Zona Americana (4-1 a Colombia), y en septiembre del año siguiente consiguió el ascenso al Grupo Mundial. Desde entonces, el clásico quedó guardado en el arcón de los recuerdos. Argentinos y chilenos volvieron a chocar por la Copa Davis recién 18 años después, en una serie jugada en San Juan, y en el que el equipo local se impuso por un ajustado 3-2, en un ambiente más festivo, lejos de las tensiones de otros tiempos.